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miércoles, 9 de enero de 2013

Día 14, Capítulo 7


Capítulo 7
Jean Schweitzer
D
espertó en la tarde del día siguiente. Sentía en la frente algo frío que se le escurría por sus sienes. Estaba acostado en su cama y poco a poco abrió sus ojos. Caroline estaba sentada a su lado poniéndole paños de agua fría en la frente. Al verlo, ella dibujo una pequeña sonrisa en sus labios, pero Erik no se sentía feliz de verla. Obviamente estaba agradecido por sus cuidados pero no le había gustado que hubiera mentido acerca de su propia vida.
-¿Qué me pasó?-preguntó con un hilo de voz.
-No lo sé exactamente. Solo lo encontré en el jardín de la casa de John.
Erik guardó silencio. Caroline remojó el paño en la taza de agua fría y la puso de nuevo en su frente. Su piel no se erizó a pesar del agua congelada, todo su cuerpo tenía la misma temperatura.  De repente, recordó lo que le iba a suceder a Lauren.
-Lauren va morir.
-¿Cómo lo sabe?
-Anoche cuando estuve en su casa me lo dijo. También me dijo que usted era una mujer muy diferente a las demás.-la voz de Erik era débil pero le agradeció a su alma que lo dejó hablar sin miedo.
Caroline suspiró.
-¿Cuándo van a ejecutar a Lauren?-preguntó ella. Parecía estar tranquila pero por dentro la tristeza la carcomía.
-No lo sé. Pero le prometí que iba a ayudarla. Se lo dije a John y él hablará hoy con Damen.
Esa tarde estaba nublada y fría. Las calles estaban solitarias y el frío aire zumbaba entre las paredes de las calles y callejones. La única memoria que Erik tenía de la noche anterior era trozos de la conversación con Lauren, la tétrica casa de John y la imagen de Alexander. El resto lo había olvidado por completo. Ahora quería escuchar de los labios de Caroline la historia que anoche había descubierto, quería que ella confesara todo acerca de su vida real y dejara ya de mentir.
-¿Qué es lo que sucede con usted?-preguntó Erik.
-¿Suceder de qué?
-De su verdadera vida. Usted no es una mujer común. Así como me dijo que entre su libro hay una historia escondida, en su vida también hay una. Y esa historia es la misma que está narrada en el libro.
Caroline se puso nerviosa, pero lo ocultó tras un enfado falso.
-Usted está muy equivocado. Le pido por favor que deje ahora mismo de calumniarme.
-¿Cómo puedo estar equivocado si me lo dijo su mejor amiga? Ya lo sé todo, Caroline. Simplemente quiero que usted me lo diga.
Ella suspiró.
-Erik, esa noche fue una de las más tormentosas de mi vida. No soy capaz ni siquiera de recordar lo que sucedió, por favor entiéndame.
-¿Entonces cómo puede leer el libro que describe lo mismo?
-Ese libro no dice lo que sucedió esa noche. Tiene escrito todo lo que viví con Jean.
-Yo tengo el libro. Su libro. He leído un poco y puede que no lo describa detalladamente pero sí muestra un pequeño reflejo de lo sucedido.
Caroline guardó silencio por un momento. Finalmente Erik ya sabía la verdad y comenzaría la nueva etapa. Todo marchaba muy rápido, mucho más de lo que ella había pensado.
-De veras lo siento, Erik.
-¿Por qué lo hizo? ¿Por qué me mintió tantas veces?
-Porque pensé que si usted se enteraba se alejaría de mí, y no quería que eso pasara.
-Caroline, yo jamás me separaría de usted.
Ella lo abrazó con fuerza y se acercó a su pálido rostro. Luego de haberlo mirado fijamente a los ojos, lo besó profundamente. Profunda y tristemente.
Caída la noche, John habló con Damen.
-La mujer que ha estado ayudando a Erik va morir. Es una pitonisa, parece que la han denunciado ante la iglesia y seguramente la quemarán.-explicó John.
-¿Cuándo la van a ejecutar?-preguntó Damen.
-No lo sé. Supongo que dentro de pocos días. Erik me pidió ayuda.
-Pienso que es lo correcto. Primero debemos saber quién fue el que la demandó y darle muerte antes de que avise donde está la casa de la pitonisa. Luego debemos refugiar a la mujer.
Erik ya se sentía mejor y se encontraba en el vestíbulo ojeando una serie de libros que había encontrado en la biblioteca tratando de encontrar información acerca de Jean. En ese momento, Damen entró.
-Señor Jügerhof, John acaba de hablarme acerca de lo que le sucede a la pitonisa. La voy ayudar pero necesito que me lleve a su casa.
-Por supuesto, muchas gracias por ayudarme a mí y a ella también.
En ese mismo instante partió con Damen y John en un carruaje a casa de Lauren. En el camino, Erik divisó en la calle al doctor Deux.
-¡Doctor!-gritó Erik  desde la ventana del carruaje y éste se detuvo.
-Señor Jügerhof, me alegra verlo de nuevo. Parece que ya está totalmente recuperado.
-Claro que sí, gracias a su tratamiento. Pero necesito otro favor.
El doctor se acercó.
-¿Qué se le ofrece?
-Supongo que como usted trabaja con todo eso de la ciencia, debe saber algo sobre los vampiros, ¿no es así?-dijo Erik hablando en voz baja, sacando la cabeza por la ventana.
-Sí, conozco sobre ellos. ¿Quiere que le traiga información?
-No, necesito información de un vampiro en especial. Su nombre es Jean Schweitzer.
-Creo que he leído sobre él. Le llevaré lo que consiga.
-Muchas gracias, doctor Deux. Buenas noches.-dijo Erik y el carruaje avanzó antes de que terminara de despedirse.
-¡Buenas noches, señor Jügerhof!-gritó el doctor.
-¿Con quién hablaba?-preguntó Damen.
-Con el doctor Deux, solo pasó a saludar.-con  esa respuesta evitó que Damen siguiera haciendo más preguntas.
Unos minutos más tarde llegaron a casa de Lauren. Los tres se bajaron del carruaje y Erik golpeó la puerta. Esta vez tardó en abrir la puerta lo cual lo inquietó. Volvió a golpear con más fuerza hasta que Lauren por fin abrió.
-Señorita Lauren, ¿se encuentra bien?-preguntó Erik.
-Sí, estoy bien. Entren.-a pesar de que Lauren se le veía tranquila, su voz sonaba preocupada.
-Lauren, ellos son Damen y John. Conmigo haremos todo lo posible por ayudarla.-dijo Erik.
-Muchas gracias por venir. De verdad estoy segura que esto les será recompensado.-respondió Lauren con una sonrisa aunque su miedo no desaparecía.
-Señorita Lauren, para empezar; necesito que me diga cuál fue la persona que la denunció.-replicó Damen.
-Acabo de saberlo por medio de la bola de cristal. Las personas que lo hicieron son las que viven a tres casas de aquí. No sé cómo se dieron cuenta.
-No se preocupe, ésta va a ser la última noche de ellos sobre la tierra. Pero una vez que ellos estén muertos usted tendrá que refugiarse en otro lado. De ahora en adelante va a ser peligroso que se quede en su casa.
-Pero no tengo a dónde irme.
-Usted se va a quedar en casa de John el tiempo que sea necesario.-al escuchar eso John hizo un disimulado gesto de desaprobación pero Lauren lo notó.
-No, no es necesario. Buscaré otro lugar.-dijo ella.
-No tiene por qué hacerlo. Estaré a gusto de recibirla en mi casa.-dijo John pero no porque en realidad se sentía gustoso, sino porque Damen lo había dicho. Jamás le habían gustado las personas que practicaban ese tipo de cosas y estando en esa casa; se sentía en un ambiente nocivo para él.
-Le sugiero que se vaya de aquí ahora mismo, mientras tanto John y yo nos haremos cargo de las personas.
-Estoy totalmente de acuerdo. Muchas gracias por su ayuda.-dijo Lauren.- ¿Pero qué pasará en caso de que empiecen a buscarme?
-Ya veré que hacer, usted solamente empiece su mudanza, todo va a salir bien.
En ese momento empezó a empacar sus cosas con ayuda de Erik. Mientras tanto, Damen y John fueron a la casa y treparon la pared como arañas metiéndose en una ventana que daba a una habitación. En ella estaba una mujer joven la cual Damen tomó por los hombros y la mordió de inmediato sin que ella tuviera tiempo de reaccionar. No le succionó la sangre sino que dejó que muriera lenta y dolorosamente desangrándose su cuello. La mujer quedó tendida en el suelo en medio de un charco de su propia sangre. Para camuflar la herida, John sacó un puñal del bolsillo de su abrigo y abrió más las marcas e hizo otras en su estómago y los brazos.
Salieron de esa habitación y revisaron otra pero estaba vacía, bajaron al primer piso y en el comedor había un hombre también joven que leía el periódico. Él los vio en el umbral y se levantó buscando la manera de defenderse, pero Damen se le abalanzó y enterró el cuchillo en su estómago y en su cuello muriendo de la misma forma que la mujer. Una vez muerto, se dirigieron a la sala donde se encontraba una niña de unos siete años que ojeaba un libro lleno de vivos dibujos.
-¿Qué le hacemos a la pequeña, también la matamos?-preguntó John en voz baja asegurándose de que la niña no los viera ni los escuchara.
-No. Será mejor que la llevemos al castillo. A los vampiros les encantará tener una niña.-respondió Damen y se le acercó lentamente.
La niña se asustó y sus ojos se aguaron pero se calmó cuando vio que Damen le sonreía. Segundos después, la mordió dejando que saliera su sangre humana. Con el puñal, Damen hizo una pequeña herida en su muñeca y dejó que la niña bebiera para que ahora entrara la sangre inmortal. La pequeña entró en un corto sueño mientras que su herida se cerró, sus colmillos crecieron  y su alma entró a la inmortalidad. Cuando despertó sus ojos cambiaron de ser negros a azul oscuro, como los de Damen. La niña sonrió.
Antes de que salieran de la casa, se percataron de que nadie los estuviera viendo. Damen salió tomando a la niña de una mano. Ciertamente era bella. Su cabello voluminoso, crespo y rubio contrastaba muy bien con su piel blanca y sus nuevos ojos azules. Emanaba mucha ternura aunque en su corazón había despertado su sed de sangre. Los vampiros estarán felices de tenerla en el castillo.
Mientras tanto, Erik y Lauren se dirigían a casa de John. La preocupación de Lauren había amainado un poco aunque el pensamiento de que la buscarían no la dejaba tranquilizarse por completo.
-Siento mucho incomodarlo de esta manera.-dijo Lauren a John quien ya la estaba esperando.
-No se preocupe. Ya le dije que es un gusto para mí ayudarla. Le indicaré su habitación.-respondió John.
Subieron al segundo piso y le mostró su habitación que era muy amplia pero con solo una cama, una mesa de noche y un candelabro. Se veía muy vacía y Lauren no estaba acostumbrada a eso, pero tendría que hacerlo. De no ser por John moriría en cualquier instante.
-Acomódese como quiera. Buenas noches.-dijo John y cerró la puerta.
Lauren solo sonrió. A pesar de que por ahora se encontraba a salvo tenía un mal presentimiento acerca de todo eso.
Erik se dirigió al castillo en el carruaje. Por ahora estaba tranquilo puesto que muchas preguntas se habían respondido. Solo tenía que esperar la respuesta del doctor Deux a menos que Damen lo mandara a reanudar los viajes, lo cual dudaba.
En la sala principal estaba él mostrando la niña a los vampiros. Su nombre era Emily y todos estaban encantados de verla. Mientras hablaban con ella, Damen fue a hablar con Erik.
-Señor Jügerhof, los denunciantes ya han muerto. Era una joven pareja y aquella niña era su hija.
-Bien. Gracias por su ayuda.
-No hay problema. Ahora, volviendo a su trabajo; me temo que el resto de los viajes van a tener que ser suspendidos.
Lo sabía.
-¿Por qué?
-Porque usted corre peligro en este momento. Supongo que ya lo sabía y no pienso arriesgar mi plan ni usted.
-¿Y qué haré mientras tanto?
-Por favor, Erik ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Usted tiene más trabajo de lo que se imagina!
Damen tenía razón. Una vez que reciba información sobre Jean, el verdadero trabajo comenzaría.
-Sí, lo sé. Solo estoy un poco confundido.
-No lo dudo. Vaya a la sala contigua, allí está Caroline; quiere hablar con usted.
Erik salió de la sala principal y se dirigió a la contigua. Estaba muy oscura y apenas puso los pies adentro, la puerta se cerró con fuerza detrás de él. Luego, empezó a sonar una siniestra melodía en violín como las que John sabía tocar.
-¿John? ¿Está ahí?-preguntó Erik.
Pero no recibió respuesta alguna. Las cortinas de la ventana estaban abiertas pero la luz de la luna no entraba. El cielo estaba nublado y una lluvia se avecinaba. Como señal, un gran relámpago iluminó la sala y alcanzó a ver al mismo hombre de la mascarada, con su antifaz puesto, tocando el violín guiándose por unas largas hojas puestas en un atril; las cuales parecían ser las partituras. Erik trataba de aguzar sus ojos tratando de distinguir dónde estaba Caroline, perdida en la profunda oscuridad de la sala. Pero no logró hacerlo, puesto que la lóbrega música lo distraía. Luego de unos minutos, la sinfonía cesó y el hombre habló:
-Caroline, nos vemos de nuevo.
¿Caroline? ¿Quién es el que habla?
-¿Quién está ahí? ¿Quién me habla?-preguntó ella. Su voz se oía desde el otro extremo de la sala y por más que lo intentó, Erik no pudo verla. Poco a poco la lluvia había empezado a caer.
-No finjas que no me conoces, Caroline. Tú sabes muy bien quién soy yo. Actúas así solo porque ha llegado él.
No debería estar aquí. Esta conversación no es para mí.
Hubo un silencio tan absoluto que Erik escuchó su propio pensamiento muy fuerte en su cabeza que le pareció haber hablado; pero el silencio siguió reinando hasta que Caroline lo rompió.
-No sé quién es usted.- aunque lo dijo en un tono que en realidad quería decir que sí lo sabía. Como dijo el hombre desconocido, Caroline estaba fingiendo.
De repente, todas las velas se encendieron. Allí estaba el mismo hombre de la mascarada y el mismo que lo había observado en Berlín y el mismo que Caroline había visto en parís; y al otro extremo del sofá estaba sentada Caroline que lloraba en silencio.
-Jean, ¿Dónde has estado todo este tiempo?
-Jamás me fui. Siempre he estado contigo y te lo demostré en el libro que te di. Sabes que te amé y lo sigo haciendo pero me es imposible creer que te dejaste llevar por los estúpidos y limitados encantos de un mortal.-dijo Jean y le envió una malvadísima mirada a Erik.
Él temblaba de miedo aunque trataba de disimularlo. El hombre que había estado acechando a los vampiros desde hace tanto tiempo, estaba ahora frente a Erik y ahora lo acechaba solo a él
-Jean, lo siento mucho. De verdad lo siento.-dijo Caroline llorando desconsoladamente.
-No te preocupes, Caroline. Tarde o temprano todo esto acabará.-Jean empezó a acercarse lentamente a Erik.
Estaba inmóvil, su alma y su sangre congelados por el miedo. Los horrendos ojos grises de Jean miraban con gran furia los inocentes ojos de Erik.
-Tenga cuidado con lo que hace, Jügerhof. Desde que usted se apareció en este planeta lo he estado vigilando y usted no sabe vivir. Pero descuide, yo le pondré fin a su turbulenta vida.-Jean dejó de mirarlo y salió de la sala. Caroline salió rápidamente detrás de él.
El corazón de Erik seguía latiendo de miedo, en cualquier momento podría detenerse. Su respiración seguía agitada, sus manos temblaban y no podía moverse. Todo su cuerpo estaba petrificado hasta su alma.
-Erik, lo único que puedo decirle acerca de Jean es que no fue él quien la convirtió; simplemente se enamoró de ella. Con el tiempo se obsesionó con Caroline y no quiere que nadie se le acerque, por eso tiene tanta rabia contra usted. Desde que él supo que usted iba a venir, empezó a planearlo todo porque ya sabía lo que iba a suceder. Todo esto estaba ya profetizado. Lo de las sombras y las brumas ha sido planeado por Jean, esos seres son su creación. Además, Jean es un vampiro muy, muy malvado.-dijo Damen apareciendo detrás de él.
¿Acaso hay un vampiro que no lo sea?
-¿Qué son esas hojas que estaba mirando?-su voz parecía sonar normal pero era obvio que el miedo se lo estaba tragando. No podía olvidar ni dejar de sentir la malvada energía que Jean había dejado en la sala y que ahora se había quedado grabada en su corazón para siempre.
-Erik, éstas son pistas que John le dio.-respondió Damen tomando las hojas.-Son las partituras de la ópera y de la pieza que se tocó aquí, en el castillo. Él las escribió. Fue y volvió a Alemania en unos segundos y acomodó todo con los administradores del teatro para que la presentaran en el momento exacto. Lo mismo hizo conmigo. El trabajo de John no es solo ayudarle en los viajes, sino especialmente con lo que sucede con Jean y Caroline.
Por fin, la fría verdad me acobija. Jamás me sentí más aliviado.
-Gracias, Damen.
-Está bien. Ahora, será mejor que vaya a descansar. Luce muy mal.
Erik se dirigió a su habitación y se acostó en la cama. El plan de John fue perfecto y se llevó a cabo con éxito. Seguramente el de Jean debe ser igual de perfecto pero mucho más complejo. Entendió que tenía que despertar y actuar; tomar posesión de cada situación extraña que se le presente y sobre todo; adueñarse de sus sentimientos. No podía dejar que su amor por Caroline se desvaneciera por un obsesionado y tampoco podía dejar perderla por no saber pensar bien. Presintió que de ahora en adelante el trabajo sería arduo y su alma se enfrentaría ante los sucesos más extraños y frívolos que lo pondrían al margen de la muerte.
ef

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