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martes, 1 de enero de 2013

Día 7, Prólogo

Comenzamos con Reminiscencias!! Pero primero debo pedirles el favor de que no tomen ningún capítulo ni ningún fragmento sin autorización. Recuerden que esto me tomó tiempo, trabajo y esfuerzo como para que los publiquen en algún otro lado como si nada. Si quieren hacerlo, por favor contáctenme a través de Facebook. Gracias!!

Prologo

-¿Q
ué le parece, Jügerhof? ¿Ha sido de su agrado?-preguntó Damen después de ver a Erik degustando tan sabroso líquido de la fina copa de vidrio.
-Por supuesto. Jamás creí que en Berlín iba a existir algo tan maravilloso como esto.-respondió Erik con una sonrisa después de haber pasado el sorbo que bajó por su garganta sintiéndolo como fuego.
-Entonces, dese el gusto de embriagarse, Jügerhof.
Erik se levantó del sofá y salió de su castillo. Caminó en las calles de la nocturna Berlín cuyos deambulantes lo miraban unos con extrañeza y otros totalmente embelesados por su belleza y misterio. A lo lejos, cerca de un callejón, divisó una joven y hermosa mujer y se acercó a ella sin levantar ninguna sospecha. Ella caminó directo al callejón y Erik la tomó por la cintura. La mujer se sobresaltó pero no se inmutó al quedar hipnotizada con la divinidad del rostro de él y su sonrisa en los labios.
La llevó hasta el fondo, a la parte más oscura y hundió su cara entre el cuello y el hombro de la mujer. La sedujo hasta que ella había quedado totalmente encantada y él mordió ahí; justo en la yugular. La joven, en medio de su éxtasis, no sentía dolor pero era consciente de que estaba muriendo poco a poco. Aun así no se separó de los brazos de Erik, hasta que quedó completamente vacía y seca.
Otra vez, aquel preciado líquido carmesí corría por sus venas y todo su cuerpo haciendo que deseara aún más. La mujer había quedado tendida en el suelo, muerta pero fascinada por aquella belleza inigualable; como una sublime rosa que de repente hace una profunda herida con sus espinas y crea el dolor más hermoso.
Así como lo había hecho, continuó arrancándole la  vida a toda doncella que sus ojos le mostraran. Ninguna se rehusaba a ir con él a los lugares más oscuros y recónditos de las casas y edificios, tampoco se rehusaban a darle sus vidas. Erik disfrutaba cada mordida, cada gota entrando en su boca; disfrutaba obtener la inmortalidad a base de un amor falso y corto que se quemaba cuando la blut bañaba su interior. Fueron las horas noctámbulas más perfectas que había tenido.
Sintió que la noche fue muy corta y tuvo que regresar al castillo prometiéndose que en la noche siguiente haría lo mismo, pero ciertamente muy satisfecho. Cuando llegó, se dirigió a su habitación y contempló la ciudad antes de que el sol empezara a asomarse. Era una ciudad muy grande que con el tiempo crecería secretamente a sus pies sin que sus habitantes supieran que había alguien quien podía manejar muy fácilmente el lapso de tiempo de cada una de sus vidas.
Hacía ya una semana que se había unido a ellos y que lo habían convertido en la cabeza principal del clan alemán. Recostado en su cama pensó en lo que la eternidad le traería y que el cambio no fue tan malo como pensaba. No se arrepintió de nada, al contrario, le agradeció a su alma y al destino pero haberle permitido abandonar su esencia humana e imperfecta para poder adoptar una naturaleza oscura, inmortal y perfecta.
La noche siguiente salió con su eterna amante Caroline. Caminaron tomados de la mano por el centro de Berlín, un lugar lleno de grandes edificios, casas, carruajes y personas que, de nuevo, se quedaban mirándolos hechizados por su negro misticismo.
-Finalmente logramos estar juntos sin que nada ni nadie nos detenga.-dijo Caroline con una pequeña sonrisa labial.
-Todos los esfuerzos que hicimos y todo el derramamiento de sangre que hubo no fue en vano. El destino sí tenía preparado algo para nosotros.
Entonces comenzaron la cacería con el corazón sediento que les latía a toda prisa. Poco a poco fueron seduciendo sus jóvenes victimas hasta que los llevaban a un lugar lejos de los demás, y mordían el cuello o las muñecas alimentándose del elixir que los complacía deseando aún más. Así pasaron aquella noche comprando inmortalidad muy fácilmente por medio de las vidas ilusorias y simples de los mortales, adquiriendo más vigor para ellos acabando con aquellos que habían muerto enamorados y llenos de planes para un futuro que jamás les llegará.
Faltaban pocas horas para el amanecer así que regresaron al castillo. Caroline entró pero Erik quiso quedarse un rato en el jardín aspirando los últimos hálitos que quedaban de esa agitada y lúgubre noche hasta que lo sobresaltó una voz femenina que jamás pensó iba volver a escuchar.
-Felicidades, señor Jügerhof. Lleva una semana sin pensar en suicidarse. Me complace que por fin pueda estar con su amada Caroline.-dijo Agatha con sorna saliendo entre los árboles del jardín caminando hacia él.
Agatha se veía real, como de carne y hueso; pero Erik no sabía si en realidad se trataba de un cuerpo vivo o de un espíritu. Sea lo que sea, tuvo que decir algo olvidando todo su asombro.
-Gracias, señorita Agatha. Tenía un mal concepto de esta vida pero debo admitir que es mucho mejor que la anterior.-respondió de la misma manera pero añadiendo elegancia.
-Veo que hasta ahora usted cree que vive en un mundo lleno de rosas y sangre. Eso es bueno pero tiene que aprender a manejar la Eternidad. Quién sabe cuántas personas pueden atravesarse en su perfecto camino para arruinarlo.
-Eso lo sé muy bien. Sé que hay muchos sujetos que intentarán hacerme caer, pero eso no pasará.-dijo con una pequeña sonrisa labial.
-Muy bien. Me agrada que tenga tanta confianza de su propio poder. Eso le da autorización de beber el mejor vino en las copas más finas. Pero, ¿recuerda lo que alguien le dijo hace mucho tiempo? Que a esa mujer no le interesaba el vidrio, lo superficial; sino el vino, lo más profundo. Y estoy de acuerdo con ella.-Agatha se acercó lo más que pudo al rostro de Erik.
-Coincido perfectamente con usted. También me gusta buscar el vino, lo insondable de las personas independientemente de quien se trate.-habló Erik con una seducción que hizo que ella sintiera más odio por él.
Pero Agatha sonrió, percibiendo su energía.
-Buena suerte, Jügerhof. Espero que dentro de algunos años no se arrepienta de su decisión. Estas son las que lo conducirán a los lugares que menos imagina, así que tenga cuidado con lo que dice y hace.-dijo finalmente y volvió a desaparecer en los árboles del jardín.
Erik, pensativo, entró al castillo y luego se dirigió a su ya oscura habitación donde yacía Caroline en la cama durmiendo plácidamente, tan hermosa como siempre. Se acomodó a su lado, abrazándola. Nada ni nadie los iba a separar ni tampoco demolería su eternidad. Él se había convertido en uno de los vampiros más poderosos gracias al fino vino de la sangre contenido en las más bellas copas de vidrio de los jóvenes cuerpos que la portaban y al gran amor que lo ataba fuertemente a Caroline.
La alquimia de estos ingredientes creaba a un vampiro eficaz e invencible, capaz de gobernar no solo un clan sino todo el mundo. Erik Jügerhof era aquel vampiro cuya inmortalidad y poder no iban a ser destruidos jamás, pase lo que pase.

ef


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