Capítulo 7
Jean Schweitzer
D
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espertó en la tarde del día siguiente. Sentía en la frente algo frío que se le
escurría por sus sienes. Estaba acostado en su cama y poco a poco abrió sus
ojos. Caroline estaba sentada a su lado poniéndole paños de agua fría en la
frente. Al verlo, ella dibujo una pequeña sonrisa en sus labios, pero Erik no
se sentía feliz de verla. Obviamente estaba agradecido por sus cuidados pero no
le había gustado que hubiera mentido acerca de su propia vida.
-¿Qué
me pasó?-preguntó con un hilo de voz.
-No
lo sé exactamente. Solo lo encontré en el jardín de la casa de John.
Erik
guardó silencio. Caroline remojó el paño en la taza de agua fría y la puso de
nuevo en su frente. Su piel no se erizó a pesar del agua congelada, todo su
cuerpo tenía la misma temperatura. De
repente, recordó lo que le iba a suceder a Lauren.
-Lauren
va morir.
-¿Cómo
lo sabe?
-Anoche
cuando estuve en su casa me lo dijo. También me dijo que usted era una mujer
muy diferente a las demás.-la voz de Erik era débil pero le agradeció a su alma
que lo dejó hablar sin miedo.
Caroline
suspiró.
-¿Cuándo
van a ejecutar a Lauren?-preguntó ella. Parecía estar tranquila pero por dentro
la tristeza la carcomía.
-No
lo sé. Pero le prometí que iba a ayudarla. Se lo dije a John y él hablará hoy
con Damen.
Esa
tarde estaba nublada y fría. Las calles estaban solitarias y el frío aire
zumbaba entre las paredes de las calles y callejones. La única memoria que Erik
tenía de la noche anterior era trozos de la conversación con Lauren, la tétrica
casa de John y la imagen de Alexander. El resto lo había olvidado por completo.
Ahora quería escuchar de los labios de Caroline la historia que anoche había
descubierto, quería que ella confesara todo acerca de su vida real y dejara ya
de mentir.
-¿Qué
es lo que sucede con usted?-preguntó Erik.
-¿Suceder
de qué?
-De
su verdadera vida. Usted no es una mujer común. Así como me dijo que entre su
libro hay una historia escondida, en su vida también hay una. Y esa historia es
la misma que está narrada en el libro.
Caroline
se puso nerviosa, pero lo ocultó tras un enfado falso.
-Usted
está muy equivocado. Le pido por favor que deje ahora mismo de calumniarme.
-¿Cómo
puedo estar equivocado si me lo dijo su mejor amiga? Ya lo sé todo, Caroline.
Simplemente quiero que usted me lo diga.
Ella
suspiró.
-Erik,
esa noche fue una de las más tormentosas de mi vida. No soy capaz ni siquiera
de recordar lo que sucedió, por favor entiéndame.
-¿Entonces
cómo puede leer el libro que describe lo mismo?
-Ese
libro no dice lo que sucedió esa noche. Tiene escrito todo lo que viví con
Jean.
-Yo
tengo el libro. Su libro. He leído un
poco y puede que no lo describa detalladamente pero sí muestra un pequeño
reflejo de lo sucedido.
Caroline
guardó silencio por un momento. Finalmente Erik ya sabía la verdad y comenzaría
la nueva etapa. Todo marchaba muy rápido, mucho más de lo que ella había
pensado.
-De
veras lo siento, Erik.
-¿Por
qué lo hizo? ¿Por qué me mintió tantas veces?
-Porque
pensé que si usted se enteraba se alejaría de mí, y no quería que eso pasara.
-Caroline,
yo jamás me separaría de usted.
Ella
lo abrazó con fuerza y se acercó a su pálido rostro. Luego de haberlo mirado
fijamente a los ojos, lo besó profundamente. Profunda y tristemente.
Caída
la noche, John habló con Damen.
-La
mujer que ha estado ayudando a Erik va morir. Es una pitonisa, parece que la
han denunciado ante la iglesia y seguramente la quemarán.-explicó John.
-¿Cuándo
la van a ejecutar?-preguntó Damen.
-No
lo sé. Supongo que dentro de pocos días. Erik me pidió ayuda.
-Pienso
que es lo correcto. Primero debemos saber quién fue el que la demandó y darle
muerte antes de que avise donde está la casa de la pitonisa. Luego debemos
refugiar a la mujer.
Erik
ya se sentía mejor y se encontraba en el vestíbulo ojeando una serie de libros
que había encontrado en la biblioteca tratando de encontrar información acerca
de Jean. En ese momento, Damen entró.
-Señor
Jügerhof, John acaba de hablarme acerca de lo que le sucede a la pitonisa. La
voy ayudar pero necesito que me lleve a su casa.
-Por
supuesto, muchas gracias por ayudarme a mí y a ella también.
En
ese mismo instante partió con Damen y John en un carruaje a casa de Lauren. En
el camino, Erik divisó en la calle al doctor Deux.
-¡Doctor!-gritó
Erik desde la ventana del carruaje y
éste se detuvo.
-Señor
Jügerhof, me alegra verlo de nuevo. Parece que ya está totalmente recuperado.
-Claro que sí, gracias a su tratamiento. Pero necesito
otro favor.
El doctor se acercó.
-¿Qué se le ofrece?
-Supongo que como usted trabaja con todo eso de la
ciencia, debe saber algo sobre los vampiros, ¿no es así?-dijo Erik hablando en
voz baja, sacando la cabeza por la ventana.
-Sí, conozco sobre ellos. ¿Quiere que le traiga
información?
-No, necesito información de un vampiro en especial. Su
nombre es Jean Schweitzer.
-Creo que he leído sobre él. Le llevaré lo que
consiga.
-Muchas gracias, doctor Deux. Buenas noches.-dijo Erik
y el carruaje avanzó antes de que terminara de despedirse.
-¡Buenas noches, señor Jügerhof!-gritó el doctor.
-¿Con quién hablaba?-preguntó Damen.
-Con el doctor Deux, solo pasó a saludar.-con esa respuesta evitó que Damen siguiera
haciendo más preguntas.
Unos minutos más tarde llegaron a casa de Lauren. Los
tres se bajaron del carruaje y Erik golpeó la puerta. Esta vez tardó en abrir
la puerta lo cual lo inquietó. Volvió a golpear con más fuerza hasta que Lauren
por fin abrió.
-Señorita Lauren, ¿se encuentra bien?-preguntó Erik.
-Sí, estoy bien. Entren.-a pesar de que Lauren se le
veía tranquila, su voz sonaba preocupada.
-Lauren, ellos son Damen y John. Conmigo haremos todo
lo posible por ayudarla.-dijo Erik.
-Muchas gracias por venir. De verdad estoy segura que
esto les será recompensado.-respondió Lauren con una sonrisa aunque su miedo no
desaparecía.
-Señorita Lauren, para empezar; necesito que me diga
cuál fue la persona que la denunció.-replicó Damen.
-Acabo de saberlo por medio de la bola de cristal. Las
personas que lo hicieron son las que viven a tres casas de aquí. No sé cómo se
dieron cuenta.
-No se preocupe, ésta va a ser la última noche de
ellos sobre la tierra. Pero una vez que ellos estén muertos usted tendrá que
refugiarse en otro lado. De ahora en adelante va a ser peligroso que se quede
en su casa.
-Pero no tengo a dónde irme.
-Usted se va a quedar en casa de John el tiempo que
sea necesario.-al escuchar eso John hizo un disimulado gesto de desaprobación
pero Lauren lo notó.
-No, no es necesario. Buscaré otro lugar.-dijo ella.
-No tiene por qué hacerlo. Estaré a gusto de recibirla
en mi casa.-dijo John pero no porque en realidad se sentía gustoso, sino porque
Damen lo había dicho. Jamás le habían gustado las personas que practicaban ese
tipo de cosas y estando en esa casa; se sentía en un ambiente nocivo para él.
-Le sugiero que se vaya de aquí ahora mismo, mientras
tanto John y yo nos haremos cargo de las personas.
-Estoy totalmente de acuerdo. Muchas gracias por su
ayuda.-dijo Lauren.- ¿Pero qué pasará en caso de que empiecen a buscarme?
-Ya veré que hacer, usted solamente empiece su
mudanza, todo va a salir bien.
En ese momento empezó a empacar sus cosas con ayuda de
Erik. Mientras tanto, Damen y John fueron a la casa y treparon la pared como
arañas metiéndose en una ventana que daba a una habitación. En ella estaba una
mujer joven la cual Damen tomó por los hombros y la mordió de inmediato sin que
ella tuviera tiempo de reaccionar. No le succionó la sangre sino que dejó que
muriera lenta y dolorosamente desangrándose su cuello. La mujer quedó tendida
en el suelo en medio de un charco de su propia sangre. Para camuflar la herida,
John sacó un puñal del bolsillo de su abrigo y abrió más las marcas e hizo
otras en su estómago y los brazos.
Salieron de esa habitación y revisaron otra pero
estaba vacía, bajaron al primer piso y en el comedor había un hombre también
joven que leía el periódico. Él los vio en el umbral y se levantó buscando la
manera de defenderse, pero Damen se le abalanzó y enterró el cuchillo en su
estómago y en su cuello muriendo de la misma forma que la mujer. Una vez
muerto, se dirigieron a la sala donde se encontraba una niña de unos siete años
que ojeaba un libro lleno de vivos dibujos.
-¿Qué le hacemos a la pequeña, también la
matamos?-preguntó John en voz baja asegurándose de que la niña no los viera ni
los escuchara.
-No. Será mejor que la llevemos al castillo. A los
vampiros les encantará tener una niña.-respondió Damen y se le acercó
lentamente.
La niña se asustó y sus ojos se aguaron pero se calmó
cuando vio que Damen le sonreía. Segundos después, la mordió dejando que
saliera su sangre humana. Con el puñal, Damen hizo una pequeña herida en su
muñeca y dejó que la niña bebiera para que ahora entrara la sangre inmortal. La
pequeña entró en un corto sueño mientras que su herida se cerró, sus colmillos
crecieron y su alma entró a la
inmortalidad. Cuando despertó sus ojos cambiaron de ser negros a azul oscuro,
como los de Damen. La niña sonrió.
Antes de que salieran de la casa, se percataron de que
nadie los estuviera viendo. Damen salió tomando a la niña de una mano.
Ciertamente era bella. Su cabello voluminoso, crespo y rubio contrastaba muy
bien con su piel blanca y sus nuevos ojos azules. Emanaba mucha ternura aunque
en su corazón había despertado su sed de sangre. Los vampiros estarán felices
de tenerla en el castillo.
Mientras tanto, Erik y Lauren se dirigían a casa de
John. La preocupación de Lauren había amainado un poco aunque el pensamiento de
que la buscarían no la dejaba tranquilizarse por completo.
-Siento mucho incomodarlo de esta manera.-dijo Lauren
a John quien ya la estaba esperando.
-No se preocupe. Ya le dije que es un gusto para mí
ayudarla. Le indicaré su habitación.-respondió John.
Subieron al segundo piso y le mostró su habitación que
era muy amplia pero con solo una cama, una mesa de noche y un candelabro. Se
veía muy vacía y Lauren no estaba acostumbrada a eso, pero tendría que hacerlo.
De no ser por John moriría en cualquier instante.
-Acomódese como quiera. Buenas noches.-dijo John y
cerró la puerta.
Lauren solo sonrió. A pesar de que por ahora se
encontraba a salvo tenía un mal presentimiento acerca de todo eso.
Erik se dirigió al castillo en el carruaje. Por ahora
estaba tranquilo puesto que muchas preguntas se habían respondido. Solo tenía
que esperar la respuesta del doctor Deux a menos que Damen lo mandara a
reanudar los viajes, lo cual dudaba.
En la sala principal estaba él mostrando la niña a los
vampiros. Su nombre era Emily y todos estaban encantados de verla. Mientras
hablaban con ella, Damen fue a hablar con Erik.
-Señor Jügerhof, los denunciantes ya han muerto. Era
una joven pareja y aquella niña era su hija.
-Bien. Gracias por su ayuda.
-No hay problema. Ahora, volviendo a su trabajo; me
temo que el resto de los viajes van a tener que ser suspendidos.
Lo sabía.
-¿Por qué?
-Porque usted corre peligro en este momento. Supongo
que ya lo sabía y no pienso arriesgar mi plan ni usted.
-¿Y qué haré mientras tanto?
-Por favor, Erik ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Usted
tiene más trabajo de lo que se imagina!
Damen tenía razón. Una vez que reciba información
sobre Jean, el verdadero trabajo comenzaría.
-Sí, lo sé. Solo estoy un poco confundido.
-No lo dudo. Vaya a la sala contigua, allí está
Caroline; quiere hablar con usted.
Erik salió de la sala principal y se dirigió a la
contigua. Estaba muy oscura y apenas puso los pies adentro, la puerta se cerró
con fuerza detrás de él. Luego, empezó a sonar una siniestra melodía en violín
como las que John sabía tocar.
-¿John? ¿Está ahí?-preguntó Erik.
Pero no recibió respuesta alguna. Las cortinas de la
ventana estaban abiertas pero la luz de la luna no entraba. El cielo estaba
nublado y una lluvia se avecinaba. Como señal, un gran relámpago iluminó la
sala y alcanzó a ver al mismo hombre de la mascarada, con su antifaz puesto,
tocando el violín guiándose por unas largas hojas puestas en un atril; las
cuales parecían ser las partituras. Erik trataba de aguzar sus ojos tratando de
distinguir dónde estaba Caroline, perdida en la profunda oscuridad de la sala.
Pero no logró hacerlo, puesto que la lóbrega música lo distraía. Luego de unos
minutos, la sinfonía cesó y el hombre habló:
-Caroline, nos vemos de nuevo.
¿Caroline? ¿Quién es
el que habla?
-¿Quién está ahí? ¿Quién me habla?-preguntó ella. Su
voz se oía desde el otro extremo de la sala y por más que lo intentó, Erik no
pudo verla. Poco a poco la lluvia había empezado a caer.
-No finjas que no me conoces, Caroline. Tú sabes muy
bien quién soy yo. Actúas así solo porque ha llegado él.
No debería estar
aquí. Esta conversación no es para mí.
Hubo un silencio tan absoluto que Erik escuchó su
propio pensamiento muy fuerte en su cabeza que le pareció haber hablado; pero
el silencio siguió reinando hasta que Caroline lo rompió.
-No sé quién es usted.- aunque lo dijo en un tono que
en realidad quería decir que sí lo sabía. Como dijo el hombre desconocido,
Caroline estaba fingiendo.
De repente, todas las velas se encendieron. Allí estaba
el mismo hombre de la mascarada y el mismo que lo había observado en Berlín y
el mismo que Caroline había visto en parís; y al otro extremo del sofá estaba
sentada Caroline que lloraba en silencio.
-Jean, ¿Dónde has estado todo este tiempo?
-Jamás me fui. Siempre he estado contigo y te lo
demostré en el libro que te di. Sabes que te amé y lo sigo haciendo pero me es
imposible creer que te dejaste llevar por los estúpidos y limitados encantos de
un mortal.-dijo Jean y le envió una malvadísima mirada a Erik.
Él temblaba de miedo aunque trataba de disimularlo. El
hombre que había estado acechando a los vampiros desde hace tanto tiempo,
estaba ahora frente a Erik y ahora lo acechaba solo a él
-Jean, lo siento mucho. De verdad lo siento.-dijo
Caroline llorando desconsoladamente.
-No te preocupes, Caroline. Tarde o temprano todo esto
acabará.-Jean empezó a acercarse lentamente a Erik.
Estaba inmóvil, su alma y su sangre congelados por el
miedo. Los horrendos ojos grises de Jean miraban con gran furia los inocentes
ojos de Erik.
-Tenga cuidado con lo que hace, Jügerhof. Desde que
usted se apareció en este planeta lo he estado vigilando y usted no sabe vivir.
Pero descuide, yo le pondré fin a su turbulenta vida.-Jean dejó de mirarlo y
salió de la sala. Caroline salió rápidamente detrás de él.
El corazón de Erik seguía latiendo de miedo, en
cualquier momento podría detenerse. Su respiración seguía agitada, sus manos
temblaban y no podía moverse. Todo su cuerpo estaba petrificado hasta su alma.
-Erik, lo único que puedo decirle acerca de Jean es
que no fue él quien la convirtió; simplemente se enamoró de ella. Con el tiempo
se obsesionó con Caroline y no quiere que nadie se le acerque, por eso tiene
tanta rabia contra usted. Desde que él supo que usted iba a venir, empezó a
planearlo todo porque ya sabía lo que iba a suceder. Todo esto estaba ya
profetizado. Lo de las sombras y las brumas ha sido planeado por Jean, esos
seres son su creación. Además, Jean es un vampiro muy, muy malvado.-dijo Damen
apareciendo detrás de él.
¿Acaso hay un vampiro
que no lo sea?
-¿Qué son esas hojas que estaba mirando?-su voz
parecía sonar normal pero era obvio que el miedo se lo estaba tragando. No
podía olvidar ni dejar de sentir la malvada energía que Jean había dejado en la
sala y que ahora se había quedado grabada en su corazón para siempre.
-Erik, éstas son pistas que John le dio.-respondió Damen
tomando las hojas.-Son las partituras de la ópera y de la pieza que se tocó
aquí, en el castillo. Él las escribió. Fue y volvió a Alemania en unos segundos
y acomodó todo con los administradores del teatro para que la presentaran en el
momento exacto. Lo mismo hizo conmigo. El trabajo de John no es solo ayudarle
en los viajes, sino especialmente con lo que sucede con Jean y Caroline.
Por fin, la fría
verdad me acobija. Jamás me sentí más aliviado.
-Gracias, Damen.
-Está bien. Ahora, será mejor que vaya a descansar.
Luce muy mal.
Erik se dirigió a su habitación y se acostó en la
cama. El plan de John fue perfecto y se llevó a cabo con éxito. Seguramente el
de Jean debe ser igual de perfecto pero mucho más complejo. Entendió que tenía
que despertar y actuar; tomar posesión de cada situación extraña que se le
presente y sobre todo; adueñarse de sus sentimientos. No podía dejar que su
amor por Caroline se desvaneciera por un obsesionado y tampoco podía dejar
perderla por no saber pensar bien. Presintió que de ahora en adelante el
trabajo sería arduo y su alma se enfrentaría ante los sucesos más extraños y
frívolos que lo pondrían al margen de la muerte.
ef
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