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jueves, 10 de enero de 2013

Día 15, Capítulo 8


Capítulo 8
Muerte Inevitable
E
n la tarde del día siguiente, Erik decidió salir del castillo. La noche anterior no había podido dormir con tranquilidad pero no porque sintiera miedo, sino porque la confusión se apoderaba cada vez más de su mente. Mientras caminaba, trató de pensar en una manera de acabar con todo; y deseó muchísimas veces regresar a casa y reanudar su monótona vida solitaria que continuar por el camino de muerte. Caminó al menos por dos horas sin rumbo alguno y no pudo sentir el cansancio puesto que sus acaudalados pensamientos lo distraían. Sin darse cuenta, se alejó mucho de la ciudad y había llegado a un bosque.
Era espeso y estaba cubierto por una densa sábana de niebla que no le permitió ver más allá de los árboles cercanos. Entonces continuó su camino despaciosamente entre los árboles y plantas. Se escuchaban extraños sonidos de animales, agua, de hojas sacudiéndose y de cuervos que graznaban y pasaban volando alto en el cielo sobre su cabeza. Miraba detrás de sí de vez en cuando tratando de no perder de vista la salida, pero ya era tarde. Lo único que podía ver a su alrededor eran  árboles altos y frondosos, arbustos y plantas de toda clase acompañados de los extraños sonidos revoloteando en sus oídos. 
 Pronto, notó que había estado caminando en círculos puesto que vio que había pasado en frente de las mismas flores púrpuras  y el mismo árbol de ramas muy gruesas y retorcidas. El hecho de ver tantos árboles y a su alrededor y caminar sin rumbo le causó mareo así que cerró sus ojos por un momento pero cuando los volvió abrir, el cielo estaba teñido de rojo, los árboles estaban secos y las plantas totalmente muertas.
¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando aquí?
-¡Jügerhof!-lo llamó alguien detrás de él.
Volteó rápidamente y era Jean quien sostenía una larga espada. En ese momento su corazón se encendió y emprendió la carrera. Corrió sin rumbo alguno atravesando árboles y secos arbustos mientras que Jean lo seguía arriba, entre las ramas de los árboles. La adrenalina que había estado atascada en su cuerpo estaba saliendo a flote, jamás se había sentido tan ligero y a pesar de que no sabía a dónde iba, corrió como si tuviera ya en mente un camino junto con la neblina que cubría sus ojos y se los humedecía.
Miró a los árboles pero Jean había desaparecido. Erik se detuvo y respiró un poco aunque no se sentía tan exhausto. A lo lejos divisó una silueta negra con forma de hombre bajo un árbol y en una de sus ramas había atado un columpio que alguien montaba. Se acercó caminando lentamente, mirando constantemente a su alrededor pendiente de la reaparición de Jean. Cuando había llegado se dio cuenta de que el hombre estaba colgado del árbol, ahorcado. Y ese hombre era él mismo, Erik Jügerhof.
¿Estoy muerto?
Su corazón entró en una fuerte esquizofrenia latiendo como nunca y sus pensamientos empezaron a revolverse. También notó que la persona que se estaba meciendo en el columpio era la pequeña Emily.
-¡Emily! ¿Qué haces aquí?-preguntó Erik acercándose.
-La pregunta es, ¿qué hace usted aquí?-replicó ella con toda tranquilidad como si conociera muy bien aquel lugar y lo que sucedía.
-Desperté aquí.
-Y el hecho de que esto esté pasando, ¿No le da una idea de lo que debería suceder en su vida?-preguntó ella sin dejar de columpiarse.
Erik tardó en contestar. Lo más probable era que todo eso fuera una pista de lo que iba a suceder o lo que tenía que hacer. Pero no alcanzó a responder cuando sintió detrás de él la malvada energía de Jean, y volvió a echar a correr. Emily solamente quedó columpiándose mirando lo que pasaba.
Mientras corría, la sorprendente velocidad de Jean lo alcanzó pero antes de que él pudiera hacerle daño, le rapó velozmente la espada de su mano y la apuntó al cuello de Jean. Ahora era él el que estaba en peligro de muerte y Erik se alivió por ello.
-Yo no voy a morir, Schweitzer.  El que va a morir es usted. Tengo razón y usted lo sabe.-dijo Erik con normalidad, muy confiado de sus palabras.
-Está muy equivocado. Haré cualquier cosa por deshacerme de usted. Usted no es nada más que un simple humano y es mucho más débil que yo.-respondió Jean sin dejar a un lado su gran maldad y su frívola aura.
-Tal vez sea cierto, pero la astucia le gana a la fuerza.-Erik levantó la espada pero justo cuando iba a cortar su cabeza, Jean desapareció y Erik se tambaleó y cayó al suelo, desmayado.
Unos minutos más tarde, su conciencia había despertado pero su cuerpo no. En la cabeza le daba vueltas el pequeño diálogo que tuvo con Emily. Sus palabras lo habían dejado intrigado y aún más lo que le había dicho a Jean.
¿Cómo pude decirlo? Mi alma es débil, ¿de dónde saqué fuerza? ¿Cómo pude haberlo amenazado?
El frío recorrió su cuerpo y sintió que algo suave rozaba su mano. Poco a poco abrió los ojos y lo primero que vio fue el cielo nocturno con muchas estrellas y la luna cubierta por finas nubes. Miró a los lados y había un cuervo cerca de él que acompañaba su despertar. Se levantó lentamente sintiéndose débil aunque le agradeció a su cuerpo por haber hecho desaparecer el molesto mareo. Aún se encontraba en el bosque, justo en el lugar donde había quedado acostado como si todo lo hubiera soñado pero estaba seguro de que no fue un sueño. Sentía el dolor en sus pies por tanto correr, su cabello húmedo y pegado a su rostro, y su agitado y aun nervioso corazón.
Dio media vuelta y caminó como si ya conociera el camino y en pocos minutos, logró salir del bosque adentrándose de nuevo a la ciudad. Tuvo la impresión de que el bosque se había cerrado a propósito porque todo eso tenía que suceder.
En el camino se encontró con John que al verlo, se acercó con rapidez.
-Erik, lo estaba buscando. Pasó algo terrible.-dijo John con su respiración agitada.
-¿Ahora qué?
John suspiró.
-La transformación de Caroline se completó.
-¡¿Qué?! ¡¿Quién lo hizo?!-preguntó Erik con fuerza deteniendo su caminar.
-Jean, él la terminó.
Desapareció solo para eso. No quería morir sin terminar su misión.
Erik suspiró profundamente. No solo estaba furiosísimo, sino también triste; nostálgico. Había perdido su más preciado tesoro. Su corazón sintió frío y su alma se partió en mil pedazos.
-No he tenido un buen día, quiero olvidarme de todo.-se quejó continuando su camino.
-Supe que Caroline no quería ser convertida, Jean la forzó amenazándola de muerte.
-¿Y no había nadie para detenerlo?
-No. Al parecer la llevó a una habitación subterránea del castillo y allí lo hizo.
-¿Cómo puede Jean entrar y salir del castillo tan fácilmente?
-No lo sé. Jean es tan  o más hábil que Damen. Detenerlo es imposible.
-¿Quién le dijo todo?
-Katelynn.
-Es decir que quizá ella estuvo presente en el momento en que sucedió y no hizo nada. Ella está de acuerdo con los planes de Jean y parece que Damen no lo sabe o simplemente no le importa.
-No lo sé, Erik. Supongo que lo mejor es que hable con ella. ¡Ah, otra cosa! Encontraron a Lauren.
-¡¿Quién?!
-Los miembros de la iglesia. Traté de hacer todo lo posible por protegerla pero el día de su ejecución ya está confirmado y en este momento la tienen retenida en la iglesia.
-¿Cuándo la van a ejecutar?
-En dos días.
Erik permaneció en silencio. Empezó a caminar más apresuradamente mientras pensaba en algo.
-¿Qué piensa hacer?-preguntó John.
-Vamos a salvarla.
Erik entró rápidamente al castillo y buscó a Damen. No lo encontró por ningún lado hasta que lo vio salir de un pasillo oscuro que estaba al fondo de la sala principal cuya existencia Erik no conocía.
-Damen, encontraron a Lauren. Fue raptada por la iglesia.
-¿Cómo fue eso posible?
-No lo sé, pero tenemos que hacer algo.
En ese momento, Caroline bajó las escaleras. Erik se sorprendió y se entristeció al verla por su cambio tan drástico de aspecto. Su cabello se había tornado negro y liso, su piel estaba muy blanca y sus labios pálidos y lo peor de todo: sus ojos habían adoptado el mismo color de los de Jean. Al verlos, se acordaba de él. Trató de desviar la mirada pero no podía.
-¿Qué sucede?-preguntó ella. Su voz también había cambiado. Ya no era aquella voz melódica y fina que, cada vez que la escuchaba, Erik se tranquilizaba. Ahora era una voz más baja, más fría.
-Lauren va a morir.-respondió Damen.
-¡¿Qué?! ¿Acaso no estaba en casa de John?
-Sí, pero lograron ubicarla…
Inmediatamente los tres de dirigieron en un carruaje a la plazoleta central donde se encontraba la catedral. Cuando llegaron se bajaron del carruaje y corrieron hasta llegar a la parte trasera de la iglesia. En el suelo había unas puertas de madera que conducían a un sótano subterráneo. Por suerte, estaban abiertas y bajaron las escaleras. El sótano consistía en un pasillo ancho y muy antiguo con celdas a cada lado, como cárceles que estaban iluminadas con antorchas. En una de ellas estaba Lauren sentada en el suelo de tierra fría y dura, que lloraba desconsoladamente.
-Señorita Lauren, ¿está bien? –preguntó Erik acercándose a si celda.
-No, no estoy bien. ¡Quiero salir de aquí!-respondió ella con grandes sollozos.
-No se preocupe, nosotros la ayudaremos.-dijo Erik tratando de darle esperanza.
La celda estaba cerrada por un gran candado de metal oxidado. A pesar de su tamaño, era viejo por lo que quizá sería fácil romperlo.
-Creo que podemos romperlo.-dijo Erik.
Damen examinó el candado.
-Sí, la cerradura es irregular. Podríamos usar cualquier cosa para abrirlo.
-¿Por qué no solo usa su descomunal fuerza y ya?
-Porque no podemos dejar sospechas. Lo mejor es abrir el candado, sacar a Lauren y volverlo a cerrar.-intervino Caroline.
Damen empezó a forcejearlo. Trató de separar el seguro pero decidió no usar más su fuerza. Trataron de abrirlo con una rama pero la cerradura se desfiguró aún más.  De repente, escucharon que alguien bajaba las escaleras.
-Escóndanse en el fondo.-dijo Lauren con voz baja. Y todos corrieron allí, donde la luz de las antorchas no alcanzaba a iluminar.
Había bajado un hombre, seguramente uno de los miembros de la iglesia.
-¿Hay alguien ahí?-preguntó él.-Bruja, ¿alguien bajó?
-No lo sé, busque usted mismo.-respondió Lauren con furia.
El hombre se acercó a ella para amenazarla, pero se dio cuenta de que el candado había sido forzado.
-¿Está intentando escapar?
-Soy una bruja, puedo escapar de la manera que yo quiera.
-Pero será mejor que no lo intente o le irá peor.
-No hay nada peor que la muerte, idiota.
-Cierto.-dijo él con sorna, rió y se fue.
Cuando escucharon que las puertas se cerraron, salieron de su escondite.
-No te preocupes, Lauren. No vas a morir.-dijo Caroline.
Mientras tanto, Erik siguió intentado abrir la celda. Siguió forcejeando la cerradura con una rama mientras tiraba el candado hacia abajo hasta que finalmente, se abrió y sacaron a Lauren de la celda.
Antes de salir del sótano, se fijaron que nadie los estuviera observando. Rodearon de nuevo la iglesia y justo cuando estaban atravesando la plazoleta para subir al carruaje…
-¡Alto ahí!-gritó el mismo hombre que había bajado.- ¡No den un paso más o todos morirán!
Los cuatro se detuvieron en seco, pero Damen no se dejó llevar por tan ridícula amenaza. En cuestión de segundos, corrió hacia él y lo mordió. Pero con el grito había alertado a los demás encargados de las celdas, y ya todos habían salido de la iglesia.
-¡Vampiro! ¡Es un vampiro!-gritó uno de ellos señalando a Damen.
Era un grupo de unos diez hombres y todos se le abalanzaron tratando de detenerlo, pero Damen los mandaba muy lejos con tan solo un empujón. Mientras tanto, Erik, Caroline y Lauren escaparon de allí en el carruaje a toda velocidad. En el camino notaron que los demás vampiros se dirigían a toda velocidad a la plazoleta. El grupo de personas se había agrandado y todos fueron a ayudar a Damen. Entre todos empezaron a morderlos y a golpearlos con fuerza y poco a poco dejaron los cadáveres quedaron vacíos. Habían acabado con todos en solo unos minutos. Gran cantidad de miembros de la iglesia habían fallecido quedando en la plazoleta un mar de muertos y sangre. No les importó dejarlos ahí y regresaron al castillo.
Lauren se encontraba a salvo. Ahora no había nadie que pudiera detenerla pero Damen insistió en que sería mejor que se quedara en el castillo. Recordó Erik lo que había sucedido aquella tarde cuando vio a la pequeña Emily en el vestíbulo leyendo un libro.
-Hola, Emily.-la saludó Erik.-Me gustaría hablar contigo.-y se sentó a su lado.
-¿Sobre lo que pasó esta tarde?-preguntó ella con una voz melodiosa y tierna sin apartar los ojos del libro.
-Así es. ¿Podrías explicarme que fue lo que sucedió?
-No puedo decírselo de inmediato. Sólo le diré una sola palabra: alucinación. Y por favor, ya no me pregunte más cosas, estoy ocupada.-Emily dijo esta última frase tratando de parecer ruda, pero en realidad le sonó muy enternecedor.
-Está bien, gracias.-dijo Erik sonriendo y salió del vestíbulo.
¿Alucinación? ¿Ahora estoy alucinando? Si es así, ¿cuándo voy a despertar?
Subió al pasillo donde se encontraba su habitación con aquella palabra revoloteándole en la cabeza y de nuevo, una sorpresiva y macabra escena. En el fondo del pasillo estaba Jean con Lauren entre sus brazos bebiendo la sangre de su cuello mientras ella moría lentamente.
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