Traductor

jueves, 10 de enero de 2013

Día 15, Capítulo 8


Capítulo 8
Muerte Inevitable
E
n la tarde del día siguiente, Erik decidió salir del castillo. La noche anterior no había podido dormir con tranquilidad pero no porque sintiera miedo, sino porque la confusión se apoderaba cada vez más de su mente. Mientras caminaba, trató de pensar en una manera de acabar con todo; y deseó muchísimas veces regresar a casa y reanudar su monótona vida solitaria que continuar por el camino de muerte. Caminó al menos por dos horas sin rumbo alguno y no pudo sentir el cansancio puesto que sus acaudalados pensamientos lo distraían. Sin darse cuenta, se alejó mucho de la ciudad y había llegado a un bosque.
Era espeso y estaba cubierto por una densa sábana de niebla que no le permitió ver más allá de los árboles cercanos. Entonces continuó su camino despaciosamente entre los árboles y plantas. Se escuchaban extraños sonidos de animales, agua, de hojas sacudiéndose y de cuervos que graznaban y pasaban volando alto en el cielo sobre su cabeza. Miraba detrás de sí de vez en cuando tratando de no perder de vista la salida, pero ya era tarde. Lo único que podía ver a su alrededor eran  árboles altos y frondosos, arbustos y plantas de toda clase acompañados de los extraños sonidos revoloteando en sus oídos. 
 Pronto, notó que había estado caminando en círculos puesto que vio que había pasado en frente de las mismas flores púrpuras  y el mismo árbol de ramas muy gruesas y retorcidas. El hecho de ver tantos árboles y a su alrededor y caminar sin rumbo le causó mareo así que cerró sus ojos por un momento pero cuando los volvió abrir, el cielo estaba teñido de rojo, los árboles estaban secos y las plantas totalmente muertas.
¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando aquí?
-¡Jügerhof!-lo llamó alguien detrás de él.
Volteó rápidamente y era Jean quien sostenía una larga espada. En ese momento su corazón se encendió y emprendió la carrera. Corrió sin rumbo alguno atravesando árboles y secos arbustos mientras que Jean lo seguía arriba, entre las ramas de los árboles. La adrenalina que había estado atascada en su cuerpo estaba saliendo a flote, jamás se había sentido tan ligero y a pesar de que no sabía a dónde iba, corrió como si tuviera ya en mente un camino junto con la neblina que cubría sus ojos y se los humedecía.
Miró a los árboles pero Jean había desaparecido. Erik se detuvo y respiró un poco aunque no se sentía tan exhausto. A lo lejos divisó una silueta negra con forma de hombre bajo un árbol y en una de sus ramas había atado un columpio que alguien montaba. Se acercó caminando lentamente, mirando constantemente a su alrededor pendiente de la reaparición de Jean. Cuando había llegado se dio cuenta de que el hombre estaba colgado del árbol, ahorcado. Y ese hombre era él mismo, Erik Jügerhof.
¿Estoy muerto?
Su corazón entró en una fuerte esquizofrenia latiendo como nunca y sus pensamientos empezaron a revolverse. También notó que la persona que se estaba meciendo en el columpio era la pequeña Emily.
-¡Emily! ¿Qué haces aquí?-preguntó Erik acercándose.
-La pregunta es, ¿qué hace usted aquí?-replicó ella con toda tranquilidad como si conociera muy bien aquel lugar y lo que sucedía.
-Desperté aquí.
-Y el hecho de que esto esté pasando, ¿No le da una idea de lo que debería suceder en su vida?-preguntó ella sin dejar de columpiarse.
Erik tardó en contestar. Lo más probable era que todo eso fuera una pista de lo que iba a suceder o lo que tenía que hacer. Pero no alcanzó a responder cuando sintió detrás de él la malvada energía de Jean, y volvió a echar a correr. Emily solamente quedó columpiándose mirando lo que pasaba.
Mientras corría, la sorprendente velocidad de Jean lo alcanzó pero antes de que él pudiera hacerle daño, le rapó velozmente la espada de su mano y la apuntó al cuello de Jean. Ahora era él el que estaba en peligro de muerte y Erik se alivió por ello.
-Yo no voy a morir, Schweitzer.  El que va a morir es usted. Tengo razón y usted lo sabe.-dijo Erik con normalidad, muy confiado de sus palabras.
-Está muy equivocado. Haré cualquier cosa por deshacerme de usted. Usted no es nada más que un simple humano y es mucho más débil que yo.-respondió Jean sin dejar a un lado su gran maldad y su frívola aura.
-Tal vez sea cierto, pero la astucia le gana a la fuerza.-Erik levantó la espada pero justo cuando iba a cortar su cabeza, Jean desapareció y Erik se tambaleó y cayó al suelo, desmayado.
Unos minutos más tarde, su conciencia había despertado pero su cuerpo no. En la cabeza le daba vueltas el pequeño diálogo que tuvo con Emily. Sus palabras lo habían dejado intrigado y aún más lo que le había dicho a Jean.
¿Cómo pude decirlo? Mi alma es débil, ¿de dónde saqué fuerza? ¿Cómo pude haberlo amenazado?
El frío recorrió su cuerpo y sintió que algo suave rozaba su mano. Poco a poco abrió los ojos y lo primero que vio fue el cielo nocturno con muchas estrellas y la luna cubierta por finas nubes. Miró a los lados y había un cuervo cerca de él que acompañaba su despertar. Se levantó lentamente sintiéndose débil aunque le agradeció a su cuerpo por haber hecho desaparecer el molesto mareo. Aún se encontraba en el bosque, justo en el lugar donde había quedado acostado como si todo lo hubiera soñado pero estaba seguro de que no fue un sueño. Sentía el dolor en sus pies por tanto correr, su cabello húmedo y pegado a su rostro, y su agitado y aun nervioso corazón.
Dio media vuelta y caminó como si ya conociera el camino y en pocos minutos, logró salir del bosque adentrándose de nuevo a la ciudad. Tuvo la impresión de que el bosque se había cerrado a propósito porque todo eso tenía que suceder.
En el camino se encontró con John que al verlo, se acercó con rapidez.
-Erik, lo estaba buscando. Pasó algo terrible.-dijo John con su respiración agitada.
-¿Ahora qué?
John suspiró.
-La transformación de Caroline se completó.
-¡¿Qué?! ¡¿Quién lo hizo?!-preguntó Erik con fuerza deteniendo su caminar.
-Jean, él la terminó.
Desapareció solo para eso. No quería morir sin terminar su misión.
Erik suspiró profundamente. No solo estaba furiosísimo, sino también triste; nostálgico. Había perdido su más preciado tesoro. Su corazón sintió frío y su alma se partió en mil pedazos.
-No he tenido un buen día, quiero olvidarme de todo.-se quejó continuando su camino.
-Supe que Caroline no quería ser convertida, Jean la forzó amenazándola de muerte.
-¿Y no había nadie para detenerlo?
-No. Al parecer la llevó a una habitación subterránea del castillo y allí lo hizo.
-¿Cómo puede Jean entrar y salir del castillo tan fácilmente?
-No lo sé. Jean es tan  o más hábil que Damen. Detenerlo es imposible.
-¿Quién le dijo todo?
-Katelynn.
-Es decir que quizá ella estuvo presente en el momento en que sucedió y no hizo nada. Ella está de acuerdo con los planes de Jean y parece que Damen no lo sabe o simplemente no le importa.
-No lo sé, Erik. Supongo que lo mejor es que hable con ella. ¡Ah, otra cosa! Encontraron a Lauren.
-¡¿Quién?!
-Los miembros de la iglesia. Traté de hacer todo lo posible por protegerla pero el día de su ejecución ya está confirmado y en este momento la tienen retenida en la iglesia.
-¿Cuándo la van a ejecutar?
-En dos días.
Erik permaneció en silencio. Empezó a caminar más apresuradamente mientras pensaba en algo.
-¿Qué piensa hacer?-preguntó John.
-Vamos a salvarla.
Erik entró rápidamente al castillo y buscó a Damen. No lo encontró por ningún lado hasta que lo vio salir de un pasillo oscuro que estaba al fondo de la sala principal cuya existencia Erik no conocía.
-Damen, encontraron a Lauren. Fue raptada por la iglesia.
-¿Cómo fue eso posible?
-No lo sé, pero tenemos que hacer algo.
En ese momento, Caroline bajó las escaleras. Erik se sorprendió y se entristeció al verla por su cambio tan drástico de aspecto. Su cabello se había tornado negro y liso, su piel estaba muy blanca y sus labios pálidos y lo peor de todo: sus ojos habían adoptado el mismo color de los de Jean. Al verlos, se acordaba de él. Trató de desviar la mirada pero no podía.
-¿Qué sucede?-preguntó ella. Su voz también había cambiado. Ya no era aquella voz melódica y fina que, cada vez que la escuchaba, Erik se tranquilizaba. Ahora era una voz más baja, más fría.
-Lauren va a morir.-respondió Damen.
-¡¿Qué?! ¿Acaso no estaba en casa de John?
-Sí, pero lograron ubicarla…
Inmediatamente los tres de dirigieron en un carruaje a la plazoleta central donde se encontraba la catedral. Cuando llegaron se bajaron del carruaje y corrieron hasta llegar a la parte trasera de la iglesia. En el suelo había unas puertas de madera que conducían a un sótano subterráneo. Por suerte, estaban abiertas y bajaron las escaleras. El sótano consistía en un pasillo ancho y muy antiguo con celdas a cada lado, como cárceles que estaban iluminadas con antorchas. En una de ellas estaba Lauren sentada en el suelo de tierra fría y dura, que lloraba desconsoladamente.
-Señorita Lauren, ¿está bien? –preguntó Erik acercándose a si celda.
-No, no estoy bien. ¡Quiero salir de aquí!-respondió ella con grandes sollozos.
-No se preocupe, nosotros la ayudaremos.-dijo Erik tratando de darle esperanza.
La celda estaba cerrada por un gran candado de metal oxidado. A pesar de su tamaño, era viejo por lo que quizá sería fácil romperlo.
-Creo que podemos romperlo.-dijo Erik.
Damen examinó el candado.
-Sí, la cerradura es irregular. Podríamos usar cualquier cosa para abrirlo.
-¿Por qué no solo usa su descomunal fuerza y ya?
-Porque no podemos dejar sospechas. Lo mejor es abrir el candado, sacar a Lauren y volverlo a cerrar.-intervino Caroline.
Damen empezó a forcejearlo. Trató de separar el seguro pero decidió no usar más su fuerza. Trataron de abrirlo con una rama pero la cerradura se desfiguró aún más.  De repente, escucharon que alguien bajaba las escaleras.
-Escóndanse en el fondo.-dijo Lauren con voz baja. Y todos corrieron allí, donde la luz de las antorchas no alcanzaba a iluminar.
Había bajado un hombre, seguramente uno de los miembros de la iglesia.
-¿Hay alguien ahí?-preguntó él.-Bruja, ¿alguien bajó?
-No lo sé, busque usted mismo.-respondió Lauren con furia.
El hombre se acercó a ella para amenazarla, pero se dio cuenta de que el candado había sido forzado.
-¿Está intentando escapar?
-Soy una bruja, puedo escapar de la manera que yo quiera.
-Pero será mejor que no lo intente o le irá peor.
-No hay nada peor que la muerte, idiota.
-Cierto.-dijo él con sorna, rió y se fue.
Cuando escucharon que las puertas se cerraron, salieron de su escondite.
-No te preocupes, Lauren. No vas a morir.-dijo Caroline.
Mientras tanto, Erik siguió intentado abrir la celda. Siguió forcejeando la cerradura con una rama mientras tiraba el candado hacia abajo hasta que finalmente, se abrió y sacaron a Lauren de la celda.
Antes de salir del sótano, se fijaron que nadie los estuviera observando. Rodearon de nuevo la iglesia y justo cuando estaban atravesando la plazoleta para subir al carruaje…
-¡Alto ahí!-gritó el mismo hombre que había bajado.- ¡No den un paso más o todos morirán!
Los cuatro se detuvieron en seco, pero Damen no se dejó llevar por tan ridícula amenaza. En cuestión de segundos, corrió hacia él y lo mordió. Pero con el grito había alertado a los demás encargados de las celdas, y ya todos habían salido de la iglesia.
-¡Vampiro! ¡Es un vampiro!-gritó uno de ellos señalando a Damen.
Era un grupo de unos diez hombres y todos se le abalanzaron tratando de detenerlo, pero Damen los mandaba muy lejos con tan solo un empujón. Mientras tanto, Erik, Caroline y Lauren escaparon de allí en el carruaje a toda velocidad. En el camino notaron que los demás vampiros se dirigían a toda velocidad a la plazoleta. El grupo de personas se había agrandado y todos fueron a ayudar a Damen. Entre todos empezaron a morderlos y a golpearlos con fuerza y poco a poco dejaron los cadáveres quedaron vacíos. Habían acabado con todos en solo unos minutos. Gran cantidad de miembros de la iglesia habían fallecido quedando en la plazoleta un mar de muertos y sangre. No les importó dejarlos ahí y regresaron al castillo.
Lauren se encontraba a salvo. Ahora no había nadie que pudiera detenerla pero Damen insistió en que sería mejor que se quedara en el castillo. Recordó Erik lo que había sucedido aquella tarde cuando vio a la pequeña Emily en el vestíbulo leyendo un libro.
-Hola, Emily.-la saludó Erik.-Me gustaría hablar contigo.-y se sentó a su lado.
-¿Sobre lo que pasó esta tarde?-preguntó ella con una voz melodiosa y tierna sin apartar los ojos del libro.
-Así es. ¿Podrías explicarme que fue lo que sucedió?
-No puedo decírselo de inmediato. Sólo le diré una sola palabra: alucinación. Y por favor, ya no me pregunte más cosas, estoy ocupada.-Emily dijo esta última frase tratando de parecer ruda, pero en realidad le sonó muy enternecedor.
-Está bien, gracias.-dijo Erik sonriendo y salió del vestíbulo.
¿Alucinación? ¿Ahora estoy alucinando? Si es así, ¿cuándo voy a despertar?
Subió al pasillo donde se encontraba su habitación con aquella palabra revoloteándole en la cabeza y de nuevo, una sorpresiva y macabra escena. En el fondo del pasillo estaba Jean con Lauren entre sus brazos bebiendo la sangre de su cuello mientras ella moría lentamente.
ef

miércoles, 9 de enero de 2013

Día 14, Capítulo 7


Capítulo 7
Jean Schweitzer
D
espertó en la tarde del día siguiente. Sentía en la frente algo frío que se le escurría por sus sienes. Estaba acostado en su cama y poco a poco abrió sus ojos. Caroline estaba sentada a su lado poniéndole paños de agua fría en la frente. Al verlo, ella dibujo una pequeña sonrisa en sus labios, pero Erik no se sentía feliz de verla. Obviamente estaba agradecido por sus cuidados pero no le había gustado que hubiera mentido acerca de su propia vida.
-¿Qué me pasó?-preguntó con un hilo de voz.
-No lo sé exactamente. Solo lo encontré en el jardín de la casa de John.
Erik guardó silencio. Caroline remojó el paño en la taza de agua fría y la puso de nuevo en su frente. Su piel no se erizó a pesar del agua congelada, todo su cuerpo tenía la misma temperatura.  De repente, recordó lo que le iba a suceder a Lauren.
-Lauren va morir.
-¿Cómo lo sabe?
-Anoche cuando estuve en su casa me lo dijo. También me dijo que usted era una mujer muy diferente a las demás.-la voz de Erik era débil pero le agradeció a su alma que lo dejó hablar sin miedo.
Caroline suspiró.
-¿Cuándo van a ejecutar a Lauren?-preguntó ella. Parecía estar tranquila pero por dentro la tristeza la carcomía.
-No lo sé. Pero le prometí que iba a ayudarla. Se lo dije a John y él hablará hoy con Damen.
Esa tarde estaba nublada y fría. Las calles estaban solitarias y el frío aire zumbaba entre las paredes de las calles y callejones. La única memoria que Erik tenía de la noche anterior era trozos de la conversación con Lauren, la tétrica casa de John y la imagen de Alexander. El resto lo había olvidado por completo. Ahora quería escuchar de los labios de Caroline la historia que anoche había descubierto, quería que ella confesara todo acerca de su vida real y dejara ya de mentir.
-¿Qué es lo que sucede con usted?-preguntó Erik.
-¿Suceder de qué?
-De su verdadera vida. Usted no es una mujer común. Así como me dijo que entre su libro hay una historia escondida, en su vida también hay una. Y esa historia es la misma que está narrada en el libro.
Caroline se puso nerviosa, pero lo ocultó tras un enfado falso.
-Usted está muy equivocado. Le pido por favor que deje ahora mismo de calumniarme.
-¿Cómo puedo estar equivocado si me lo dijo su mejor amiga? Ya lo sé todo, Caroline. Simplemente quiero que usted me lo diga.
Ella suspiró.
-Erik, esa noche fue una de las más tormentosas de mi vida. No soy capaz ni siquiera de recordar lo que sucedió, por favor entiéndame.
-¿Entonces cómo puede leer el libro que describe lo mismo?
-Ese libro no dice lo que sucedió esa noche. Tiene escrito todo lo que viví con Jean.
-Yo tengo el libro. Su libro. He leído un poco y puede que no lo describa detalladamente pero sí muestra un pequeño reflejo de lo sucedido.
Caroline guardó silencio por un momento. Finalmente Erik ya sabía la verdad y comenzaría la nueva etapa. Todo marchaba muy rápido, mucho más de lo que ella había pensado.
-De veras lo siento, Erik.
-¿Por qué lo hizo? ¿Por qué me mintió tantas veces?
-Porque pensé que si usted se enteraba se alejaría de mí, y no quería que eso pasara.
-Caroline, yo jamás me separaría de usted.
Ella lo abrazó con fuerza y se acercó a su pálido rostro. Luego de haberlo mirado fijamente a los ojos, lo besó profundamente. Profunda y tristemente.
Caída la noche, John habló con Damen.
-La mujer que ha estado ayudando a Erik va morir. Es una pitonisa, parece que la han denunciado ante la iglesia y seguramente la quemarán.-explicó John.
-¿Cuándo la van a ejecutar?-preguntó Damen.
-No lo sé. Supongo que dentro de pocos días. Erik me pidió ayuda.
-Pienso que es lo correcto. Primero debemos saber quién fue el que la demandó y darle muerte antes de que avise donde está la casa de la pitonisa. Luego debemos refugiar a la mujer.
Erik ya se sentía mejor y se encontraba en el vestíbulo ojeando una serie de libros que había encontrado en la biblioteca tratando de encontrar información acerca de Jean. En ese momento, Damen entró.
-Señor Jügerhof, John acaba de hablarme acerca de lo que le sucede a la pitonisa. La voy ayudar pero necesito que me lleve a su casa.
-Por supuesto, muchas gracias por ayudarme a mí y a ella también.
En ese mismo instante partió con Damen y John en un carruaje a casa de Lauren. En el camino, Erik divisó en la calle al doctor Deux.
-¡Doctor!-gritó Erik  desde la ventana del carruaje y éste se detuvo.
-Señor Jügerhof, me alegra verlo de nuevo. Parece que ya está totalmente recuperado.
-Claro que sí, gracias a su tratamiento. Pero necesito otro favor.
El doctor se acercó.
-¿Qué se le ofrece?
-Supongo que como usted trabaja con todo eso de la ciencia, debe saber algo sobre los vampiros, ¿no es así?-dijo Erik hablando en voz baja, sacando la cabeza por la ventana.
-Sí, conozco sobre ellos. ¿Quiere que le traiga información?
-No, necesito información de un vampiro en especial. Su nombre es Jean Schweitzer.
-Creo que he leído sobre él. Le llevaré lo que consiga.
-Muchas gracias, doctor Deux. Buenas noches.-dijo Erik y el carruaje avanzó antes de que terminara de despedirse.
-¡Buenas noches, señor Jügerhof!-gritó el doctor.
-¿Con quién hablaba?-preguntó Damen.
-Con el doctor Deux, solo pasó a saludar.-con  esa respuesta evitó que Damen siguiera haciendo más preguntas.
Unos minutos más tarde llegaron a casa de Lauren. Los tres se bajaron del carruaje y Erik golpeó la puerta. Esta vez tardó en abrir la puerta lo cual lo inquietó. Volvió a golpear con más fuerza hasta que Lauren por fin abrió.
-Señorita Lauren, ¿se encuentra bien?-preguntó Erik.
-Sí, estoy bien. Entren.-a pesar de que Lauren se le veía tranquila, su voz sonaba preocupada.
-Lauren, ellos son Damen y John. Conmigo haremos todo lo posible por ayudarla.-dijo Erik.
-Muchas gracias por venir. De verdad estoy segura que esto les será recompensado.-respondió Lauren con una sonrisa aunque su miedo no desaparecía.
-Señorita Lauren, para empezar; necesito que me diga cuál fue la persona que la denunció.-replicó Damen.
-Acabo de saberlo por medio de la bola de cristal. Las personas que lo hicieron son las que viven a tres casas de aquí. No sé cómo se dieron cuenta.
-No se preocupe, ésta va a ser la última noche de ellos sobre la tierra. Pero una vez que ellos estén muertos usted tendrá que refugiarse en otro lado. De ahora en adelante va a ser peligroso que se quede en su casa.
-Pero no tengo a dónde irme.
-Usted se va a quedar en casa de John el tiempo que sea necesario.-al escuchar eso John hizo un disimulado gesto de desaprobación pero Lauren lo notó.
-No, no es necesario. Buscaré otro lugar.-dijo ella.
-No tiene por qué hacerlo. Estaré a gusto de recibirla en mi casa.-dijo John pero no porque en realidad se sentía gustoso, sino porque Damen lo había dicho. Jamás le habían gustado las personas que practicaban ese tipo de cosas y estando en esa casa; se sentía en un ambiente nocivo para él.
-Le sugiero que se vaya de aquí ahora mismo, mientras tanto John y yo nos haremos cargo de las personas.
-Estoy totalmente de acuerdo. Muchas gracias por su ayuda.-dijo Lauren.- ¿Pero qué pasará en caso de que empiecen a buscarme?
-Ya veré que hacer, usted solamente empiece su mudanza, todo va a salir bien.
En ese momento empezó a empacar sus cosas con ayuda de Erik. Mientras tanto, Damen y John fueron a la casa y treparon la pared como arañas metiéndose en una ventana que daba a una habitación. En ella estaba una mujer joven la cual Damen tomó por los hombros y la mordió de inmediato sin que ella tuviera tiempo de reaccionar. No le succionó la sangre sino que dejó que muriera lenta y dolorosamente desangrándose su cuello. La mujer quedó tendida en el suelo en medio de un charco de su propia sangre. Para camuflar la herida, John sacó un puñal del bolsillo de su abrigo y abrió más las marcas e hizo otras en su estómago y los brazos.
Salieron de esa habitación y revisaron otra pero estaba vacía, bajaron al primer piso y en el comedor había un hombre también joven que leía el periódico. Él los vio en el umbral y se levantó buscando la manera de defenderse, pero Damen se le abalanzó y enterró el cuchillo en su estómago y en su cuello muriendo de la misma forma que la mujer. Una vez muerto, se dirigieron a la sala donde se encontraba una niña de unos siete años que ojeaba un libro lleno de vivos dibujos.
-¿Qué le hacemos a la pequeña, también la matamos?-preguntó John en voz baja asegurándose de que la niña no los viera ni los escuchara.
-No. Será mejor que la llevemos al castillo. A los vampiros les encantará tener una niña.-respondió Damen y se le acercó lentamente.
La niña se asustó y sus ojos se aguaron pero se calmó cuando vio que Damen le sonreía. Segundos después, la mordió dejando que saliera su sangre humana. Con el puñal, Damen hizo una pequeña herida en su muñeca y dejó que la niña bebiera para que ahora entrara la sangre inmortal. La pequeña entró en un corto sueño mientras que su herida se cerró, sus colmillos crecieron  y su alma entró a la inmortalidad. Cuando despertó sus ojos cambiaron de ser negros a azul oscuro, como los de Damen. La niña sonrió.
Antes de que salieran de la casa, se percataron de que nadie los estuviera viendo. Damen salió tomando a la niña de una mano. Ciertamente era bella. Su cabello voluminoso, crespo y rubio contrastaba muy bien con su piel blanca y sus nuevos ojos azules. Emanaba mucha ternura aunque en su corazón había despertado su sed de sangre. Los vampiros estarán felices de tenerla en el castillo.
Mientras tanto, Erik y Lauren se dirigían a casa de John. La preocupación de Lauren había amainado un poco aunque el pensamiento de que la buscarían no la dejaba tranquilizarse por completo.
-Siento mucho incomodarlo de esta manera.-dijo Lauren a John quien ya la estaba esperando.
-No se preocupe. Ya le dije que es un gusto para mí ayudarla. Le indicaré su habitación.-respondió John.
Subieron al segundo piso y le mostró su habitación que era muy amplia pero con solo una cama, una mesa de noche y un candelabro. Se veía muy vacía y Lauren no estaba acostumbrada a eso, pero tendría que hacerlo. De no ser por John moriría en cualquier instante.
-Acomódese como quiera. Buenas noches.-dijo John y cerró la puerta.
Lauren solo sonrió. A pesar de que por ahora se encontraba a salvo tenía un mal presentimiento acerca de todo eso.
Erik se dirigió al castillo en el carruaje. Por ahora estaba tranquilo puesto que muchas preguntas se habían respondido. Solo tenía que esperar la respuesta del doctor Deux a menos que Damen lo mandara a reanudar los viajes, lo cual dudaba.
En la sala principal estaba él mostrando la niña a los vampiros. Su nombre era Emily y todos estaban encantados de verla. Mientras hablaban con ella, Damen fue a hablar con Erik.
-Señor Jügerhof, los denunciantes ya han muerto. Era una joven pareja y aquella niña era su hija.
-Bien. Gracias por su ayuda.
-No hay problema. Ahora, volviendo a su trabajo; me temo que el resto de los viajes van a tener que ser suspendidos.
Lo sabía.
-¿Por qué?
-Porque usted corre peligro en este momento. Supongo que ya lo sabía y no pienso arriesgar mi plan ni usted.
-¿Y qué haré mientras tanto?
-Por favor, Erik ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Usted tiene más trabajo de lo que se imagina!
Damen tenía razón. Una vez que reciba información sobre Jean, el verdadero trabajo comenzaría.
-Sí, lo sé. Solo estoy un poco confundido.
-No lo dudo. Vaya a la sala contigua, allí está Caroline; quiere hablar con usted.
Erik salió de la sala principal y se dirigió a la contigua. Estaba muy oscura y apenas puso los pies adentro, la puerta se cerró con fuerza detrás de él. Luego, empezó a sonar una siniestra melodía en violín como las que John sabía tocar.
-¿John? ¿Está ahí?-preguntó Erik.
Pero no recibió respuesta alguna. Las cortinas de la ventana estaban abiertas pero la luz de la luna no entraba. El cielo estaba nublado y una lluvia se avecinaba. Como señal, un gran relámpago iluminó la sala y alcanzó a ver al mismo hombre de la mascarada, con su antifaz puesto, tocando el violín guiándose por unas largas hojas puestas en un atril; las cuales parecían ser las partituras. Erik trataba de aguzar sus ojos tratando de distinguir dónde estaba Caroline, perdida en la profunda oscuridad de la sala. Pero no logró hacerlo, puesto que la lóbrega música lo distraía. Luego de unos minutos, la sinfonía cesó y el hombre habló:
-Caroline, nos vemos de nuevo.
¿Caroline? ¿Quién es el que habla?
-¿Quién está ahí? ¿Quién me habla?-preguntó ella. Su voz se oía desde el otro extremo de la sala y por más que lo intentó, Erik no pudo verla. Poco a poco la lluvia había empezado a caer.
-No finjas que no me conoces, Caroline. Tú sabes muy bien quién soy yo. Actúas así solo porque ha llegado él.
No debería estar aquí. Esta conversación no es para mí.
Hubo un silencio tan absoluto que Erik escuchó su propio pensamiento muy fuerte en su cabeza que le pareció haber hablado; pero el silencio siguió reinando hasta que Caroline lo rompió.
-No sé quién es usted.- aunque lo dijo en un tono que en realidad quería decir que sí lo sabía. Como dijo el hombre desconocido, Caroline estaba fingiendo.
De repente, todas las velas se encendieron. Allí estaba el mismo hombre de la mascarada y el mismo que lo había observado en Berlín y el mismo que Caroline había visto en parís; y al otro extremo del sofá estaba sentada Caroline que lloraba en silencio.
-Jean, ¿Dónde has estado todo este tiempo?
-Jamás me fui. Siempre he estado contigo y te lo demostré en el libro que te di. Sabes que te amé y lo sigo haciendo pero me es imposible creer que te dejaste llevar por los estúpidos y limitados encantos de un mortal.-dijo Jean y le envió una malvadísima mirada a Erik.
Él temblaba de miedo aunque trataba de disimularlo. El hombre que había estado acechando a los vampiros desde hace tanto tiempo, estaba ahora frente a Erik y ahora lo acechaba solo a él
-Jean, lo siento mucho. De verdad lo siento.-dijo Caroline llorando desconsoladamente.
-No te preocupes, Caroline. Tarde o temprano todo esto acabará.-Jean empezó a acercarse lentamente a Erik.
Estaba inmóvil, su alma y su sangre congelados por el miedo. Los horrendos ojos grises de Jean miraban con gran furia los inocentes ojos de Erik.
-Tenga cuidado con lo que hace, Jügerhof. Desde que usted se apareció en este planeta lo he estado vigilando y usted no sabe vivir. Pero descuide, yo le pondré fin a su turbulenta vida.-Jean dejó de mirarlo y salió de la sala. Caroline salió rápidamente detrás de él.
El corazón de Erik seguía latiendo de miedo, en cualquier momento podría detenerse. Su respiración seguía agitada, sus manos temblaban y no podía moverse. Todo su cuerpo estaba petrificado hasta su alma.
-Erik, lo único que puedo decirle acerca de Jean es que no fue él quien la convirtió; simplemente se enamoró de ella. Con el tiempo se obsesionó con Caroline y no quiere que nadie se le acerque, por eso tiene tanta rabia contra usted. Desde que él supo que usted iba a venir, empezó a planearlo todo porque ya sabía lo que iba a suceder. Todo esto estaba ya profetizado. Lo de las sombras y las brumas ha sido planeado por Jean, esos seres son su creación. Además, Jean es un vampiro muy, muy malvado.-dijo Damen apareciendo detrás de él.
¿Acaso hay un vampiro que no lo sea?
-¿Qué son esas hojas que estaba mirando?-su voz parecía sonar normal pero era obvio que el miedo se lo estaba tragando. No podía olvidar ni dejar de sentir la malvada energía que Jean había dejado en la sala y que ahora se había quedado grabada en su corazón para siempre.
-Erik, éstas son pistas que John le dio.-respondió Damen tomando las hojas.-Son las partituras de la ópera y de la pieza que se tocó aquí, en el castillo. Él las escribió. Fue y volvió a Alemania en unos segundos y acomodó todo con los administradores del teatro para que la presentaran en el momento exacto. Lo mismo hizo conmigo. El trabajo de John no es solo ayudarle en los viajes, sino especialmente con lo que sucede con Jean y Caroline.
Por fin, la fría verdad me acobija. Jamás me sentí más aliviado.
-Gracias, Damen.
-Está bien. Ahora, será mejor que vaya a descansar. Luce muy mal.
Erik se dirigió a su habitación y se acostó en la cama. El plan de John fue perfecto y se llevó a cabo con éxito. Seguramente el de Jean debe ser igual de perfecto pero mucho más complejo. Entendió que tenía que despertar y actuar; tomar posesión de cada situación extraña que se le presente y sobre todo; adueñarse de sus sentimientos. No podía dejar que su amor por Caroline se desvaneciera por un obsesionado y tampoco podía dejar perderla por no saber pensar bien. Presintió que de ahora en adelante el trabajo sería arduo y su alma se enfrentaría ante los sucesos más extraños y frívolos que lo pondrían al margen de la muerte.
ef

martes, 8 de enero de 2013

Día 13, Capítulo 6


Capítulo 6
La Mascarada
T
emprano en la mañana del día siguiente partieron de regreso a Versalles con una gran cantidad de falsos invitados emocionados sin saber que en realidad iban a morir. Afortunadamente, el viaje transcurrió sin problemas. Parecía como si el destino guiara todo. Arribaron en el crepúsculo del 18 de Junio. Damen ya tenía en la sala principal del castillo todo lo necesario para la falsa fiesta. Los invitados entraron al castillo y en sus rostros se podía apreciar una gran impresión por tan elegante recinto y la forma en que la sala estaba decorada. Al fondo de la sala principal había una pequeña orquesta con su respectivo coro conformado por los mismos vampiros, al lado derecho había una larga mesa cubierta por un mantel rojo vino donde descansaban platos y bandejas con copas de vino, rojas y brillantes manzanas junto con oscuras uvas. Al lado izquierdo había otra mesa pero más pequeña que la anterior cubierta con un mantel del mismo color. Encima estaba el tema de la fiesta: una mascarada. En la mesa se encontraban una gran variedad de antifaces y máscaras de media cara de todos los colores, tamaños y formas decorados unos con plumas, otros con escarcha, lentejuelas entre muchos otros arreglos.
Al entrar, las personas se acercaron a dicha mesa y escogieron cada uno una máscara. Todos los vampiros tenían puesta una, incluso los que hacían parte de la orquesta y el coro. Simultáneamente, ellos comenzaron a tocar una alegre pero lóbrega melodía. Los vampiros que esa noche lucían mejor que nunca, empezaron a bailar al ritmo de la música. Incluso algunos vampiros incitaron a algunos de los invitados a que bailaran con ellos. La falsa fiesta de Damen había empezado con gran éxito. Los humanos y los vampiros parecían divertirse juntos pero todo era una inmensa trampa, dentro de poco tiempo los vampiros empezarían a atacar. Erik y Caroline también estaban unidos a la celebración bailando juntos con elegantes antifaces pero John había desaparecido. Cuando llegaron al castillo dijo que tenía que irse y que volvería en unos instantes; pero no regresó.
Unos minutos después, la primera pieza había acabado y Damen llamó a Erik llevándolo a la sala contigua. No la había podido detallar bien desde que vio a Damen acabando de asesinar a una joven pero se había propuesto no entrar a ese lugar donde se llevaban a cabo las escalofriantes escenas sangrientas. En cuanto puso un pie dentro de la sala volvió a su mente el recuerdo de aquel día y su corazón se estremeció.
-Ha hecho un buen trabajo, señor Jügerhof. Aquí tiene su recompensa.-dijo Damen mientras se quitaba el antifaz al igual que Erik y le entregó una pequeña bolsa negra llena del dinero que había pedido.
-Muchas gracias, Damen. No lo hubiera podido hacer sin la ayuda de John, Caroline y Joan.
-¿Joan también ayudó? Si es así también lo recompensaré.
En el instante en que Damen terminó de hablar, Erik escuchó desde la sala principal que el coro cantaba la estrofa que tanto lo había aterrorizado en Alemania a pesar de que lo estaban interpretando con un ritmo totalmente diferente.
¿Qué está pasando? ¿Cómo pueden conocer eso?
Unas terribles y fuertes náuseas se apoderaron de su cuerpo añadiéndose un mareo de iguales condiciones. Trató de mostrarse tranquilo.
-Creo que es lo más justo. Ahora si me permite, tengo que irme.-y salió rápidamente de la sala.
Damen no dijo nada y tampoco trató de impedírselo. Sabía muy bien qué era lo que pasaba con él.
Regresó a la sala principal donde el sonido de aquel canto se hizo muchísimo más fuerte dentro de sus oídos haciendo que los extraños síntomas también crecieran. Todas las parejas bailaban muy tranquilamente con sus identidades escondidas felizmente tras las elegantes máscaras, como si ellos no se dieran cuenta del mensaje oculto dentro de la música o como si escucharan algo totalmente diferente y entre ellas, vio un hombre que no pudo identificar puesto que escondía su rostro tras un antifaz dorado decorado con finos espirales blancos. Estaba de pie quieto entre las parejas que daban vueltas y danzaban a su alrededor, mirando a Erik fijamente. Intentó identificarlo, sin éxito así que pasó de largo ante aquella escena y salió del castillo sin que Caroline se diera cuenta. Caminó lo más rápido que pudo tratando de alejarse cuanto antes de aquella horrenda sinfonía.
De nuevo, caminó sin rumbo alguno perdiéndose entre estrechas calles y esquinas de la ciudad solo que la única diferencia era que esa noche nadie lo acechaba, o al menos eso era lo que él creía. Su cabeza y su estómago se habían calmado ya. A pesar de que lo que más deseaba en ese momento era descansar necesitaba saber qué era lo que significaba exactamente aquella estrofa. Si el destino se la había repetido ya tantas veces, era porque tenía que prestarle atención. El único gran problema era que no sabía cómo.
Sumido en sus pensamientos y en su caminata al azar, se dio cuenta de que había llegado a casa de la pitonisa. La sala tenía velas prendidas así que golpeó la puerta. Unos segundos después, abrió.
-Señor Jügerhof, qué gusto verlo de nuevo.-dijo ella con su característica amabilidad.
-Me alegra volver a verla, señorita Lauren. Discúlpeme por molestarla a tan altas horas de la noche, pero necesito su ayuda.
-No se preocupe. Pase.
Erik entró y se sintió a salvo. Pese a que se encontraba en un ambiente totalmente extraño y pesado para él, le pareció que aquel era el lugar en donde debería estar.  Se sentó en el mismo sillón donde se había ubicado la última vez y sintió que su cuerpo y todos sus sentimientos descansaron.
-Cuénteme qué es lo que sucede.-dijo Lauren después de haberle llevado una copa de vino y se sentaba en frente de él.
-En estos últimos meses estuve en unos viajes que Damen me mandó a realizar pero el que más me afectó fue cuando estuve en Alemania y escuché una ópera que parecía decirme algo en especial. No he logrado descifrar el mensaje aunque la verdad sospecho que se trata de Caroline.
-¿Por qué piensa eso?
-Porque creo que ella me esconde algo. Además, dijo que los viajes tenían que ser suspendidos y el libro que ella tanto aprecia  es solo una novela que parece haber sido real.
-Bueno, señor Jügerhof. Usted tiene razón. La vida de Caroline no es como ella se la ha narrado. Ciertamente algunas cosas sí son verdaderas pero hay otras que no. Piense en esto, Erik: cuando un vampiro ve a un humano ¿Qué es lo primero que hace?
-¿Matarlo?
-Exacto. Conociendo aquel orden natural, ¿No le parece que Caroline debería estar muerta?
-No, porque si fuera así yo también ya estaría muerto.
-No precisamente porque usted fue llamado. A usted lo necesitan y es por eso que no puede morir. Caroline no fue llamada, ella debió haber muerto o quizá peor; unirse a los vampiros.
-¿Entonces qué le pasó?
-Verá, señor Jügerhof. Como usted ya sabe, Caroline trabajó para mí durante unos años. Recuerdo muy bien la noche de 1707, cuando ella tenía 17 años; en que ella me contó que mucho antes de que me conociera sentía que la perseguían una gran cantidad de sombras que no la dejaban dormir ni estar en paz en cualquier lugar que se encontrara. También sentía una fría mirada clavada siempre en su rostro, en sus acciones, en cada momento de su vida e incluso en su alma. Traté de espantar aquellos seres con conjuros y ritos pero todo fue inútil. Otra noche, cuando ella se estaba preparando para ir a casa llegaron dos hombres en un carruaje. Uno de ellos se bajó del coche y no sé cómo lo hizo, pero entró aquí a mi casa. El desconocido preguntó acerca de los servicios que yo podía ofrecer y Caroline le respondió pero esa conversación era solo una trampa para distraerla y morderla en el momento exacto. Me enteré de lo que sucedía en plena transformación y sin pensarlo, lo decapité y esa misma noche quemé su cuerpo. El aspecto de Caroline cambió demasiado. Es por eso que su cabello castaño quedó suspendido en el color grisáceo que ahora tiene. ¿No se ha dado cuenta del color de sus ojos? No tienen un color en específico sino que parece como si estuvieran cambiando constantemente. Afortunadamente, su cálida alma no sufrió ningún cambio. Señor Jügerhof, Caroline es algo así como mitad humana, mitad vampira. Ella no es completamente mortal.
Erik permaneció en silencio.
Eso explica muy bien que casi todas sus conversaciones se basen en códigos secretos.
-¿Tiene esto algo que ver con el escritor del libro, Jean Schweitzer?
 -Él era el otro hombre que estaba en el carruaje. La noche del incidente logró huir. Sin embargo de alguna manera pudo mantener contacto con Caroline y después de que se conocieran ambos cayeron en un profundo amor. Varios años después ese amor se desvaneció y Caroline no volvió a hablar con él. Luego de unos pocos meses, usted llegó a Versalles.
-¿Es decir que es mi culpa?
-No. Quiero decir que Jean lo está buscando. Él sigue muy enamorado de Caroline y no va a permitir que nadie se la quite.
-Pero yo no estoy intentando quitársela.
-¿Está seguro? ¿No hay dentro de usted un confuso sentimiento que no ha querido escuchar?-preguntó Lauren entrecerrando sus ojos.
Erik se auto examinó rápidamente. Ciertamente Caroline se había preocupado mucho por él en estos últimos meses y su gran y amable atención le había agradado mucho. Evidentemente hay un “algo” en Caroline que la hacía extrañamente encantadora y eso lo había seducido, pero pese a ello; el sentimiento no era muy fuerte.
-No puedo decir que la amo. Es cierto que nadie nunca me había tratado de esa manera, con tanto interés y servicio. Quizá usted tiene razón; ella despertó algo en mí pero no es un lazo tan sólido.
-Pero créame que con el hecho de que Caroline siga fijándose en usted, sus sentimientos van a crecer y le aconsejo que no los reprima.
-¿Acaso no es por eso que aquel hombre me persigue?
-Sí, pero el amor lo puede todo. Ahora, regresando al tema; tengo que decirle que la ópera que escuchó en Alemania y la repetición aquí en Francia es exactamente lo que le acabo de contar. Me parece muy extraño de su parte que después de escuchar aquel coro varias veces no haya entendido lo que le querían decir.
-Lo sé, pero es que tengo muchas cosas dentro de la cabeza. Es agobiador vivir cada día con tantos sucesos extraños en mí.
-Entiendo perfectamente qué es lo que sucede. Para terminar, lo único que le puedo decir es: deshágase de Jean Schweitzer. Va a arruinar su vida y los planes de Damen; será mejor que despierte y empiece a tomar posesión de su propia vida.
Erik suspiró.
-Voy a tenerlo muy en cuenta. Otra cosa. ¿Por qué Caroline terminó trabajando para Damen?
-Cuando la relación de Caroline y Jean terminó, él le envió una amenaza. Dijo que tenía que alejarse de mí o me mataría y que lo mejor era que se acercara más a la naturaleza de los vampiros. No sé muy bien cómo sucedió, pero conoció a Damen y fue por eso que ahora trabaja con él y no conmigo.
-Vaya, es realmente…aterrador.
Lauren asintió y unos segundos después, empezó a llorar. Dejó derramar lágrimas de sus ojos llorando en silencio tragándose el fuerte nudo que había en su garganta para evitar irrumpir en grandes sollozos y alaridos.
-Señorita Lauren, ¿se encuentra bien? ¿Qué sucede?
Tardó en contestar. Tomó aire y trató de sacar fuerzas para hablar.
-Señor Jügerhof, voy a morir.
-¡¿Qué?! ¿Por qué?
-Alguien se ha dado cuenta de mi trabajo y me ha denunciado a la iglesia. Dentro de unos días me quemarán.
El corazón de Erik dio un vuelco de rabia y tristeza dentro de su pecho.
Debe ser obra de Schweitzer.
-Trate de calmarse, haré todo lo posible para que eso no suceda.
-No, Erik. Usted haga lo que tiene que hacer.
-¡Por supuesto que no! Usted me ha ayudado demasiado y tengo que recompensárselo. Le avisaré a Damen. Seguro él podrá ayudarla.-dijo Erik y se levantó del sillón al tiempo con Lauren.
-Muchas gracias, señor Jügerhof.-dijo ella y lo abrazó hundiéndose en su pecho y sus lágrimas.
Absolutamente nadie va a morir. Nadie.
Lauren había logrado relajarse un poco. Erik se despidió y se fue a pesar de que caía una fuerte tormenta. Con solo caminar un poco su ropa y sus zapatos quedaron totalmente empapados y decidió que ya no podría seguir. A lo lejos, divisó una casa muy diferente y alejada de las demás. Parecía más bien un pequeño castillo. Corrió hacia ese lugar. La casa tan gótica y lúgubre estaba encerrada por unas rejas de metal negro no muy altas. La pequeña puerta estaba abierta así que entró. Cruzó el jardín medio muerto que tenía tres tumbas. Al pasar entre ellas trató de que ni siquiera un hilo de su ropa las tocara. Ciertamente era una casa que daba miedo pero no le importó, lo único que quería era coger un poco de calor. Subió las escaleras y forcejeó la puerta hasta que logró abrirla.
Por dentro estaba totalmente oscuro. La única luz que tenía era la de los relámpagos y gracias a ella pudo divisar poco a poco pudo la sala donde se encontraba. También era muy elegante pero lóbrega. Caminó un poco tratando de no estrellarse con las mesas hasta que logró sentarse en un sofá. Estaba empapado de pies a cabeza y se preocupó por la persona que viviera allí debido a su intrusión. En ese momento escuchó pasos en la planta de arriba. Había alguien y cada paso que daba la madera del piso crujía. Se estremeció. La persona siguió caminando de un lado a otro unas veces más fuerte y otras veces suavemente. Luego escuchó que dio un portazo. El corazón de Erik latía con tal fuerza y rapidez que podía escuchar cada pálpito. Cada sonido que escuchaba desde arriba hacía eco en sus oídos y se inquietaba con el siguiente ruido que era más fuerte que el anterior. Por un momento los estruendos cesaron. Su corazón pareció calmarse; pero la serenidad no duró demasiado cuando escuchó que ahora esa persona bajaba las escaleras. Contuvo el aliento y su corazón volvió a palpitar estrepitosamente, sus manos empezaron a temblar y se olvidó por completo del frío que encerraba su cuerpo. Sin saber por qué, pensó que algo le iba a pasar, que se encontraría con la peor persona. Siguió bajando y antes de que terminara las velas de la sala se encendieron por sí mismas aumentando sus nervios sintiendo ganas de salir corriendo de allí hasta que aquella persona entró a la sala. Era John.
Soltó un gran suspiro de alivio. Tardó en calmar su corazón y su respiración.
-Erik, ¿qué hace aquí?
-Afuera llueve. Este fue el único lugar que encontré y las puertas estaban abiertas.-respondió Erik aún con la respiración agitada.
-¿Y por qué está fuera del castillo? Se supone que debe estar en la fiesta.
-Pasó algo extraño y decidí salir de allí. Luego fui a casa de Lauren. Me habló un poco sobre Caroline.
-O sea que ya conoce su verdadera identidad.
-Sí. ¿Usted ya lo sabía?
-Por supuesto. ¿Pero sí se da cuenta de que sí es posible averiguar las cosas en lugar de estarlas preguntando?
-Sí, sí. Pero va a ser difícil. Entonces será mejor que ni le pregunte si sabe algo acerca de Jean Schweitzer.
-Tiene razón.
-¿Y usted qué hace aquí?
-Esta es mi casa.
-¿Su casa?
-Sí. La compré hace poco y mi piso y mi sofá ya están mojados.
-De verdad lo siento.-dijo Erik y se levantó del sofá que era de color rojo.
-No importa. Ahora será mejor que regrese al castillo antes de que Damen se entere de su ausencia.
-Sí, pero antes quería decirle algo aunque dudo que pueda ayudarme.
-No me subestime, Erik. Nosotros podemos hacer cualquier cosa.
-En ese caso, la pitonisa Lauren va a ser quemada viva puesto que alguien se ha dado cuenta de su trabajo y el avisó a los miembros de la iglesia. En verdad quiero hacer algo por ella, me ha ayudado mucho.
-Es lo más justo. Creo que podré hablar con Damen al respecto aunque no tengo idea quien es ella.
-Estoy seguro de que Damen sí sabe quién es. Además, Caroline es su mejor amiga y ella también tiene que saberlo.
-Tiene razón, pero hablaré mañana con él. Ahora estoy algo ocupado.
-Está bien. Gracias.
Erik se despidió y salió de la casa. Pero no pudo dar un paso con lo que vio. Afuera la tempestad aún seguía con todo su furor, los enceguecedores relámpagos iluminaban casi todo el lugar por unos segundos y el sonido de los truenos hacía eco en las paredes de la casa. Añadido a eso había tres sombras que flotaban circularmente sobre las tres tumbas, una detrás de otra y a lo lejos entre los árboles, la luz de un fuerte relámpago le dio suficiente luz como para poder ver al difunto Alexander van Luthenberg con su cabello al aire, su mirada perversa y una malvada sonrisa en sus labios. Por cada destello de luz que le daban los relámpagos, podía ver que Alexander se estaba acercando a él. Su corazón volvió a enloquecer pero esta vez su alma también lo hizo. Junto al miedo, también creció un gran mareo y un fuerte malestar. No podía apartar la mirada de Alexander ni de las sombras que amenazaban con entrar a su cuerpo en cualquier momento. Golpeó la puerta con fuerza, la forcejeó pero no recibió respuesta. Ni siquiera se veía la luz que debería emanarse desde la ventana de la sala. Era como si John hubiera desaparecido, como si la casa estuviera abandonada. Con Alexander cada vez más cerca cruzó por su mente una serie de imágenes de su propia vida en su solitaria juventud, en su triste adultez y el viaje a Versalles. Toda una película se presentó ante sus ojos, la película de aquella vida donde él había sido el protagonista que perdió la esperanza de un final feliz.
Alexander estaba ya a pocos metros de distancia y de repente, entró una sombra por el pecho de Erik. Alexander soltó una fuerte e infernal carcajada. Sintió una energía extraña que hizo que bajara las escaleras dando pesados pasos quedando ya a pocos centímetros de encontrarse cara a cara con Alexander. Él siguió riendo maléficamente mientras la segunda sombra entró y posteriormente, la tercera. Su cuerpo no se había herido, pero su alma había sido rajada en miles de pedazos. Su cabeza dio vueltas con la malvada risa retumbándole en los oídos y finalmente cayó desmayado bajo la lluvia.
ef