Traductor

martes, 8 de enero de 2013

Día 13, Capítulo 6


Capítulo 6
La Mascarada
T
emprano en la mañana del día siguiente partieron de regreso a Versalles con una gran cantidad de falsos invitados emocionados sin saber que en realidad iban a morir. Afortunadamente, el viaje transcurrió sin problemas. Parecía como si el destino guiara todo. Arribaron en el crepúsculo del 18 de Junio. Damen ya tenía en la sala principal del castillo todo lo necesario para la falsa fiesta. Los invitados entraron al castillo y en sus rostros se podía apreciar una gran impresión por tan elegante recinto y la forma en que la sala estaba decorada. Al fondo de la sala principal había una pequeña orquesta con su respectivo coro conformado por los mismos vampiros, al lado derecho había una larga mesa cubierta por un mantel rojo vino donde descansaban platos y bandejas con copas de vino, rojas y brillantes manzanas junto con oscuras uvas. Al lado izquierdo había otra mesa pero más pequeña que la anterior cubierta con un mantel del mismo color. Encima estaba el tema de la fiesta: una mascarada. En la mesa se encontraban una gran variedad de antifaces y máscaras de media cara de todos los colores, tamaños y formas decorados unos con plumas, otros con escarcha, lentejuelas entre muchos otros arreglos.
Al entrar, las personas se acercaron a dicha mesa y escogieron cada uno una máscara. Todos los vampiros tenían puesta una, incluso los que hacían parte de la orquesta y el coro. Simultáneamente, ellos comenzaron a tocar una alegre pero lóbrega melodía. Los vampiros que esa noche lucían mejor que nunca, empezaron a bailar al ritmo de la música. Incluso algunos vampiros incitaron a algunos de los invitados a que bailaran con ellos. La falsa fiesta de Damen había empezado con gran éxito. Los humanos y los vampiros parecían divertirse juntos pero todo era una inmensa trampa, dentro de poco tiempo los vampiros empezarían a atacar. Erik y Caroline también estaban unidos a la celebración bailando juntos con elegantes antifaces pero John había desaparecido. Cuando llegaron al castillo dijo que tenía que irse y que volvería en unos instantes; pero no regresó.
Unos minutos después, la primera pieza había acabado y Damen llamó a Erik llevándolo a la sala contigua. No la había podido detallar bien desde que vio a Damen acabando de asesinar a una joven pero se había propuesto no entrar a ese lugar donde se llevaban a cabo las escalofriantes escenas sangrientas. En cuanto puso un pie dentro de la sala volvió a su mente el recuerdo de aquel día y su corazón se estremeció.
-Ha hecho un buen trabajo, señor Jügerhof. Aquí tiene su recompensa.-dijo Damen mientras se quitaba el antifaz al igual que Erik y le entregó una pequeña bolsa negra llena del dinero que había pedido.
-Muchas gracias, Damen. No lo hubiera podido hacer sin la ayuda de John, Caroline y Joan.
-¿Joan también ayudó? Si es así también lo recompensaré.
En el instante en que Damen terminó de hablar, Erik escuchó desde la sala principal que el coro cantaba la estrofa que tanto lo había aterrorizado en Alemania a pesar de que lo estaban interpretando con un ritmo totalmente diferente.
¿Qué está pasando? ¿Cómo pueden conocer eso?
Unas terribles y fuertes náuseas se apoderaron de su cuerpo añadiéndose un mareo de iguales condiciones. Trató de mostrarse tranquilo.
-Creo que es lo más justo. Ahora si me permite, tengo que irme.-y salió rápidamente de la sala.
Damen no dijo nada y tampoco trató de impedírselo. Sabía muy bien qué era lo que pasaba con él.
Regresó a la sala principal donde el sonido de aquel canto se hizo muchísimo más fuerte dentro de sus oídos haciendo que los extraños síntomas también crecieran. Todas las parejas bailaban muy tranquilamente con sus identidades escondidas felizmente tras las elegantes máscaras, como si ellos no se dieran cuenta del mensaje oculto dentro de la música o como si escucharan algo totalmente diferente y entre ellas, vio un hombre que no pudo identificar puesto que escondía su rostro tras un antifaz dorado decorado con finos espirales blancos. Estaba de pie quieto entre las parejas que daban vueltas y danzaban a su alrededor, mirando a Erik fijamente. Intentó identificarlo, sin éxito así que pasó de largo ante aquella escena y salió del castillo sin que Caroline se diera cuenta. Caminó lo más rápido que pudo tratando de alejarse cuanto antes de aquella horrenda sinfonía.
De nuevo, caminó sin rumbo alguno perdiéndose entre estrechas calles y esquinas de la ciudad solo que la única diferencia era que esa noche nadie lo acechaba, o al menos eso era lo que él creía. Su cabeza y su estómago se habían calmado ya. A pesar de que lo que más deseaba en ese momento era descansar necesitaba saber qué era lo que significaba exactamente aquella estrofa. Si el destino se la había repetido ya tantas veces, era porque tenía que prestarle atención. El único gran problema era que no sabía cómo.
Sumido en sus pensamientos y en su caminata al azar, se dio cuenta de que había llegado a casa de la pitonisa. La sala tenía velas prendidas así que golpeó la puerta. Unos segundos después, abrió.
-Señor Jügerhof, qué gusto verlo de nuevo.-dijo ella con su característica amabilidad.
-Me alegra volver a verla, señorita Lauren. Discúlpeme por molestarla a tan altas horas de la noche, pero necesito su ayuda.
-No se preocupe. Pase.
Erik entró y se sintió a salvo. Pese a que se encontraba en un ambiente totalmente extraño y pesado para él, le pareció que aquel era el lugar en donde debería estar.  Se sentó en el mismo sillón donde se había ubicado la última vez y sintió que su cuerpo y todos sus sentimientos descansaron.
-Cuénteme qué es lo que sucede.-dijo Lauren después de haberle llevado una copa de vino y se sentaba en frente de él.
-En estos últimos meses estuve en unos viajes que Damen me mandó a realizar pero el que más me afectó fue cuando estuve en Alemania y escuché una ópera que parecía decirme algo en especial. No he logrado descifrar el mensaje aunque la verdad sospecho que se trata de Caroline.
-¿Por qué piensa eso?
-Porque creo que ella me esconde algo. Además, dijo que los viajes tenían que ser suspendidos y el libro que ella tanto aprecia  es solo una novela que parece haber sido real.
-Bueno, señor Jügerhof. Usted tiene razón. La vida de Caroline no es como ella se la ha narrado. Ciertamente algunas cosas sí son verdaderas pero hay otras que no. Piense en esto, Erik: cuando un vampiro ve a un humano ¿Qué es lo primero que hace?
-¿Matarlo?
-Exacto. Conociendo aquel orden natural, ¿No le parece que Caroline debería estar muerta?
-No, porque si fuera así yo también ya estaría muerto.
-No precisamente porque usted fue llamado. A usted lo necesitan y es por eso que no puede morir. Caroline no fue llamada, ella debió haber muerto o quizá peor; unirse a los vampiros.
-¿Entonces qué le pasó?
-Verá, señor Jügerhof. Como usted ya sabe, Caroline trabajó para mí durante unos años. Recuerdo muy bien la noche de 1707, cuando ella tenía 17 años; en que ella me contó que mucho antes de que me conociera sentía que la perseguían una gran cantidad de sombras que no la dejaban dormir ni estar en paz en cualquier lugar que se encontrara. También sentía una fría mirada clavada siempre en su rostro, en sus acciones, en cada momento de su vida e incluso en su alma. Traté de espantar aquellos seres con conjuros y ritos pero todo fue inútil. Otra noche, cuando ella se estaba preparando para ir a casa llegaron dos hombres en un carruaje. Uno de ellos se bajó del coche y no sé cómo lo hizo, pero entró aquí a mi casa. El desconocido preguntó acerca de los servicios que yo podía ofrecer y Caroline le respondió pero esa conversación era solo una trampa para distraerla y morderla en el momento exacto. Me enteré de lo que sucedía en plena transformación y sin pensarlo, lo decapité y esa misma noche quemé su cuerpo. El aspecto de Caroline cambió demasiado. Es por eso que su cabello castaño quedó suspendido en el color grisáceo que ahora tiene. ¿No se ha dado cuenta del color de sus ojos? No tienen un color en específico sino que parece como si estuvieran cambiando constantemente. Afortunadamente, su cálida alma no sufrió ningún cambio. Señor Jügerhof, Caroline es algo así como mitad humana, mitad vampira. Ella no es completamente mortal.
Erik permaneció en silencio.
Eso explica muy bien que casi todas sus conversaciones se basen en códigos secretos.
-¿Tiene esto algo que ver con el escritor del libro, Jean Schweitzer?
 -Él era el otro hombre que estaba en el carruaje. La noche del incidente logró huir. Sin embargo de alguna manera pudo mantener contacto con Caroline y después de que se conocieran ambos cayeron en un profundo amor. Varios años después ese amor se desvaneció y Caroline no volvió a hablar con él. Luego de unos pocos meses, usted llegó a Versalles.
-¿Es decir que es mi culpa?
-No. Quiero decir que Jean lo está buscando. Él sigue muy enamorado de Caroline y no va a permitir que nadie se la quite.
-Pero yo no estoy intentando quitársela.
-¿Está seguro? ¿No hay dentro de usted un confuso sentimiento que no ha querido escuchar?-preguntó Lauren entrecerrando sus ojos.
Erik se auto examinó rápidamente. Ciertamente Caroline se había preocupado mucho por él en estos últimos meses y su gran y amable atención le había agradado mucho. Evidentemente hay un “algo” en Caroline que la hacía extrañamente encantadora y eso lo había seducido, pero pese a ello; el sentimiento no era muy fuerte.
-No puedo decir que la amo. Es cierto que nadie nunca me había tratado de esa manera, con tanto interés y servicio. Quizá usted tiene razón; ella despertó algo en mí pero no es un lazo tan sólido.
-Pero créame que con el hecho de que Caroline siga fijándose en usted, sus sentimientos van a crecer y le aconsejo que no los reprima.
-¿Acaso no es por eso que aquel hombre me persigue?
-Sí, pero el amor lo puede todo. Ahora, regresando al tema; tengo que decirle que la ópera que escuchó en Alemania y la repetición aquí en Francia es exactamente lo que le acabo de contar. Me parece muy extraño de su parte que después de escuchar aquel coro varias veces no haya entendido lo que le querían decir.
-Lo sé, pero es que tengo muchas cosas dentro de la cabeza. Es agobiador vivir cada día con tantos sucesos extraños en mí.
-Entiendo perfectamente qué es lo que sucede. Para terminar, lo único que le puedo decir es: deshágase de Jean Schweitzer. Va a arruinar su vida y los planes de Damen; será mejor que despierte y empiece a tomar posesión de su propia vida.
Erik suspiró.
-Voy a tenerlo muy en cuenta. Otra cosa. ¿Por qué Caroline terminó trabajando para Damen?
-Cuando la relación de Caroline y Jean terminó, él le envió una amenaza. Dijo que tenía que alejarse de mí o me mataría y que lo mejor era que se acercara más a la naturaleza de los vampiros. No sé muy bien cómo sucedió, pero conoció a Damen y fue por eso que ahora trabaja con él y no conmigo.
-Vaya, es realmente…aterrador.
Lauren asintió y unos segundos después, empezó a llorar. Dejó derramar lágrimas de sus ojos llorando en silencio tragándose el fuerte nudo que había en su garganta para evitar irrumpir en grandes sollozos y alaridos.
-Señorita Lauren, ¿se encuentra bien? ¿Qué sucede?
Tardó en contestar. Tomó aire y trató de sacar fuerzas para hablar.
-Señor Jügerhof, voy a morir.
-¡¿Qué?! ¿Por qué?
-Alguien se ha dado cuenta de mi trabajo y me ha denunciado a la iglesia. Dentro de unos días me quemarán.
El corazón de Erik dio un vuelco de rabia y tristeza dentro de su pecho.
Debe ser obra de Schweitzer.
-Trate de calmarse, haré todo lo posible para que eso no suceda.
-No, Erik. Usted haga lo que tiene que hacer.
-¡Por supuesto que no! Usted me ha ayudado demasiado y tengo que recompensárselo. Le avisaré a Damen. Seguro él podrá ayudarla.-dijo Erik y se levantó del sillón al tiempo con Lauren.
-Muchas gracias, señor Jügerhof.-dijo ella y lo abrazó hundiéndose en su pecho y sus lágrimas.
Absolutamente nadie va a morir. Nadie.
Lauren había logrado relajarse un poco. Erik se despidió y se fue a pesar de que caía una fuerte tormenta. Con solo caminar un poco su ropa y sus zapatos quedaron totalmente empapados y decidió que ya no podría seguir. A lo lejos, divisó una casa muy diferente y alejada de las demás. Parecía más bien un pequeño castillo. Corrió hacia ese lugar. La casa tan gótica y lúgubre estaba encerrada por unas rejas de metal negro no muy altas. La pequeña puerta estaba abierta así que entró. Cruzó el jardín medio muerto que tenía tres tumbas. Al pasar entre ellas trató de que ni siquiera un hilo de su ropa las tocara. Ciertamente era una casa que daba miedo pero no le importó, lo único que quería era coger un poco de calor. Subió las escaleras y forcejeó la puerta hasta que logró abrirla.
Por dentro estaba totalmente oscuro. La única luz que tenía era la de los relámpagos y gracias a ella pudo divisar poco a poco pudo la sala donde se encontraba. También era muy elegante pero lóbrega. Caminó un poco tratando de no estrellarse con las mesas hasta que logró sentarse en un sofá. Estaba empapado de pies a cabeza y se preocupó por la persona que viviera allí debido a su intrusión. En ese momento escuchó pasos en la planta de arriba. Había alguien y cada paso que daba la madera del piso crujía. Se estremeció. La persona siguió caminando de un lado a otro unas veces más fuerte y otras veces suavemente. Luego escuchó que dio un portazo. El corazón de Erik latía con tal fuerza y rapidez que podía escuchar cada pálpito. Cada sonido que escuchaba desde arriba hacía eco en sus oídos y se inquietaba con el siguiente ruido que era más fuerte que el anterior. Por un momento los estruendos cesaron. Su corazón pareció calmarse; pero la serenidad no duró demasiado cuando escuchó que ahora esa persona bajaba las escaleras. Contuvo el aliento y su corazón volvió a palpitar estrepitosamente, sus manos empezaron a temblar y se olvidó por completo del frío que encerraba su cuerpo. Sin saber por qué, pensó que algo le iba a pasar, que se encontraría con la peor persona. Siguió bajando y antes de que terminara las velas de la sala se encendieron por sí mismas aumentando sus nervios sintiendo ganas de salir corriendo de allí hasta que aquella persona entró a la sala. Era John.
Soltó un gran suspiro de alivio. Tardó en calmar su corazón y su respiración.
-Erik, ¿qué hace aquí?
-Afuera llueve. Este fue el único lugar que encontré y las puertas estaban abiertas.-respondió Erik aún con la respiración agitada.
-¿Y por qué está fuera del castillo? Se supone que debe estar en la fiesta.
-Pasó algo extraño y decidí salir de allí. Luego fui a casa de Lauren. Me habló un poco sobre Caroline.
-O sea que ya conoce su verdadera identidad.
-Sí. ¿Usted ya lo sabía?
-Por supuesto. ¿Pero sí se da cuenta de que sí es posible averiguar las cosas en lugar de estarlas preguntando?
-Sí, sí. Pero va a ser difícil. Entonces será mejor que ni le pregunte si sabe algo acerca de Jean Schweitzer.
-Tiene razón.
-¿Y usted qué hace aquí?
-Esta es mi casa.
-¿Su casa?
-Sí. La compré hace poco y mi piso y mi sofá ya están mojados.
-De verdad lo siento.-dijo Erik y se levantó del sofá que era de color rojo.
-No importa. Ahora será mejor que regrese al castillo antes de que Damen se entere de su ausencia.
-Sí, pero antes quería decirle algo aunque dudo que pueda ayudarme.
-No me subestime, Erik. Nosotros podemos hacer cualquier cosa.
-En ese caso, la pitonisa Lauren va a ser quemada viva puesto que alguien se ha dado cuenta de su trabajo y el avisó a los miembros de la iglesia. En verdad quiero hacer algo por ella, me ha ayudado mucho.
-Es lo más justo. Creo que podré hablar con Damen al respecto aunque no tengo idea quien es ella.
-Estoy seguro de que Damen sí sabe quién es. Además, Caroline es su mejor amiga y ella también tiene que saberlo.
-Tiene razón, pero hablaré mañana con él. Ahora estoy algo ocupado.
-Está bien. Gracias.
Erik se despidió y salió de la casa. Pero no pudo dar un paso con lo que vio. Afuera la tempestad aún seguía con todo su furor, los enceguecedores relámpagos iluminaban casi todo el lugar por unos segundos y el sonido de los truenos hacía eco en las paredes de la casa. Añadido a eso había tres sombras que flotaban circularmente sobre las tres tumbas, una detrás de otra y a lo lejos entre los árboles, la luz de un fuerte relámpago le dio suficiente luz como para poder ver al difunto Alexander van Luthenberg con su cabello al aire, su mirada perversa y una malvada sonrisa en sus labios. Por cada destello de luz que le daban los relámpagos, podía ver que Alexander se estaba acercando a él. Su corazón volvió a enloquecer pero esta vez su alma también lo hizo. Junto al miedo, también creció un gran mareo y un fuerte malestar. No podía apartar la mirada de Alexander ni de las sombras que amenazaban con entrar a su cuerpo en cualquier momento. Golpeó la puerta con fuerza, la forcejeó pero no recibió respuesta. Ni siquiera se veía la luz que debería emanarse desde la ventana de la sala. Era como si John hubiera desaparecido, como si la casa estuviera abandonada. Con Alexander cada vez más cerca cruzó por su mente una serie de imágenes de su propia vida en su solitaria juventud, en su triste adultez y el viaje a Versalles. Toda una película se presentó ante sus ojos, la película de aquella vida donde él había sido el protagonista que perdió la esperanza de un final feliz.
Alexander estaba ya a pocos metros de distancia y de repente, entró una sombra por el pecho de Erik. Alexander soltó una fuerte e infernal carcajada. Sintió una energía extraña que hizo que bajara las escaleras dando pesados pasos quedando ya a pocos centímetros de encontrarse cara a cara con Alexander. Él siguió riendo maléficamente mientras la segunda sombra entró y posteriormente, la tercera. Su cuerpo no se había herido, pero su alma había sido rajada en miles de pedazos. Su cabeza dio vueltas con la malvada risa retumbándole en los oídos y finalmente cayó desmayado bajo la lluvia.
ef

No hay comentarios:

Publicar un comentario