Capítulo 6
La Mascarada
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emprano
en la mañana del día siguiente partieron de regreso a Versalles con una gran
cantidad de falsos invitados emocionados sin saber que en realidad iban a
morir. Afortunadamente, el viaje transcurrió sin problemas. Parecía como si el
destino guiara todo. Arribaron en el crepúsculo del 18 de Junio. Damen ya tenía
en la sala principal del castillo todo lo necesario para la falsa fiesta. Los invitados entraron al castillo y en sus
rostros se podía apreciar una gran impresión por tan elegante recinto y la
forma en que la sala estaba decorada. Al fondo de la sala principal había una
pequeña orquesta con su respectivo coro conformado por los mismos vampiros, al
lado derecho había una larga mesa cubierta por un mantel rojo vino donde
descansaban platos y bandejas con copas de vino, rojas y brillantes manzanas
junto con oscuras uvas. Al lado izquierdo había otra mesa pero más pequeña que
la anterior cubierta con un mantel del mismo color. Encima estaba el tema de la
fiesta: una mascarada. En la mesa se encontraban una gran variedad de antifaces
y máscaras de media cara de todos los colores, tamaños y formas decorados unos
con plumas, otros con escarcha, lentejuelas entre muchos otros arreglos.
Al
entrar, las personas se acercaron a dicha mesa y escogieron cada uno una
máscara. Todos los vampiros tenían puesta una, incluso los que hacían parte de
la orquesta y el coro. Simultáneamente, ellos comenzaron a tocar una alegre
pero lóbrega melodía. Los vampiros que esa noche lucían mejor que nunca,
empezaron a bailar al ritmo de la música. Incluso algunos vampiros incitaron a
algunos de los invitados a que bailaran con ellos. La falsa fiesta de Damen
había empezado con gran éxito. Los humanos y los vampiros parecían divertirse
juntos pero todo era una inmensa trampa, dentro de poco tiempo los vampiros
empezarían a atacar. Erik y Caroline también estaban unidos a la celebración
bailando juntos con elegantes antifaces pero John había desaparecido. Cuando
llegaron al castillo dijo que tenía que irse y que volvería en unos instantes;
pero no regresó.
Unos
minutos después, la primera pieza había acabado y Damen llamó a Erik llevándolo
a la sala contigua. No la había podido detallar bien desde que vio a Damen
acabando de asesinar a una joven pero se había propuesto no entrar a ese lugar
donde se llevaban a cabo las escalofriantes escenas sangrientas. En cuanto puso
un pie dentro de la sala volvió a su mente el recuerdo de aquel día y su
corazón se estremeció.
-Ha
hecho un buen trabajo, señor Jügerhof. Aquí tiene su recompensa.-dijo Damen mientras
se quitaba el antifaz al igual que Erik y le entregó una pequeña bolsa negra
llena del dinero que había pedido.
-Muchas
gracias, Damen. No lo hubiera podido hacer sin la ayuda de John, Caroline y
Joan.
-¿Joan
también ayudó? Si es así también lo recompensaré.
En
el instante en que Damen terminó de hablar, Erik escuchó desde la sala
principal que el coro cantaba la estrofa que tanto lo había aterrorizado en
Alemania a pesar de que lo estaban interpretando con un ritmo totalmente
diferente.
¿Qué está pasando? ¿Cómo pueden conocer eso?
Unas
terribles y fuertes náuseas se apoderaron de su cuerpo añadiéndose un mareo de
iguales condiciones. Trató de mostrarse tranquilo.
-Creo
que es lo más justo. Ahora si me permite, tengo que irme.-y salió rápidamente
de la sala.
Damen
no dijo nada y tampoco trató de impedírselo. Sabía muy bien qué era lo que
pasaba con él.
Regresó
a la sala principal donde el sonido de aquel canto se hizo muchísimo más fuerte
dentro de sus oídos haciendo que los extraños síntomas también crecieran. Todas
las parejas bailaban muy tranquilamente con sus identidades escondidas
felizmente tras las elegantes máscaras, como si ellos no se dieran cuenta del
mensaje oculto dentro de la música o como si escucharan algo totalmente
diferente y entre ellas, vio un hombre que no pudo identificar puesto que
escondía su rostro tras un antifaz dorado decorado con finos espirales blancos.
Estaba de pie quieto entre las parejas que daban vueltas y danzaban a su
alrededor, mirando a Erik fijamente. Intentó identificarlo, sin éxito así que pasó
de largo ante aquella escena y salió del castillo sin que Caroline se diera
cuenta. Caminó lo más rápido que pudo tratando de alejarse cuanto antes de
aquella horrenda sinfonía.
De
nuevo, caminó sin rumbo alguno perdiéndose entre estrechas calles y esquinas de
la ciudad solo que la única diferencia era que esa noche nadie lo acechaba, o
al menos eso era lo que él creía. Su cabeza y su estómago se habían calmado ya.
A pesar de que lo que más deseaba en ese momento era descansar necesitaba saber
qué era lo que significaba exactamente aquella estrofa. Si el destino se la
había repetido ya tantas veces, era porque tenía que prestarle atención. El
único gran problema era que no sabía cómo.
Sumido
en sus pensamientos y en su caminata al azar, se dio cuenta de que había
llegado a casa de la pitonisa. La sala tenía velas prendidas así que golpeó la
puerta. Unos segundos después, abrió.
-Señor
Jügerhof, qué gusto verlo de nuevo.-dijo ella con su característica amabilidad.
-Me
alegra volver a verla, señorita Lauren. Discúlpeme por molestarla a tan altas
horas de la noche, pero necesito su ayuda.
-No
se preocupe. Pase.
Erik
entró y se sintió a salvo. Pese a que se encontraba en un ambiente totalmente
extraño y pesado para él, le pareció que aquel era el lugar en donde debería
estar. Se sentó en el mismo sillón donde
se había ubicado la última vez y sintió que su cuerpo y todos sus sentimientos
descansaron.
-Cuénteme
qué es lo que sucede.-dijo Lauren después de haberle llevado una copa de vino y
se sentaba en frente de él.
-En
estos últimos meses estuve en unos viajes que Damen me mandó a realizar pero el
que más me afectó fue cuando estuve en Alemania y escuché una ópera que parecía
decirme algo en especial. No he logrado descifrar el mensaje aunque la verdad
sospecho que se trata de Caroline.
-¿Por
qué piensa eso?
-Porque
creo que ella me esconde algo. Además, dijo que los viajes tenían que ser
suspendidos y el libro que ella tanto aprecia
es solo una novela que parece haber sido real.
-Bueno,
señor Jügerhof. Usted tiene razón. La vida de Caroline no es como ella se la ha
narrado. Ciertamente algunas cosas sí son verdaderas pero hay otras que no.
Piense en esto, Erik: cuando un vampiro ve a un humano ¿Qué es lo primero que
hace?
-¿Matarlo?
-Exacto.
Conociendo aquel orden natural, ¿No le parece que Caroline debería estar
muerta?
-No,
porque si fuera así yo también ya estaría muerto.
-No
precisamente porque usted fue llamado. A usted lo necesitan y es por eso que no
puede morir. Caroline no fue llamada, ella debió haber muerto o quizá peor;
unirse a los vampiros.
-¿Entonces
qué le pasó?
-Verá,
señor Jügerhof. Como usted ya sabe, Caroline trabajó para mí durante unos años.
Recuerdo muy bien la noche de 1707, cuando ella tenía 17 años; en que ella me
contó que mucho antes de que me conociera sentía que la perseguían una gran
cantidad de sombras que no la dejaban dormir ni estar en paz en cualquier lugar
que se encontrara. También sentía una fría mirada clavada siempre en su rostro,
en sus acciones, en cada momento de su vida e incluso en su alma. Traté de
espantar aquellos seres con conjuros y ritos pero todo fue inútil. Otra noche,
cuando ella se estaba preparando para ir a casa llegaron dos hombres en un
carruaje. Uno de ellos se bajó del coche y no sé cómo lo hizo, pero entró aquí
a mi casa. El desconocido preguntó acerca de los servicios que yo podía ofrecer
y Caroline le respondió pero esa conversación era solo una trampa para
distraerla y morderla en el momento exacto. Me enteré de lo que sucedía en
plena transformación y sin pensarlo, lo decapité y esa misma noche quemé su
cuerpo. El aspecto de Caroline cambió demasiado. Es por eso que su cabello
castaño quedó suspendido en el color grisáceo que ahora tiene. ¿No se ha dado
cuenta del color de sus ojos? No tienen un color en específico sino que parece
como si estuvieran cambiando constantemente. Afortunadamente, su cálida alma no
sufrió ningún cambio. Señor Jügerhof, Caroline es algo así como mitad humana,
mitad vampira. Ella no es completamente mortal.
Erik
permaneció en silencio.
Eso explica muy bien que casi todas sus
conversaciones se basen en códigos secretos.
-¿Tiene
esto algo que ver con el escritor del libro, Jean Schweitzer?
-Él era el otro hombre que estaba en el
carruaje. La noche del incidente logró huir. Sin embargo de alguna manera pudo
mantener contacto con Caroline y después de que se conocieran ambos cayeron en
un profundo amor. Varios años después ese amor se desvaneció y Caroline no
volvió a hablar con él. Luego de unos pocos meses, usted llegó a Versalles.
-¿Es
decir que es mi culpa?
-No.
Quiero decir que Jean lo está buscando. Él sigue muy enamorado de Caroline y no
va a permitir que nadie se la quite.
-Pero
yo no estoy intentando quitársela.
-¿Está
seguro? ¿No hay dentro de usted un confuso sentimiento que no ha querido
escuchar?-preguntó Lauren entrecerrando sus ojos.
Erik
se auto examinó rápidamente. Ciertamente Caroline se había preocupado mucho por
él en estos últimos meses y su gran y amable atención le había agradado mucho.
Evidentemente hay un “algo” en Caroline que la hacía extrañamente encantadora y
eso lo había seducido, pero pese a ello; el sentimiento no era muy fuerte.
-No
puedo decir que la amo. Es cierto que nadie nunca me había tratado de esa
manera, con tanto interés y servicio. Quizá usted tiene razón; ella despertó
algo en mí pero no es un lazo tan sólido.
-Pero
créame que con el hecho de que Caroline siga fijándose en usted, sus
sentimientos van a crecer y le aconsejo que no los reprima.
-¿Acaso
no es por eso que aquel hombre me persigue?
-Sí,
pero el amor lo puede todo. Ahora, regresando al tema; tengo que decirle que la
ópera que escuchó en Alemania y la repetición aquí en Francia es exactamente lo
que le acabo de contar. Me parece muy extraño de su parte que después de
escuchar aquel coro varias veces no haya entendido lo que le querían decir.
-Lo
sé, pero es que tengo muchas cosas dentro de la cabeza. Es agobiador vivir cada
día con tantos sucesos extraños en mí.
-Entiendo
perfectamente qué es lo que sucede. Para terminar, lo único que le puedo decir
es: deshágase de Jean Schweitzer. Va a arruinar su vida y los planes de Damen;
será mejor que despierte y empiece a tomar posesión de su propia vida.
Erik
suspiró.
-Voy
a tenerlo muy en cuenta. Otra cosa. ¿Por qué Caroline terminó trabajando para
Damen?
-Cuando
la relación de Caroline y Jean terminó, él le envió una amenaza. Dijo que tenía
que alejarse de mí o me mataría y que lo mejor era que se acercara más a la
naturaleza de los vampiros. No sé muy bien cómo sucedió, pero conoció a Damen y
fue por eso que ahora trabaja con él y no conmigo.
-Vaya,
es realmente…aterrador.
Lauren
asintió y unos segundos después, empezó a llorar. Dejó derramar lágrimas de sus
ojos llorando en silencio tragándose el fuerte nudo que había en su garganta
para evitar irrumpir en grandes sollozos y alaridos.
-Señorita
Lauren, ¿se encuentra bien? ¿Qué sucede?
Tardó
en contestar. Tomó aire y trató de sacar fuerzas para hablar.
-Señor
Jügerhof, voy a morir.
-¡¿Qué?!
¿Por qué?
-Alguien
se ha dado cuenta de mi trabajo y me ha denunciado a la iglesia. Dentro de unos
días me quemarán.
El
corazón de Erik dio un vuelco de rabia y tristeza dentro de su pecho.
Debe ser obra de Schweitzer.
-Trate
de calmarse, haré todo lo posible para que eso no suceda.
-No,
Erik. Usted haga lo que tiene que hacer.
-¡Por
supuesto que no! Usted me ha ayudado demasiado y tengo que recompensárselo. Le
avisaré a Damen. Seguro él podrá ayudarla.-dijo Erik y se levantó del sillón al
tiempo con Lauren.
-Muchas
gracias, señor Jügerhof.-dijo ella y lo abrazó hundiéndose en su pecho y sus
lágrimas.
Absolutamente nadie va a morir. Nadie.
Lauren
había logrado relajarse un poco. Erik se despidió y se fue a pesar de que caía
una fuerte tormenta. Con solo caminar un poco su ropa y sus zapatos quedaron totalmente
empapados y decidió que ya no podría seguir. A lo lejos, divisó una casa muy
diferente y alejada de las demás. Parecía más bien un pequeño castillo. Corrió
hacia ese lugar. La casa tan gótica y lúgubre estaba encerrada por unas rejas
de metal negro no muy altas. La pequeña puerta estaba abierta así que entró.
Cruzó el jardín medio muerto que tenía tres tumbas. Al pasar entre ellas trató
de que ni siquiera un hilo de su ropa las tocara. Ciertamente era una casa que
daba miedo pero no le importó, lo único que quería era coger un poco de calor.
Subió las escaleras y forcejeó la puerta hasta que logró abrirla.
Por
dentro estaba totalmente oscuro. La única luz que tenía era la de los
relámpagos y gracias a ella pudo divisar poco a poco pudo la sala donde se
encontraba. También era muy elegante pero lóbrega. Caminó un poco tratando de
no estrellarse con las mesas hasta que logró sentarse en un sofá. Estaba
empapado de pies a cabeza y se preocupó por la persona que viviera allí debido
a su intrusión. En ese momento escuchó pasos en la planta de arriba. Había
alguien y cada paso que daba la madera del piso crujía. Se estremeció. La
persona siguió caminando de un lado a otro unas veces más fuerte y otras veces
suavemente. Luego escuchó que dio un portazo. El corazón de Erik latía con tal
fuerza y rapidez que podía escuchar cada pálpito. Cada sonido que escuchaba
desde arriba hacía eco en sus oídos y se inquietaba con el siguiente ruido que
era más fuerte que el anterior. Por un momento los estruendos cesaron. Su
corazón pareció calmarse; pero la serenidad no duró demasiado cuando escuchó
que ahora esa persona bajaba las escaleras. Contuvo el aliento y su corazón
volvió a palpitar estrepitosamente, sus manos empezaron a temblar y se olvidó
por completo del frío que encerraba su cuerpo. Sin saber por qué, pensó que
algo le iba a pasar, que se encontraría con la peor persona. Siguió bajando y
antes de que terminara las velas de la sala se encendieron por sí mismas
aumentando sus nervios sintiendo ganas de salir corriendo de allí hasta que
aquella persona entró a la sala. Era John.
Soltó
un gran suspiro de alivio. Tardó en calmar su corazón y su respiración.
-Erik,
¿qué hace aquí?
-Afuera
llueve. Este fue el único lugar que encontré y las puertas estaban abiertas.-respondió
Erik aún con la respiración agitada.
-¿Y
por qué está fuera del castillo? Se supone que debe estar en la fiesta.
-Pasó
algo extraño y decidí salir de allí. Luego fui a casa de Lauren. Me habló un
poco sobre Caroline.
-O
sea que ya conoce su verdadera identidad.
-Sí.
¿Usted ya lo sabía?
-Por
supuesto. ¿Pero sí se da cuenta de que sí es posible averiguar las cosas en
lugar de estarlas preguntando?
-Sí,
sí. Pero va a ser difícil. Entonces será mejor que ni le pregunte si sabe algo
acerca de Jean Schweitzer.
-Tiene
razón.
-¿Y
usted qué hace aquí?
-Esta
es mi casa.
-¿Su
casa?
-Sí.
La compré hace poco y mi piso y mi sofá ya están mojados.
-De
verdad lo siento.-dijo Erik y se levantó del sofá que era de color rojo.
-No
importa. Ahora será mejor que regrese al castillo antes de que Damen se entere
de su ausencia.
-Sí,
pero antes quería decirle algo aunque dudo que pueda ayudarme.
-No
me subestime, Erik. Nosotros podemos hacer cualquier cosa.
-En
ese caso, la pitonisa Lauren va a ser quemada viva puesto que alguien se ha
dado cuenta de su trabajo y el avisó a los miembros de la iglesia. En verdad
quiero hacer algo por ella, me ha ayudado mucho.
-Es
lo más justo. Creo que podré hablar con Damen al respecto aunque no tengo idea
quien es ella.
-Estoy
seguro de que Damen sí sabe quién es. Además, Caroline es su mejor amiga y ella
también tiene que saberlo.
-Tiene
razón, pero hablaré mañana con él. Ahora estoy algo ocupado.
-Está
bien. Gracias.
Erik
se despidió y salió de la casa. Pero no pudo dar un paso con lo que vio. Afuera
la tempestad aún seguía con todo su furor, los enceguecedores relámpagos
iluminaban casi todo el lugar por unos segundos y el sonido de los truenos
hacía eco en las paredes de la casa. Añadido a eso había tres sombras que
flotaban circularmente sobre las tres tumbas, una detrás de otra y a lo lejos
entre los árboles, la luz de un fuerte relámpago le dio suficiente luz como
para poder ver al difunto Alexander van Luthenberg con su cabello al aire, su
mirada perversa y una malvada sonrisa en sus labios. Por cada destello de luz
que le daban los relámpagos, podía ver que Alexander se estaba acercando a él.
Su corazón volvió a enloquecer pero esta vez su alma también lo hizo. Junto al
miedo, también creció un gran mareo y un fuerte malestar. No podía apartar la
mirada de Alexander ni de las sombras que amenazaban con entrar a su cuerpo en
cualquier momento. Golpeó la puerta con fuerza, la forcejeó pero no recibió
respuesta. Ni siquiera se veía la luz que debería emanarse desde la ventana de
la sala. Era como si John hubiera desaparecido, como si la casa estuviera
abandonada. Con Alexander cada vez más cerca cruzó por su mente una serie de
imágenes de su propia vida en su solitaria juventud, en su triste adultez y el
viaje a Versalles. Toda una película se presentó ante sus ojos, la película de
aquella vida donde él había sido el protagonista que perdió la esperanza de un
final feliz.
Alexander
estaba ya a pocos metros de distancia y de repente, entró una sombra por el
pecho de Erik. Alexander soltó una fuerte e infernal carcajada. Sintió una
energía extraña que hizo que bajara las escaleras dando pesados pasos quedando
ya a pocos centímetros de encontrarse cara a cara con Alexander. Él siguió
riendo maléficamente mientras la segunda sombra entró y posteriormente, la
tercera. Su cuerpo no se había herido, pero su alma había sido rajada en miles
de pedazos. Su cabeza dio vueltas con la malvada risa retumbándole en los oídos
y finalmente cayó desmayado bajo la lluvia.
ef
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