Capítulo
8
Muerte
Inevitable
E
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n la tarde del día
siguiente, Erik decidió salir del castillo. La noche anterior no había podido
dormir con tranquilidad pero no porque sintiera miedo, sino porque la confusión
se apoderaba cada vez más de su mente. Mientras caminaba, trató de pensar en
una manera de acabar con todo; y deseó muchísimas veces regresar a casa y
reanudar su monótona vida solitaria que continuar por el camino de muerte.
Caminó al menos por dos horas sin rumbo alguno y no pudo sentir el cansancio
puesto que sus acaudalados pensamientos lo distraían. Sin darse cuenta, se
alejó mucho de la ciudad y había llegado a un bosque.
Era espeso y estaba cubierto por una densa sábana de
niebla que no le permitió ver más allá de los árboles cercanos. Entonces continuó
su camino despaciosamente entre los árboles y plantas. Se escuchaban extraños
sonidos de animales, agua, de hojas sacudiéndose y de cuervos que graznaban y
pasaban volando alto en el cielo sobre su cabeza. Miraba detrás de sí de vez en
cuando tratando de no perder de vista la salida, pero ya era tarde. Lo único que
podía ver a su alrededor eran árboles
altos y frondosos, arbustos y plantas de toda clase acompañados de los extraños
sonidos revoloteando en sus oídos.
Pronto, notó que
había estado caminando en círculos puesto que vio que había pasado en frente de
las mismas flores púrpuras y el mismo
árbol de ramas muy gruesas y retorcidas. El hecho de ver tantos árboles y a su
alrededor y caminar sin rumbo le causó mareo así que cerró sus ojos por un
momento pero cuando los volvió abrir, el cielo estaba teñido de rojo, los
árboles estaban secos y las plantas totalmente muertas.
¿Dónde estoy? ¿Qué
está pasando aquí?
-¡Jügerhof!-lo llamó alguien detrás de él.
Volteó rápidamente y era Jean quien sostenía una larga
espada. En ese momento su corazón se encendió y emprendió la carrera. Corrió
sin rumbo alguno atravesando árboles y secos arbustos mientras que Jean lo
seguía arriba, entre las ramas de los árboles. La adrenalina que había estado
atascada en su cuerpo estaba saliendo a flote, jamás se había sentido tan
ligero y a pesar de que no sabía a dónde iba, corrió como si tuviera ya en
mente un camino junto con la neblina que cubría sus ojos y se los humedecía.
Miró a los árboles pero Jean había desaparecido. Erik
se detuvo y respiró un poco aunque no se sentía tan exhausto. A lo lejos divisó
una silueta negra con forma de hombre bajo un árbol y en una de sus ramas había
atado un columpio que alguien montaba. Se acercó caminando lentamente, mirando
constantemente a su alrededor pendiente de la reaparición de Jean. Cuando había
llegado se dio cuenta de que el hombre estaba colgado del árbol, ahorcado. Y
ese hombre era él mismo, Erik Jügerhof.
¿Estoy muerto?
Su corazón entró en una fuerte esquizofrenia latiendo
como nunca y sus pensamientos empezaron a revolverse. También notó que la
persona que se estaba meciendo en el columpio era la pequeña Emily.
-¡Emily! ¿Qué haces aquí?-preguntó Erik acercándose.
-La pregunta es, ¿qué hace usted aquí?-replicó ella
con toda tranquilidad como si conociera muy bien aquel lugar y lo que sucedía.
-Desperté aquí.
-Y el hecho de que esto esté pasando, ¿No le da una
idea de lo que debería suceder en su vida?-preguntó ella sin dejar de columpiarse.
Erik tardó en contestar. Lo más probable era que todo
eso fuera una pista de lo que iba a suceder o lo que tenía que hacer. Pero no
alcanzó a responder cuando sintió detrás de él la malvada energía de Jean, y
volvió a echar a correr. Emily solamente quedó columpiándose mirando lo que
pasaba.
Mientras corría, la sorprendente velocidad de Jean lo
alcanzó pero antes de que él pudiera hacerle daño, le rapó velozmente la espada
de su mano y la apuntó al cuello de Jean. Ahora era él el que estaba en peligro
de muerte y Erik se alivió por ello.
-Yo no voy a morir, Schweitzer. El que va a morir es usted. Tengo razón y
usted lo sabe.-dijo Erik con normalidad, muy confiado de sus palabras.
-Está muy equivocado. Haré cualquier cosa por
deshacerme de usted. Usted no es nada más que un simple humano y es mucho más
débil que yo.-respondió Jean sin dejar a un lado su gran maldad y su frívola
aura.
-Tal vez sea cierto, pero la astucia le gana a la
fuerza.-Erik levantó la espada pero justo cuando iba a cortar su cabeza, Jean
desapareció y Erik se tambaleó y cayó al suelo, desmayado.
Unos minutos más tarde, su conciencia había despertado
pero su cuerpo no. En la cabeza le daba vueltas el pequeño diálogo que tuvo con
Emily. Sus palabras lo habían dejado intrigado y aún más lo que le había dicho
a Jean.
¿Cómo pude decirlo?
Mi alma es débil, ¿de dónde saqué fuerza? ¿Cómo pude haberlo amenazado?
El frío recorrió su cuerpo y sintió que algo suave
rozaba su mano. Poco a poco abrió los ojos y lo primero que vio fue el cielo
nocturno con muchas estrellas y la luna cubierta por finas nubes. Miró a los
lados y había un cuervo cerca de él que acompañaba su despertar. Se levantó
lentamente sintiéndose débil aunque le agradeció a su cuerpo por haber hecho
desaparecer el molesto mareo. Aún se encontraba en el bosque, justo en el lugar
donde había quedado acostado como si todo lo hubiera soñado pero estaba seguro
de que no fue un sueño. Sentía el dolor en sus pies por tanto correr, su
cabello húmedo y pegado a su rostro, y su agitado y aun nervioso corazón.
Dio media vuelta y caminó como si ya conociera el
camino y en pocos minutos, logró salir del bosque adentrándose de nuevo a la
ciudad. Tuvo la impresión de que el bosque se había cerrado a propósito porque
todo eso tenía que suceder.
En el camino se encontró con John que al verlo, se
acercó con rapidez.
-Erik, lo estaba buscando. Pasó algo terrible.-dijo
John con su respiración agitada.
-¿Ahora qué?
John suspiró.
-La transformación de Caroline se completó.
-¡¿Qué?! ¡¿Quién lo hizo?!-preguntó Erik con fuerza
deteniendo su caminar.
-Jean, él la terminó.
Desapareció solo para
eso. No quería morir sin terminar su misión.
Erik suspiró profundamente. No solo estaba
furiosísimo, sino también triste; nostálgico. Había perdido su más preciado
tesoro. Su corazón sintió frío y su alma se partió en mil pedazos.
-No he tenido un buen día, quiero olvidarme de
todo.-se quejó continuando su camino.
-Supe que Caroline no quería ser convertida, Jean la
forzó amenazándola de muerte.
-¿Y no había nadie para detenerlo?
-No. Al parecer la llevó a una habitación subterránea
del castillo y allí lo hizo.
-¿Cómo puede Jean entrar y salir del castillo tan
fácilmente?
-No lo sé. Jean es tan
o más hábil que Damen. Detenerlo es imposible.
-¿Quién le dijo todo?
-Katelynn.
-Es decir que quizá ella estuvo presente en el momento
en que sucedió y no hizo nada. Ella está de acuerdo con los planes de Jean y
parece que Damen no lo sabe o simplemente no le importa.
-No lo sé, Erik. Supongo que lo mejor es que hable con
ella. ¡Ah, otra cosa! Encontraron a Lauren.
-¡¿Quién?!
-Los miembros de la iglesia. Traté de hacer todo lo
posible por protegerla pero el día de su ejecución ya está confirmado y en este
momento la tienen retenida en la iglesia.
-¿Cuándo la van a ejecutar?
-En dos días.
Erik permaneció en silencio. Empezó a caminar más
apresuradamente mientras pensaba en algo.
-¿Qué piensa hacer?-preguntó John.
-Vamos a salvarla.
Erik entró rápidamente al castillo y buscó a Damen. No
lo encontró por ningún lado hasta que lo vio salir de un pasillo oscuro que
estaba al fondo de la sala principal cuya existencia Erik no conocía.
-Damen, encontraron a Lauren. Fue raptada por la iglesia.
-¿Cómo fue eso posible?
-No lo sé, pero tenemos que hacer algo.
En ese momento, Caroline bajó las escaleras. Erik se
sorprendió y se entristeció al verla por su cambio tan drástico de aspecto. Su
cabello se había tornado negro y liso, su piel estaba muy blanca y sus labios
pálidos y lo peor de todo: sus ojos habían adoptado el mismo color de los de
Jean. Al verlos, se acordaba de él. Trató de desviar la mirada pero no podía.
-¿Qué sucede?-preguntó ella. Su voz también había
cambiado. Ya no era aquella voz melódica y fina que, cada vez que la escuchaba,
Erik se tranquilizaba. Ahora era una voz más baja, más fría.
-Lauren va a morir.-respondió Damen.
-¡¿Qué?! ¿Acaso no estaba en casa de John?
-Sí, pero lograron ubicarla…
Inmediatamente los tres de dirigieron en un carruaje a
la plazoleta central donde se encontraba la catedral. Cuando llegaron se
bajaron del carruaje y corrieron hasta llegar a la parte trasera de la iglesia.
En el suelo había unas puertas de madera que conducían a un sótano subterráneo.
Por suerte, estaban abiertas y bajaron las escaleras. El sótano consistía en un
pasillo ancho y muy antiguo con celdas a cada lado, como cárceles que estaban
iluminadas con antorchas. En una de ellas estaba Lauren sentada en el suelo de
tierra fría y dura, que lloraba desconsoladamente.
-Señorita Lauren, ¿está bien? –preguntó Erik
acercándose a si celda.
-No, no estoy bien. ¡Quiero salir de aquí!-respondió ella
con grandes sollozos.
-No se preocupe, nosotros la ayudaremos.-dijo Erik
tratando de darle esperanza.
La celda estaba cerrada por un gran candado de metal
oxidado. A pesar de su tamaño, era viejo por lo que quizá sería fácil romperlo.
-Creo que podemos romperlo.-dijo Erik.
Damen examinó el candado.
-Sí, la cerradura es irregular. Podríamos usar
cualquier cosa para abrirlo.
-¿Por qué no solo usa su descomunal fuerza y ya?
-Porque no podemos dejar sospechas. Lo mejor es abrir
el candado, sacar a Lauren y volverlo a cerrar.-intervino Caroline.
Damen empezó a forcejearlo. Trató de separar el seguro
pero decidió no usar más su fuerza. Trataron de abrirlo con una rama pero la
cerradura se desfiguró aún más. De
repente, escucharon que alguien bajaba las escaleras.
-Escóndanse en el fondo.-dijo Lauren con voz baja. Y
todos corrieron allí, donde la luz de las antorchas no alcanzaba a iluminar.
Había bajado un hombre, seguramente uno de los
miembros de la iglesia.
-¿Hay alguien ahí?-preguntó él.-Bruja, ¿alguien bajó?
-No lo sé, busque usted mismo.-respondió Lauren con
furia.
El hombre se acercó a ella para amenazarla, pero se
dio cuenta de que el candado había sido forzado.
-¿Está intentando escapar?
-Soy una bruja, puedo escapar de la manera que yo
quiera.
-Pero será mejor que no lo intente o le irá peor.
-No hay nada peor que la muerte, idiota.
-Cierto.-dijo él con sorna, rió y se fue.
Cuando escucharon que las puertas se cerraron,
salieron de su escondite.
-No te preocupes, Lauren. No vas a morir.-dijo
Caroline.
Mientras tanto, Erik siguió intentado abrir la celda.
Siguió forcejeando la cerradura con una rama mientras tiraba el candado hacia
abajo hasta que finalmente, se abrió y sacaron a Lauren de la celda.
Antes de salir del sótano, se fijaron que nadie los
estuviera observando. Rodearon de nuevo la iglesia y justo cuando estaban
atravesando la plazoleta para subir al carruaje…
-¡Alto ahí!-gritó el mismo hombre que había bajado.-
¡No den un paso más o todos morirán!
Los cuatro se detuvieron en seco, pero Damen no se
dejó llevar por tan ridícula amenaza. En cuestión de segundos, corrió hacia él
y lo mordió. Pero con el grito había alertado a los demás encargados de las
celdas, y ya todos habían salido de la iglesia.
-¡Vampiro! ¡Es un vampiro!-gritó uno de ellos
señalando a Damen.
Era un grupo de unos diez hombres y todos se le
abalanzaron tratando de detenerlo, pero Damen los mandaba muy lejos con tan
solo un empujón. Mientras tanto, Erik, Caroline y Lauren escaparon de allí en
el carruaje a toda velocidad. En el camino notaron que los demás vampiros se
dirigían a toda velocidad a la plazoleta. El grupo de personas se había
agrandado y todos fueron a ayudar a Damen. Entre todos empezaron a morderlos y
a golpearlos con fuerza y poco a poco dejaron los cadáveres quedaron vacíos.
Habían acabado con todos en solo unos minutos. Gran cantidad de miembros de la
iglesia habían fallecido quedando en la plazoleta un mar de muertos y sangre.
No les importó dejarlos ahí y regresaron al castillo.
Lauren se encontraba a salvo. Ahora no había nadie que
pudiera detenerla pero Damen insistió en que sería mejor que se quedara en el
castillo. Recordó Erik lo que había sucedido aquella tarde cuando vio a la
pequeña Emily en el vestíbulo leyendo un libro.
-Hola, Emily.-la saludó Erik.-Me gustaría hablar
contigo.-y se sentó a su lado.
-¿Sobre lo que pasó esta tarde?-preguntó ella con una
voz melodiosa y tierna sin apartar los ojos del libro.
-Así es. ¿Podrías explicarme que fue lo que sucedió?
-No puedo decírselo de inmediato. Sólo le diré una
sola palabra: alucinación. Y por favor, ya no me pregunte más cosas, estoy
ocupada.-Emily dijo esta última frase tratando de parecer ruda, pero en
realidad le sonó muy enternecedor.
-Está bien, gracias.-dijo Erik sonriendo y salió del
vestíbulo.
¿Alucinación? ¿Ahora
estoy alucinando? Si es así, ¿cuándo voy a despertar?
Subió al pasillo donde se encontraba su habitación con
aquella palabra revoloteándole en la cabeza y de nuevo, una sorpresiva y macabra
escena. En el fondo del pasillo estaba Jean con Lauren entre sus brazos
bebiendo la sangre de su cuello mientras ella moría lentamente.
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