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viernes, 4 de enero de 2013

Día 10, Capítulo 3


Capítulo 3
La Bola de Cristal
L
os rayos del sol iluminaron su rostro. Abrió los ojos y al incorporarse un penetrante ardor lo detuvo abruptamente. Su herida se había abierto. Se sentó lentamente y notó que su cama, justo donde había estado su espalda; estaba llena de sangre. Los vendajes no habían servido de nada.
Debo limpiarme o los vampiros me matarán.
Salió de su habitación y buscó la manera de limpiarse. Dentro del castillo no había nada que pudiera ayudarlo así que afuera, en el jardín de la parte de atrás del domicilio; caminó un poco y encontró un pozo. Llenó el balde de madera con agua y se la echó poco a poco en la espalda. El agua congelada le erizó todo el cuerpo y le heló la sangre pero el dolor aminoró limitadamente. El agua mezclada con sangre que caía de su espalda fue absorbida poco a poco por el verde césped. Se quitó la venda y volvió a vaciar un balde de agua sobre su espalda. El frío hizo que el ardor desapareciera así que dejó el balde dentro del pozo y volvió de prisa al castillo. Cuando ya casi llegaba al portón, vio que la cortina de su habitación estaba cerrada. Alguien había entrado.
Subió rápidamente las escaleras y abrió la puerta. Allí estaba Isabella arrodillada a un lado de la cama olfateando intensamente la sábana blanca manchada de sangre. En el momento en que Erik entró, Isabella percibió no solo el olor de la sangre de él sino también el de su carne expuesta.
Moriré. Moriré en este mismo instante.
-Señor Jügerhof.-dijo ella con un suspiro.-Ciertamente su sangre es la que más he deseado desde que supe que llegó a este lugar. Damen tiene razón: la sangre extranjera es más deliciosa que la local a la que estamos acostumbrados. Pero no es solo por ser alemana, sino por estar en su cuerpo.
Se levantó de su lugar y se acercó a Erik. Le rapó de sus manos los vendajes llenos de sangre y los olió muy profundamente como una joven se embelesa con el perfume de su amado. Él estaba nervioso pero no tenía miedo. Algo le hizo sentir que no lo atacaría. Solamente estaba intrigado por la forma como ella y todos los vampiros en general se hipnotizaban con el olor y el sabor de un líquido tan sombrío como la sangre.
-Cuanto me gustaría probarla, sentirla correr por mi cuerpo.
-Usted dijo que eso no pasaría.-dijo Erik tratando de mostrarse muy tranquilo.
-Lo sé. A usted le gusta destruir las esperanzas, ¿verdad?
-Esa no era mi intención, señorita. Pero no es bueno que se contradiga.
-¿Y qué si lo mato en este mismo instante?-preguntó ella lanzando con fuerza los vendajes a la cama y acercándose lentamente- ¿Qué puede hacer usted? Los humanos no pueden escapar tan fácilmente de la muerte. ¿Qué va hacer si decido atacarlo?
Ella estaba ya tan cerca que lo mordería en cualquier momento. El miedo se apropió de Erik esta vez y su respiración de agitó. Isabella sonrió.
-No solo es delicioso el olor de su sangre, sino el de su miedo también lo es. Puedo sentir toda la adrenalina corriendo por su cuerpo y yo también la siento en el mío.-habló ella a su oído, lista para morder.-Despídase, Erik.
Isabella abrió su boca y sus afilados colmillos ardían de furia para morder. Su final parecía haber llegado, pero en ese momento; Caroline entró.
-¡No se atreva a hacerlo!-gritó ella al ver lo que sucedía.
Isabella se alejó de inmediato de Erik.
-¿No sabía usted que Erik debe permanecer vivo? ¿Damen no se lo ha informado?-prosiguió Caroline.
Isabella no respondió nada pero en su mirada se podía apreciar el odio que tenía por Caroline y aún más ahora que había interrumpido su tan preciado banquete.
-Será mejor que salga ahora mismo de aquí antes de que el sol la queme.-amenazó Caroline.
Isabella hizo caso en seguida sin borrar su mirada malévola y salió de la habitación dando un portazo.
Caroline abrió la cortina y apagó las velas.
-¿Se encuentra bien, señor Jügerhof?
-Sí, estoy bien. Gracias.-respondió él respirando profundo tratando de apaciguar su corazón.
-¿Qué le pasó a su herida?
-Se abrió. Damen trató de vendarla pero no funcionó.
-Será mejor traer un doctor. Le diré a un criado que lo cite.
-Pensé que iba a venir en la tarde.
-Yo también. Pero debido a que anoche todo terminó tan tarde Damen dijo que me quedara a dormir aquí. Versalles es peligroso en las noches.
-Sí, tiene toda la razón.
Caroline salió de la habitación para avisarle a un criado que llamara al doctor y Erik se puso una delgada camisa blanca para cubrir la herida. Abrió la ventana y contempló la ciudad. Por las calles ya había carruajes circulando y la zona comercial se estaba llenando de gente. Se preguntó si los habitantes conocían acerca de la existencia de los vampiros, si al menos conocían alguna leyenda o una mínima sospecha de su existencia.
Pobres todas aquellas personas. No saben que los vampiros los acechan todas las noches y que están más cerca de la muerte que lo que ellos creen.
-Y por favor cambie esas sábanas.-dijo Caroline al entrar con el criado.-En poco tiempo estará aquí el doctor.-prosiguió ella hablando esta vez con Erik.
Él asintió.
-¿Qué sucede?-preguntó ella haciéndose a su lado.
-Todo esto va a enloquecerme. No aguanto más. Nunca más voy a hacer caso a una carta.
-Y jamás sucederá de nuevo.
Erik suspiró.
-También estoy cansado de que me hablen en códigos secretos. Todos me ocultan algo.
-Erik, tiene que ser paciente. Si de algo sirve, creo que esta noche Damen le dirá para qué lo necesita.
-Por fin, al menos sabré a qué vine.
En ese momento alguien golpeó la puerta. Erik abrió y se encontró con anciano un poco calvo, con grandes gafas y con un maletín de cuero café.
-¿Es usted Erik Jügerhof?-preguntó él.
-Sí, soy yo.
El hombre estiró su mano derecha.
-Un placer. Soy el doctor Deux. ¿Qué le ha pasado?-dijo estrechando la mano de Erik y entrando a la habitación.
-Anoche mi espalda se hirió pero hoy me di cuenta de que se abrió más.
-Déjeme ver.
Erik se quitó la camisa y dejó ver aquel rasguño que ya tenía su carne a la intemperie. Indudablemente era una lesión horrible y cruda.  
El doctor la examinó por unos instantes y luego sacó de su maletín una pequeña botella café que contenía un líquido espeso del mismo color. Cogió un pedazo de algodón y lo untó con ese líquido que no olía muy bien. Posteriormente recorrió la herida con el algodón. El ardor fue fuerte pero si Erik se movía un poco, sería mayor. Después de haber empapado la herida, la cubrió con gaza y la pegó.
-Eso es todo. El líquido que le he puesto le ayudará a que la herida cierre sin dejar que su músculo se infecte. No haga ningún movimiento brusco, ni mucha fuerza y manténgase en constante reposo. Volveré en unos días para inspeccionar la herida pero si se presenta ardor o sangrado, avíseme en seguida.-el doctor parecía apresurado.
-Sí, señor. Muchas gracias, doctor Deux.-respondió Erik mientras se ponía la camisa dándose cuenta de que el doctor también lo inspeccionaba. Y guardó silencio por un momento, miró fijamente los ojos de Erik y luego asintió.
-¿Quién me va a pagar?-preguntó arrogantemente el doctor.
-Damen lo hará. Él está en la sala principal.-respondió Caroline tratando de ser amable.
-Está bien. Tengan buen día.-y el doctor se fue.
Erik tuvo la extraña sensación de que él tenía algo que ver.
-¿Y qué piensa hacer hoy, señor Jügerhof?-preguntó Caroline regresándolo a la realidad.
-No lo sé. Debo esperar a que se haga de noche para hablar con Damen.
-¿No tiene hambre? Vamos a desayunar, yo invito.-dijo Caroline con una sonrisa.
-Estaría encantado.
Fuera del castillo, tomaron un carruaje y se dirigieron a la cafetería más cercana. En el camino no hablaron mucho. Erik estaba ocupado conociendo la ciudad a través de la pequeña ventana del carruaje. Y le pareció un lugar hermoso: las calles, edificios, casas, la elegancia y gentileza de las personas. Todo parecía muy bien ordenado y tranquilo. Pronto llegaron a la cafetería. Dejaron el carruaje donde estaban todos los demás, entraron y se sentaron en una mesa.
El lugar era muy elegante. Había grandes ventanales que dejaban que la luz del sol entrara libremente, las mesas eran redondas y estaban hechas de madera oscura al igual que las sillas, el mostrador de vidrio estaba lleno de las delicias francesas, el piso estaba hecho de baldosa grisácea y el alto techo tenía el mismo color de las paredes, un amarillo claro. La cafetería estaba llena de personas sentadas en las mesas hablando y riendo y había una larga fila en frente del mostrador.
Unos segundos después de haberse sentando, un mesero les preguntó qué les apetecía. Ambos pidieron un petit déjeuner.
-¿Hace cuánto trabaja con Damen?-preguntó Erik y tomó un sorbo de café.
-Hace unos cinco o seis meses. Antes trabajaba con la pitonisa.
-¿No es un trabajo arriesgado? Si la iglesia se hubiera enterado, ambas hubieran muerto.
-Tiene razón, pero cuando la visite se va dar cuenta de que su puesto de trabajo no levanta ninguna sospecha así como el aspecto de ella.
-¿Por qué dejó de trabajar con ella?
Caroline suspiró. Gracias a aquella pregunta, regresó a su mente un día tormentoso y gris.
-Solamente creí que el trabajo con Damen iba a ser mucho mejor y la paga aumentaría más; y sí fue así. Pero debo decir que es mucho más arriesgado trabajar con centenares de vampiros que con una hechicera.
Erik sonrió.
-¿Y qué es lo que tiene qué hacer?
-Bueno, tengo que asegurarme de que cada clan se mantenga no solo en estatus y en honor sino también en alimentación. Sonará increíble pero ha habido momentos en que el alimento escasea.
-¿Y qué se hace en ese caso?
-Se envía a un humano para que lleve personas al castillo. Otras de mis funciones es que los representantes cumplan con su trabajo, ha habido unos que dejan que sus vampiros hagan lo que quieran.
-Pensé que ser un vampiro era solo asesinar humanos y salir de noche aguantándose una eternidad haciendo lo mismo.
Caroline rió por lo bajo.
-Por supuesto que no es así. Así como en todas las sociedades del mundo hay un orden y unas reglas, en el vampirismo también las hay. Es necesario mantener ciertas pautas para garantizar el orden porque si todo se hace en desorden los humanos empezarían a sospechar. Es igual a la hora de cazar. Un vampiro jamás se alimentará en medio de la calle por más desolada que esté.
-Entonces parece que ser un vampiro es como cumplir una misión clandestina.
Ella sonrió.
Ya habían terminado de desayunar y Erik se levantó a hacer la fila para pagar.
-Le dije que yo invitaba.-protestó Caroline sonriendo.
-No, yo lo pagaré. Con el desayuno es más que suficiente.-respondió él con el mismo gesto.
Salieron de la cafetería y decidieron que no regresarían de inmediato al castillo. Caminaron por las calles sin prisa mientras hablaban del trabajo de Caroline y un poco sobre la vida de Erik. Pronto, llegaron a la gran plazoleta conformada por una gran iglesia en cuyo centro había una gran fuente que botaba agua con fuerza. Continuaron hablando acerca de sus vidas, o al menos de los detalles más importantes de éstas. Y a Erik le gustaba cada vez más la forma de ser y de hablar de Caroline. Ella era tan sofisticada y delicada, pero al mismo tiempo inteligente, autoritaria y trabajadora. No era de ese tipo de mujeres que de dejaban convencer al escuchar bonitas palabras, sus principios estaban muy bien marcados y nadie podía hacerla dudar de sus pensamientos y su optimista pero realista forma de ver la vida. Así mismo, a Caroline también le agradaba Erik. Mientras hablaban, se dio cuenta de que a pesar de la dura vida que él tuvo, no había nada ni nadie que pudiera destrozar sus esperanzas. Le gustaba mucho que Erik fuera tan artístico al saber de música y poesía y el manejo de idiomas pero también le llamaba mucho la atención ese encanto tan masculino y arrollador que había en su mirada y en su elegante forma de hablar en tan magnífico francés. Hundiéndose en aquellas cualidades, hablaron por horas.
-Creo que ya es hora de irnos. La casa de la pitonisa está un poco retirada de aquí.-dijo Caroline.
Ambos se dirigieron de nuevo a la cafetería donde habían estacionado el carruaje, subieron a este y se dirigieron a casa de la hechicera.
-La pitonisa estará complacida de ayudarlo. Es una buena mujer.- dijo Caroline.
-Supongo que trabajar con una pitonisa debió haber sido extraño.- replicó Erik.
-Al principio lo es, pero con el tiempo uno se acostumbra.
-¿Cuánto tiempo trabajó con ella?
-Casi diez años, pero aunque dejé de trabajar con ella todavía seguimos hablando. Desde el principio pudimos entablar una fuerte amistad.
-¿Y por qué decidió hacerlo?
-Porque en el momento nadie me quiso recibir en ningún otro lugar. Ella fue la única que me aceptó y a pesar de ser un trabajo poco inusual, pude sobrevivir.
-¿Y sus padres?
-Al igual que los suyos, están muertos. Quedé huérfana a los 14 años y viví por un tiempo con mi tía. Pero después ella murió y quedé completamente sola a los veinte.
-Quiere decir que el resto de su familia no la ayudó.
-Exactamente.
-Hay unos capítulos de su vida y la mía que son similares.
-Tal vez sea por eso que nos entendemos.-dijo Caroline con una brillante sonrisa la cual Erik devolvió.
-El caso fue que con la pitonisa aprendí muchas cosas. No solo cómo cuidarme a mí misma sino al entorno en el que vivo. Conozco bien el reino y la naturaleza de sus habitantes.
-¿Cómo se lo enseñó?
-La pitonisa tiene una bola de cristal. Aquella bola es como un ojo que vigila las vidas de todos y de la cuidad en general. La pitonisa puede consultar a la bola lo que quiera en cualquier momento sin importar donde se encuentre o de qué persona se trata. Fue así como ella me mostró la ciudad sin necesidad de pasar horas o días recorriéndola.
-¿Y es así como me va ayudar?
-Sí. No hay otra forma de hacerlo. Espero que eso no vaya a influir en su religión o en su vida espiritual.
-En lo absoluto. Mis padres jamás me inculcaron una religión y no sé nada sobre mi espíritu o mi alma.
-Es importante que sepa sobre eso. La pitonisa lo ayudará.
Unos minutos más tarde, llegaron a la casa. Estaba ubicada en un elegante barrio y la casa era como todas las demás. Hecha de ladrillos irregulares de color café oscuro, puerta de madera de casi el mismo color de las paredes, ventanas rectangulares cubiertas por cortinas blancas y techo triangular de color café, casi negro. Caroline tocó la puerta con el aldabón. Después de unos segundos, la pitonisa abrió. Al hacerlo, el marco golpeó con suavidad unos palos de cristal que pendían del techo provocando una serie de sonidos agudos y armónicos.
El aspecto de la mujer era fino y delicado. Su piel era blanca y su fisonomía era sutil. Llevaba puesto un bonito vestido negro y su cabello era un tono entre rojizo y anaranjado que le llegaba hasta la cintura.
-¡Caroline, qué gusto verte!-dijo ella con una sonrisa y la abrazó con fuerza. Su voz era melódica y suave.
-Me alegra volver a verte. Te presento a Erik Jügerhof. Vino desde Alemania hace dos días. Erik, ella es Lauren.
-Es un placer conocerla.-dijo Erik haciendo una pequeña venia.
-El placer es mío, señor Jügerhof.-respondió Lauren devolviendo el saludo sin dejar de sonreír.-Entren.
El interior de la casa olía a incienso. La sala y toda la casa en general estaban decoradas exageradamente de pequeñas estatuas de ángeles sobre las mesas, objetos extraños que pendían del techo, imágenes de raros dioses y en la mesa de centro de la sala estaba la famosa bola de cristal. Los sillones alrededor eran de color rojo vino, el piso era de madera brillante color café al igual que el techo y un lado de la sala estaba la chimenea que sobre su repisa descansaban velas en sus candelabros y una pequeña estatua de yeso de un ángel tocando el violín.
Cada uno se sentó en un sillón de modo que quedaran uno a cada lado de la mesa, alrededor de la bola de cristal.
-Cuénteme qué es lo que sucede, señor Jügerhof.-dijo la pitonisa.
-Últimamente se me ha estado apareciendo una sombra con un par de ojos azules que me persiguen a cualquier lugar que voy. La primera vez que vi esos ojos fue en un cuadro de Versalles que se encuentra en el castillo donde me estoy hospedando. Ayer algo o alguien me rasguñó la espalda, un hombre que también ha llegado de otro país me dice que voy a tener un cambio en mi vida… Todas esas cosas me van a enloquecer y aun peor si suceden en tan poco tiempo.
-Vive con vampiros, ¿verdad?
-Así es.
-Bien, entonces primero vamos a averiguar quién es el pintor del cuadro porque parece que quiso darle un mensaje al pintar el par de ojos que  mencionó.
-Está bien.-Erik jamás había visto el cuadro de esa forma. Supo que Lauren era una mujer astuta.
Cerró los ojos, extendió las manos sobre la bola de cristal y exclamó en voz alta:
“Espejo de las almas
Espía con alas
Muéstrame la verdad escondida
En el cuadro de la mirada perdida”
Poco a poco la bola de cristal se llenó con un fino humo blanco que paulatinamente se fue tornando más denso hasta que se convirtió en algo así como un espeso líquido gris que se revolvía intensamente hasta que las imágenes aparecieron. La historia del cuadro se hizo presente.
Era alrededor del año 1625. Un hombre que se encontraba en un castillo estaba postrado en una rodilla frente a otro hombre cuyo semblante emanaba autoridad y miedo. Era Damen en su castillo.
-Quiero que pinte para mí el cuadro más espléndido de Versalles que transmita el mensaje de la verdad a mis descendientes.-dijo Damen.
El hombre que había recibido la orden hizo una pequeña reverencia con su cabeza, se levantó y esa misma noche empezó la obra. En un enorme lienzo comenzó por plasmar el color naranja del atardecer. Posteriormente las montañas, los árboles y todo lo que contenía el cuadro. Al pintor le habrá tomado aproximadamente una o dos semanas en pintarlo pero la bola lo mostró en unos cinco minutos. Finalmente, entre las ramas de los árboles, pinceló el pequeño par de ojos azules que tanto atormentaban a Erik. Hasta ahora la bola no había dejado ver el rostro del pintor pero una vez que había terminado la obra, la bola cambió la vista y mostró su cara: el pintor era John van Luthenberg.
Al día siguiente, llevó en su carruaje la gran pintura.
-Es magnífica, señor Luthenberg. Es todo lo que estaba buscando.
En ese mismo instante Damen mandó a colgarlo en el lugar donde se encontraba actualmente. Parecía que todo estaba planeado aproximadamente desde hace cien años.
Posteriormente la imagen se disipo de la misma manera como apareció. Y mostró ahora el día en que Erik fue rasguñado. En realidad había sido una sombra, no la que siempre le hacía daño sino otra que parecía más bien un trozo de tela negra rodeada de una bruma negra. Un pedazo de esta bruma tomó la forma de una mano con largas garras y fue con una de ellas que rasguñó tan rápida y fuertemente la espalda de Erik y después, entró en su cuerpo.
La imagen volvió a desaparecer y luego, la bola se apagó.
Erik suspiró. El hecho de saber que John había pintado el cuadro le había paralizado el corazón. Además, ¿cómo pudo él permanecer vivo durante tantísimo tiempo? Desde el principio sabía que había algo extraño en él.
-Erik, parece que algo va a pasar con su vida. Va haber un gran cambio y esta noche comienza el camino de… “transformación”. No solo va a cambiar su aspecto físico sino también el aspecto de su alma y le puedo asegurar que aquel cambio lo conducirá a la felicidad.-explicó Lauren sintiendo el desconcierto de Erik.
-Eso es precisamente lo que quiero saber. ¿Qué cambio va a haber en mi vida? ¿Y qué hay de mi alma?
-Aquella respuesta no se la puedo dar yo, ni la bola de cristal, ni la bruja más poderosa de Francia. Usted mismo tiene que averiguar de qué cambio se trata y poco a poco se dará cuenta de su alma.
-Está bien. Pero, ¿podría saber algo más de John y de esas sombras?
-Lo intentaré.
Lauren volvió a cerrar los ojos con fuerza, extendió las manos sobre la bola de cristal y exclamó en voz alta:
“Espejo de las almas
Espía con alas
Enséñame la vida de aquel pintor
Cuya existencia del tiempo escapó”

Como lo hizo anteriormente, la bola empezó a llenarse de un tenue humo hasta convertirse en esa especie de denso líquido. Tardó unos segundos revolviéndose, pero luego se apagó. Lauren volvió a repetir las mismas palabras, pero ya no pudo mostrar nada más acerca de su vida.
-¿John es vampiro verdad?-preguntó Lauren.
-Sí, lo es. ¿Qué tiene eso que ver?-dijo Erik.
-Indagar en la vida de un vampiro no están fácil como indagar en la de un humano cualquiera. Y con respecto a las sombras… son seres extraños. Tampoco se puede entrar en sus orígenes o saber quién es el que las envía.
-¿Es decir que no me puede mostrar nada?
-Me temo que no. Lo siento mucho, pero no hay otra forma de averiguar la vida de John, a menos que usted mismo se lo pregunte.
No, imposible. Tendré que obedecer las palabras de Isabella y de Lauren, debo esperar.
-Muchas gracias por tu ayuda, Lauren.-dijo Caroline levantándose del sillón.
-Espero que les haya servido de algo.-dijo Lauren también levantándose.
-Por supuesto que sí.-replicó Erik.
-Regresen cuando quieran, y no olvide lo que le dije.
-Lo tendré siempre en cuenta.
Se despidieron, se subieron al carruaje y se dirigieron al castillo.
-¿Qué piensa de todo esto?-preguntó Caroline.
-Es de gran ayuda saber que John pintó el cuadro. Pero me pregunto por qué lo habrá hecho, me pregunto si él tiene algo más que ver en todo esto. Evidentemente su vida ha atravesado bastantes cambios. ¿Cómo puede lidiar con eso?
-No conozco muy bien a John porque es un vampiro joven, pero creo que ya debe estar acostumbrado. Algo le debió haber pasado para poder vivir tanto tiempo.
-Y creo que eso influye en el que tenga que ayudarme. Quizá única y exclusivamente él sea el único que tenga ese deber.
El mar de pensamientos que habitaba en la cabeza de Erik estaba caudaloso de nuevo. Iban y venían más preguntas que se estrellaban con la única piedra que representaba la respuesta que ya tenía. Solo deseaba saber todo de inmediato pero, como dijo Lauren; esa noche su camino hacia el gran cambio de su vida iba a comenzar y parece que no va ser corto y fácil. Todo lo contrario.
-Ya casi va anochecer. Estoy ansioso por saber cuál es el trabajo de Damen tiene para mí.-dijo Erik después de permanecer un largo tiempo en silencio.
-Ya lo creo. Bueno, me bajaré aquí. Debo ir a casa.-dijo Caroline.
-Está bien. Gracias por su ayuda, señorita Boucher.-dijo Erik.
El carruaje se detuvo en una solitaria calle.
-Buena suerte.-dijo ella y se bajó.
Antes de que Caroline se fuera, Erik tuvo que decir algo.
-¡Señorita Boucher!-la llamó sacando la cabeza por la ventanilla del carruaje. Ella se volvió.-De verdad, gracias por preocuparse por mí y querer ayudarme.
-Oh, no es nada.-dijo ella con una tímida sonrisa-Y por favor, dígame solo Caroline.
-¿La volveré a ver…Caroline?
-Por supuesto que sí. Buenas noches.
-Buenas noches.-se despidió Erik sonriendo.
El coche continuó su recorrido y caída la noche, llegó al castillo. Erik caminó apresuradamente por el camino que serpenteaba por el jardín. Estaba emocionado pero al mismo tiempo tenía miedo. Damen era un vampiro y no era fácil esperar algo de ellos y mucho menos de él. El misterio lo quemaba por dentro.
El portón se abrió solo y sentado en un sofá estaba Damen tomando una copa esta vez no de vino, sino de sangre; quien lo esperaba tranquilamente para encomendarle un importante trabajo.
Entre tanto, John se encontraba en la biblioteca leyendo el mismo libro que Erik ya había leído. De un momento a otro tuvo la sensación de que algo o alguien habían escudriñado un capítulo de su vida, o como si alguien se hubiera enterado de uno de sus más profundos secretos. Pero no, le pareció absurdo. A pesar de que no pudo quitar ese sentimiento de su conciencia, continuó con su lectura.



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