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viernes, 19 de abril de 2013

Día 19, Capítulo 12


Capítulo 12
Cartas y Enigmas
L
eyó varias veces la enigmática historia de Jean. A pesar de que era corta sentía que había algo más escondido dentro de ella. De repente, volvió a su cabeza el pensamiento de que Damen parecía apoyar los planes de Jean y tuvo la sensación de que ellos dos ya se conocían desde hace tiempo atrás. Ahora, que Caroline había olvidado todo gracias a las malditas miradas de Jean, Erik sintió que también la conocía desde hace mucho tiempo. Aquel extraño sentimiento lo embargó cuando la veía a ella totalmente desorientada sin conocer a nadie, ni siquiera su propia vida.
¿Cómo puedo sentir eso? Jamás la había visto en mi vida.
En su habitación, vio el retrato de Alexander. Quería devolverlo a John de inmediato pero en ese momento debía estar dormido. Encerrado en aquel castillo, Erik era la única persona que estaba despierta, la única que podía ver la luz del día porque el sol no había vuelto a aparecer. Supo, entonces, que se había alejado del mundo por completo, que estaba metido en otro planeta donde él no pertenecía.
Por otro lado, cada estancia del castillo le recordaba más días de su vida. A pesar de que estaba lejos del mundo real, sentía al mismo tiempo que debía estar allí. La gran biblioteca, que era uno de sus lugares favoritos; le hizo recordar los días en que pasaba horas leyendo en la biblioteca de Berlín después de sus clases. En el castillo había un salón de música el cual Erik había descubierto en aquellos días de soledad donde lo único que podía hacer era recorrerlo. En una esquina había un piano negro de cola y un violín. También había una pequeña estantería con unos pocos libros de música, un gran ventanal dejaba que la luz nublada de los días entrara y había varios candelabros con velas rojas. Aunque tuvo la oportunidad de recibir unas cuantas clases de piano, jamás había aprendido a tocarlo. Solamente se sentó frente a él y oprimió teclas al azar. No se sabía ninguna melodía pero el solo hecho de escuchar cada sonido de las teclas y luego el intenso vibrar de las cuerdas, lo encerraba en un ambiente que no había vuelto a sentir desde que salió de su país. Era un ambiente de tranquilidad pero al mismo tiempo, de soledad. Ciertamente, Erik seguía sintiéndose solo pero el sosiego lo había abandonado hace mucho tiempo. Puede que ya no hubiera sombras que lo acechaban o que la sensación de que lo observaban hubiera desaparecido; pero la muerte aún lo seguía y era exactamente eso lo que no lo dejaba pensar en paz.
Salió de la sala y se dirigió al pasillo donde se encontraba su habitación, pero vio que la puerta de la habitación de John estaba vierta de par en par. Se asomó y él no estaba allí. Así que Erik entró a su habitación, tomó el retrato y lo dejó encima de la mesa de noche de John. Notó que aquel lugar estaba impregnado de la misma extraña energía que todos los demás vampiros desprendían. Se sintió en un ambiente tenso, muy diferente al que sentía cuando entraba a su habitación. Creyó estar dentro de un lecho de muerte en lugar de estar en el aposento de su “amigo”, como John mismo se hacía llamar.
Ciertamente la habitación era mucho más amplia que la de Erik. La cama era más grande y un poco más al lado derecho había un mueble de estantes llenos de libros. Se acercó a éstos. Trató de leer los lomos y tomó uno al azar. Lo sacó con fuerza puesto que los libros estaban muy apretados. Lo abrió y leyó unas pocas páginas, era tan solo una novela de un autor desconocido. Al dejarlo en su lugar, tuvo que presionarlo para que volviera a entrar entre los otros dos libros; pero al hacer fuerza el estante se dio la vuelta empujando a Erik a un túnel. Comprendió porqué Damen no le había dado esa habitación: tenía un pasadizo secreto.
El túnel estaba hecho de piedra clara pero estaba totalmente oscuro. La única luz que había era la de las antorchas fijas a la pared a lo largo de la construcción. Hacía frío y caminó lentamente por el pasadizo haciendo que cada uno de sus pasos retumbara en fuertes ecos por toda la estancia. Pronto llegó a unas pequeñas escaleras que conducían a una vieja puerta de madera llena de polvo y rodeada de telarañas. Subió las escaleras y abrió la puerta que chilló haciendo eco por todo lo largo del túnel.
La puerta daba a algo así como una amplia oficina cuyas paredes estaban tapizadas de terciopelo morado oscuro y el todo el piso estaba recubierto por una alfombra roja. En el centro había un viejo escritorio de madera donde descansaban una cantidad de papeles desorganizados y detrás de la mesa, había una silla también de madera vieja. Todo el lugar estaba lleno de más muebles llenos de libros que databan de fechas muy antiguas y estaba iluminado por muchas velas blancas y negras en sus respectivos candelabros.
Se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Ojeó los documentos y supo que todos ellos eran cartas, unas largas y otras cortas; demasiado viejas. Tomó una cualquiera y la leyó:
Noviembre 20 de 1713.
Versalles, Francia.
Señor Jean Schweitzer.
En vista de sus continuos viajes, le solicito que, como respuesta a esta carta; me avise cuándo va a llegar a Francia para así proceder con mi trabajo y enviar la carta a Berlín. Espero su pronta respuesta. Buena suerte.
Atentamente,
Damen Bayeux.
 Erik estaba atónito. ¿Damen esperó a que Jean llegara a Francia para que todo esto comenzara? Definitivamente Damen parecía ser un cómplice de los malvados planes de Jean. Dejó la carta donde estaba y leyó otra:
Enero 6 de 1715.
Versalles, Francia.
Señorita Caroline.
En pocos días el señor Erik Jügerhof estará presente en mi castillo. Le pido que, cuando yo le de mi aviso; esté muy pendiente de él y no lo deje escapar. No permita que el plan tome un curso diferente y haga todo lo que usted ya sabe que es necesario. Cuento con usted para esto.
Cordialmente,
Damen Bayeux.
Erik ya sabía que Caroline hacía parte del plan de Damen pero no obedeció lo que él le había pedido. Ella se había enamorado de Erik  y eso atrajo aún más la ira de Jean, a menos que eso también tuviera que pasar y el amor que Caroline sentía por él fuera falso o también fuera una parte del plan. Confirmó otra vez en su cabeza que siempre había vivido a base de mentiras. Dejó la carta sobre el escritorio y leyó otra pero era mucho más antigua que las demás y parecía no tener nada que ver con el plan de Damen:
Marzo 27 de 1442.
Versalles, Francia.
Estimado señor Damen Bayeux.
La presente carta es para informarle que ya he cumplido con el trabajo que me concedió. Jean Schweitzer ha sido convertido exactamente a sus 15 años de edad y en estos últimos dos años he estado haciendo todo lo posible por enseñarle cada uno de los temas que tienen que ver con el mundo vampírico. Espero que, a medida que Jean vaya creciendo; no se vaya a sentir decepcionado con él.
Por mi parte, me siento muy honrado de tener que servir a su merced y estaré dispuesto a contribuir con el crecimiento de su clan. Gracias por haberme brindado esta oportunidad.
Cordialmente,
Erik Jügerhof.
La sangre se le heló. No le cabía en su mente una gran cantidad de cosas como haber vivido desde hace tantos años y, lo peor de todo; que él era un vampiro pero, ¿cómo era eso posible? ¿En qué momento Erik fue un vampiro? Se sintió más confundido que nunca.
¿Qué es lo que ha pasado exactamente con mi vida, con mi alma? Damen debe saberlo todo pero no quiere decírmelo. Entonces, ¿quién soy yo en realidad? ¿Cómo pude haber vivido tantos años? Lo peor de todo es que no recuerdo nada. No, no. Debo estar soñando, todo esto es imposible; ¡nada de esto es cierto!
Se sintió desesperado, sintió que no estaba allí en ese momento, que él no era él mismo. Pero jamás se le había ocurrido pensar que quizás él tuvo una...vida pasada.
No quiso ni imaginar qué era lo que decían las demás cartas. Solamente guardó ésta última en un bolsillo de su pantalón, cogió con rapidez un gran  plano del castillo que estaba sobre el escritorio y salió del pasadizo velozmente. La noche había caído y no se acordó que el túnel provenía de la habitación de John y tampoco lo vio a él. Ahora, John se dio cuenta que no solo supo de la existencia del pasadizo, sino de muchas otras cosas más que Erik todavía no debía saber.
Se sentó en una de las sillas del gran comedor. Era una sala grandísima con una larga y amplia mesa de madera oscura y pesada, con numerosas sillas a cada lado de ésta, el techo era muy alto y lleno de bóvedas de crucería. Extendió el papel amarillento del plano sobre la mesa. Había una gran cantidad de habitaciones, salas y escaleras que todavía no conocía, pero también había dibujadas algunas otras habitaciones que estaban ubicadas en lugares incoherentes. Eran más pasadizos pero no estaba especificada la ruta para llegar a ellos. Solamente una persona que conociera  a la perfección el castillo sabría encontrarlos.
De repente, una pequeña gota de sangre empezó a brotar en el plano; justo en el lugar donde Erik se encontraba. La gota de sangre se movió por sí sola formando cierto camino en el plano y a pesar de que Erik levantó el papel; la sangre no se desvió. Entonces recordó las últimas palabras de Lauren: la sangre le iba a mostrar el camino que debía seguir.
Caminó por el domicilio conforme la gota de sangre se lo mostraba en el plano. Tuvo que recorrer algunas salas de estar y atravesar pasillos que no conocía pero el plano los mostraba muy claramente. Luego de unos minutos llegó a una parte del jardín que tampoco había visto cuando él creía que ya lo conocía por completo. Entre unos árboles estaba John quien lo esperaba al lado de un bello caballo negro de crin larga, blanca y lisa al igual que la cola.
-Buenas noches, Erik. Supongo que en este momento tiene una gran cantidad de preguntas en su cabeza. Pues bien, monte al caballo y continúe por el único camino donde llegue la luz de la luna más brillantemente porque se encontrará con muchos a lo largo del recorrido. Si lo logra, llegará a un pequeño pueblo donde encontrará alguna de las respuestas.-dijo John y tomó el plano de las manos de Erik.-Buena suerte, y recuerde lo que le dije. Si puedo, lo visitaré.
-¿Me quedaré allí mucho tiempo?-preguntó Erik con un hilo de voz.
-No lo sé. Eso depende de su progreso, pero iré a ayudarlo; ese es mi trabajo.
-Está bien. Y por favor, si tardo demasiado; cuide de Caroline.
-Lo haré.
Erik se subió al caballo y emprendió por el camino iluminado que serpenteaba entre el jardín. Iba con la continua esperanza de que, a pesar que se dirigía a un lugar desconocido; lograría orientar de nuevo su mente y su alma.
ef

jueves, 28 de marzo de 2013

Día 18, Capítulo 11


Capítulo 11
Secretos
P
asó una semana sin que nada extraño sucediera. A pesar de que Erik se había sentido muy tranquilo, la sensación de que lo observaban detenidamente no había desaparecido. Tampoco se había ido su miedo a la muerte a manos de Jean y a ser convertido en un vampiro. Puede que la vida humana sea solo un tiempo muy limitado, pero a pesar que suya había sido tan solitaria y trágica, se sentía bien siendo un hombre común y corriente.
Aquella corta semana de serenidad la había usado para crear nuevas sinfonías en su violín, leer las oscuras historias de la biblioteca y escribir algunas poesías. Todo le traía recuerdos de su juventud, todo ello lo hacía cuando su vida parecía estar bien.
Pero una noche estaba él en el vestíbulo con Emily.  Estaba sorprendido porque a pesar de que la pequeña llevaba muy poco tiempo como vampira, ya conocía muy bien el mundo de las sombras.
-Quería preguntarte, ¿Cómo hiciste para sobrellevar ese cambio tan drástico? ¿No extrañas tu vida humana?-preguntó Erik.
-Tengo solo siete años, no entendía de qué se trataba vivir. Es por eso que no extraño nada. Ahora, gracias a Damen; vivo una nueva vida. Una vida que durará para siempre, tendré todo y haré lo que yo quiera.
-¿Y qué hay de tus padres?
-Casi no me prestaban atención. Me cuidaban como todo padre hace con sus hijos pero no fue una relación muy fuerte.
Parece que todos los que son vampiros tuvieron una vida oscura.
-Pero cuénteme, señor Jügerhof; ¿qué es lo que está pasando con usted? he oído que Damen tiene un plan con su vida.
-Eso es lo que todos me han estado diciendo. Pero al parecer el plan se tuvo que aplazar puesto que pasó algo que no tenía que pasar.
-Claro, lo de Jean. Pero, ¿sabe algo? Eso sí tenía que pasar.
-¿Por qué? ¿Cómo lo sabes?
-Porque así como Damen tiene un plan con usted, simultáneamente Jean también tiene uno. Damen no va a dejar que su plan se cancele y Jean tampoco. Si usted lo piensa bien, se podría decir que tiene que escoger cuál de los dos planes quiere que se haga realidad.
-El problema es que Jean quiere matarme y no quiero morir. Además, no conozco en lo absoluto el plan de Damen.
-¿Es decir que tiene que deshacerse de Jean?
-Exactamente, y no sé cómo hacerlo. Él es un vampiro y es mil veces más fuerte que yo.
-Pero recuerde que usted una vez dijo que la astucia y la habilidad es mucho mejor que ser muy fuerte. Puede que usted sea un hombre débil, pero su inteligencia le servirá para que se pueda mantener con vida. Pero, ¿no cree que Caroline sea la culpable de que el plan se haya cambiado?
-No, no lo creo. Pienso que independientemente de que haya conocido a Caroline o no, Jean hubiera querido matarme.
-Y si usted tuviera razón, ¿Por qué Jean lo mataría?
Erik tardó en contestar.
-No lo sé. ¿Quiere decir que Jean me quiere matar porque Caroline y yo estamos juntos?
-Esa es una razón. Pero hay otra.
-¿De verdad? ¿Cuál es?
-Jean quiere arrebatar su puesto y la posición que va obtener.
-¿A qué se refiere?
-Me refiero a que cuando todo esto se acabe, usted va a obtener cierta posición en el mundo que le otorgará la felicidad que Lauren le ha prometido, entonces…
-Un momento. ¿Cómo sabes lo de Lauren?
-Supe lo que Jean le hizo. Traté de evitarlo hablando con él pero no hizo caso.
-¿Qué le dijiste?
-Le dije que si mataba a Lauren, él terminaría muerto y no iba a lograr hacer nada de lo que tenía pensado.
-¿O sea que estas con él?
-En lo absoluto, señor Jügerhof. Es solo que pensé inconveniente para usted que Lauren muriera.
-Qué astuta eres.
-Lo sé.-dijo ella con una sonrisa.-Como le iba diciendo usted va a conseguir un puesto que Jean quiere ocupar. El problema es que pase lo que pase esa posición está destinada únicamente para usted. Él piensa que puede cambiar el destino y también es por eso que lo quiere matar. Entonces, le puedo asegurar que usted no va a morir.
-¿No lo duda?
-Claro que no. Ciertamente se va a encontrar muchas veces con la muerte, pero ésta no la va alcanzar.
Erik suspiró. Fue el comentario más lenitivo que había recibido hasta ahora. Al menos había alguien que parecía apoyarlo.
-Emily, ¿No sospechas que Damen conoce a la perfección los planes de Jean pero que él no quiere ayudarme?
-Sí, y no solo lo sospecho; es cierto. Damen sabe muy bien qué es lo que Jean quiere hacer con usted y no lo ayuda no porque quiera que usted muera. Como le dije, usted no morirá; sino que Damen quiere que usted aprenda a salir de esto solo, así él se dará cuenta si usted es apto para la posición que la va a dar, o no.
En ese momento, la cabeza de Erik empezó a dar vueltas.
-¿Alguna vez se preguntó cómo murieron sus padres en realidad?-preguntó Emily.
¿En realidad? ¿También me mintieron en eso?
Erik negó suavemente con la cabeza.
-Pues ahora se va a dar cuenta.-respondió ella y poco a poco el vestíbulo se fue convirtiendo en una sala mucho más pequeña.
El gran sillón rojo vino donde estaba sentado se convirtió en uno pequeño color café oscuro. Emily y los demás sillones desaparecieron transformándose en una pequeña mesa redonda de madera con tres sillas a su alrededor. El piso de baldosas se convirtió en un viejo piso de tablas. Pronto notó que se encontraba en la sala de la casa donde había vivido parte de su juventud.
Era de noche y todo el lugar estaba iluminado por velas. En una de las sillas estaba sentado su padre cuyo rostro emanaba mucha autoridad y era muy parecido al de Erik. De la cocina salió su madre, ciertamente una bella mujer cuya nobleza se podía ver reflejada en su cara; aquella característica en cambio, la había adoptado Erik. Llevaba ella en sus manos un plato de espaguetis mientras él se servía una copa de vino.  Parecía ser la hora de la cena pero no se vio a sí mismo siendo partícipe de ésta.
Si esta es mi casa y ellos son mi familia, ¿Dónde podré estar?
A pesar de ello, todo lo demás parecía estar normal. Pero Erik vio alguien que observaba por la ventana, era una silueta negra de un hombre. Sus padres comieron tranquilamente mientras hablaban entre ellos acerca de lo que Erik debía hacer por su vida.
-Él debe ser miembro del ejército así como mi padre y yo lo hemos hecho.-dijo él reflejando en su voz y su forma de hablar que era solamente él quien mandaba en casa y mantenía el orden de la familia.
-No me parece correcto que tengas que obligarlo a eso. A Erik le gusta más el arte literario y musical. Existen muchos escritores y músicos que son famosos y exitosos.
-Eso puede ser cierto pero debe seguir la tradición y la historia de la familia Jügerhof.
-Siempre lo has obligado a hacer lo que tú le pidas. ¿No crees que sea por eso que tu relación no es muy buena con Erik?
-No me importa. Lo que me interesa es que él haga lo que yo diga y ya. Cuando llegue de casa de su tía, se lo diré.
Ahora recuerdo. Yo no estaba en casa y cuando llegué, solo vi sus cadáveres.
En ese momento, el hombre que había estado en la ventana empezó a forcejear la puerta. La botella de vino estaba ya desocupada, así que el padre de Erik le partió la cola contra la mesa quedando con varias puntas filosas y cortantes. El hombre la empujó con fuerza que desprendió la puerta de su lugar. Aquel era Jean. Erik se levantó del sillón para tratar de evitarlo pero cuando quiso dar un paso, su cuerpo se inmovilizó.
En cuestión de segundos Jean se abalanzó a su madre y enterró sus colmillos en su cuello y bebió con rapidez su sangre. El padre de Erik intentó pelear contra Jean pero él le torció el brazo y la mano de tal manera que él mismo se enterró las puntas de la botella. Posteriormente, también enterró sus colmillos en su cuello y bebió la sangre. Su rostro, el cuello y los puños de su camisa blanca se habían manchado de sangre, y la tomó saboreando cada célula.
Cuando ambos estuvieron muertos, Jean camufló las heridas con un cuchillo cortando no solo el cuello, sino también las muñecas y el abdomen aun saciándose con la sangre de ambos.  Aunque Erik luchó por quitar la mirada de tan macabro asesinato, no pudo hacerlo. Él mismo vio como Jean se alimentaba de la sangre de sus propios padres. Luego, se escabulló velozmente por la ventana.
Unos minutos más tarde entró Erik de 16 años a la casa. Lo primero que vio fue el desastre de la puerta fuera de su lugar, las sillas volteadas y los platos rotos por la batalla, y luego; sus padres muertos en medio de un charco de sangre. Su cuerpo había quedado petrificado. No tuvo reacción alguna, solamente dejó escapar lágrimas y sollozos descontrolados. Todo había sucedió tan rápido, que no hubo casi tiempo para reaccionar.
La cabeza de Erik volvió a dar vueltas desesperadamente y poco a poco la destruida y sangrienta sala de su casa se convirtió en el vestíbulo del castillo. Lentamente abrió sus ojos, y a su lado seguía sentada la pequeña Emily.
Notó que cuando estuvo ahí sentado viendo lo sucedido, también había estado llorando puesto que sus ojos y mejillas estaba húmedas por las lágrimas. Sus manos estaban frías y sentía una profunda tristeza en su alma.
-Parece que ya tiene conocimiento acerca de las alucinaciones y que, además; se enteró de algo muy importante.-dijo Emily.
La noche en que había encontrado sus padres muertos y vio las heridas en sus cuerpos, se conformó con el pensamiento de que sólo había sido un malvado asesino y se lo informó al resto de su familia por medio de cartas pero jamás se puso el trabajo de investigar quien había sido. Ni siquiera lo había denunciado a las autoridades.
-Si tan sólo hubiera sabido quien lo hizo en el momento justo. Solamente me encerré en mi tristeza y ya ni siquiera recuerdo donde están ubicadas sus tumbas.-Erik dejaba que las gruesas lágrimas siguieran saliendo de sus ojos.
-No se sienta culpable. Todas esas tristezas que usted vivió en su juventud era necesario que las viviera para que en un futuro no muy lejano, esa tristeza se convierta en felicidad plena.-respondió Emily.
-¿Cómo puedes saber qué es lo que pasa conmigo?
-Es fácil interpretar sus miradas. El brillo de sus ojos y sus pensamientos lo dicen todo. Ahora sus lágrimas son un reflejo de muchos aspectos de su vida. Esa es la habilidad que se me ha concedido en esta nueva vida y usted obtendrá muchas más.
-Jamás, jamás voy a pertenecer a su grupo de asesinos.
-Eso no lo sé, señor Jügerhof. Tiene que esperar, pero nunca diga nunca.
En la lejana pared que estaba frente a Erik, vio un pequeño hilo de sangre que se escurría. Lauren lo necesitaba.
Salió del vestíbulo pero antes de llegar a la habitación de la torre, entró a la biblioteca y anotó todo con rapidez. Unos minutos después, llegó a la habitación donde Lauren miraba a través de la ventana; ya casi iba a amanecer.
-Señor Jügerhof, veo que poco a poco se va enterando de lo que sucedió realmente.
-Así es, Lauren. Y me siento… perturbado y apenado. Toda mi vida ha estado llena de mentiras y jamás me esforcé por descubrirlas. Simplemente me conformé con lo que la gente me decía.
-No tiene que sentirse así. La pequeña pero asombrosa Emily se lo explicó. Todo eso era necesario que sucediera. En este momento usted está bajo una grave amenaza, tiene que actuar con inteligencia más que con fuerza. Tenga presente que los escapes de la realidad al mundo surreal puede ser su mejor alternativa para encontrar respuestas a todos los enigmas que han estado encerrados a lo largo de su vida. Aprenda a vivirlos e intervenga en ellos con valentía. De ahora en adelante dejaré que la sangre le muestre el camino y que la luna se lo ilumine. Buena suerte, señor Jügerhof.-dijo Lauren y desapareció.
Como siempre, las palabras de Lauren lo habían aliviado pero ella se fue dejándolo con ganas de preguntarle muchas cosas.
Al día siguiente, Erik despertó con el frío viento de tan oscura mañana. Vio que su ventana estaba abierta y sintió un ardor en su pecho. Comprendió que en la noche, mientras dormía, una sombra había entrado a su cuerpo de nuevo.
Acostado en su cama, estuvo pensando sobre lo que había pasado la noche anterior cuando de repente, su mente empezó a mostrarle una serie de imágenes. Intentó concentrarse en ellas cerrando sus ojos con fuerza. Primero solo vio las ruinas de una antigua catedral y gótica que poco a poco se fue convirtiendo en una habitación parecida a la que tenía la tina blanca y las tres puertas; solo que en esta oportunidad tenía un sofá color negro y en frente una mesa de madera cubierta por un fino mantel blanco donde reposaba un florero de vidrio lleno de rosas también blancas. Allí estaban John y su hermano Alexander que parecía discutir de algo importante aunque no pudo escuchar una sola palabra. De un momento a otro, Alexander sacó la espada de algún lugar que no logró divisar y en segundos decapitó a John haciendo que la camisa blanca de Alexander se manchara de sangre al igual que las rosas.
Un grito masculino casi gutural trajo a Erik de vuelta a la realidad. Se vistió con rapidez y salió de la habitación. Varios vampiros también se dirigieron a la habitación de Damen, de donde había provenido el grito. Todos estaban amontonados en la puerta atónitos por lo que había sucedido pero Erik no podía ver puesto que los demás le tapaban la vista.
-¡Jügerhof!-gritó Damen y Erik notó que, gracias a la rabia que se pudo sentir en su voz; había sucedido algo grave.
Se abrió paso entre los vampiros y entró a la oscura habitación viendo el cuerpo decapitado de Katelynn. Ciertamente fue la imagen más terrorífica, escalofriante y macabra que había visto. Una cosa era imaginárselo, pero era otra cosa verlo en la vida real, justo en frente de sus ojos.
-¡Le ordeno que, sea como sea; le de muerte a Jean Schweitzer!-dijo Damen con la más profunda furia.
Mató a su propia hermana, ¿Entonces cómo no podría matarme a mí?
Todos los vampiros se sorprendieron ante aquel mandato. ¿Cómo podía un humano acabar con uno de los vampiros más malvados que ha pisado la tierra?
-Pero, Damen. ¿Cómo voy a hacerlo?-preguntó Erik, nervioso.
-No lo sé, busque usted la manera.
-¿Por qué Jean iba a matar a su hermana, que tiene su misma sangre?-intervino Caroline quien también estaba entre la multitud.
-Porque sabía que Katelynn, al ser de su familia; podía darme información sobre Jean para que matarlo sea más fácil. Por eso él decidió deshacerse de su hermana.-respondió Erik.
-¿Está seguro?
-Por supuesto que lo estoy, mi mente acaba de profetizármelo.-dijo él y salió de la habitación.
Los vampiros habían quedado sorprendidos por la respuesta. Se dieron cuenta que Erik ya no era un humano muy normal y que era el hombre perfecto para el plan de Damen. Caroline salió detrás de Erik.
-¿Qué fue lo que vio?-preguntó ella.
-Vi a Alexander matando de la misma forma a John. Y luego sucedió esto. Era una advertencia aunque llegó demasiado tarde. Pero antes de eso vi unas ruinas de una iglesia. No sé por qué pero me parecen familiares; debo ir a ese lugar. Sé que están aquí en Versalles-respondió Erik mientras se dirigía a la sala principal.
-¿Y cómo vamos a encontrarlas?
-No lo sé. Quizá John lo sepa.  
John, quien también  estaba entre el grupo de vampiros, bajó a la sala cuando sintió que habían pronunciado su nombre.
-John, ¿conoce las ruinas de alguna iglesia?-preguntó Caroline.
-Sí, las únicas que hay en Versalles. ¿Por qué?
-Tiene que llevarnos a ellas.
En ese momento Erik y Caroline subieron al carruaje que John condujo a las ruinas que estaban en las afueras de la ciudad. Por suerte, el día estaba muy nublado por lo que no había amenaza alguna de que el sol fuera a asomar sus rayos.
Cuando llegaron, Erik no sabía exactamente qué hacer. Simplemente se pusieron a la tarea de examinarlas como si buscaran algo. Había columnas partidas a la mitad, unas pocas estatuas de ángeles destrozadas, una vieja banca de madera y más al fondo había un antiguo cementerio cuyas arcaicas lápidas de piedra gris tenían esquinas o rotas o estaban partidas a la mitad.
Pronto, escuchó que las copas de los árboles que rodeaban el lugar se sacudieron con fuerza pero no prestó atención. Hasta que una voz conocida provino de sus espaldas.
-Erik, veo que por fin despierta y viene al lugar al que lo he llamado.
Volteó y se encontró con Jean.
-¿Para qué me necesita?
-Usted sabe muy bien que mi único propósito es acabarlo.
-Pero usted también sabe muy bien que eso no es posible. No me vuelva a llamar para esto, es perder tiempo.-dijo Erik.
Jean rió.
-No trate de hacerse el valiente. Usted está caminando justo el camino hacia la perdición.
-Jean, ya váyase. Acaba de matar a su hermana, usted debería morir-intervino Caroline. Pero él le envió una malévola mirada que causó un efecto extraño en ella. Se sintió aturdida y mareada.
-¿Qué le hizo?-preguntó Erik.
-Solamente le hice olvidar algunas cosas.-respondió Jean con sorna.
Algunas cosas no, absolutamente todo. Caroline ya ni siquiera sabía en donde se encontraba y John estaba tratando de orientarla.
-Será mejor que se vaya ahora mismo.-dijo otra voz. La de Damen.- Usted acaba de asesinar a su hermana, otra vampira. Era una de los suyos y no solamente por pertenecer a la oscuridad, sino que también era de su familia; de su propia sangre y usted sabe que por eso debe morir. Le sugiero que se vaya aunque le va ser imposible escapar de la muerte.
Jean no tuvo más remedio que irse dejando grabada en todos, una terrorífica mirada.
-¿Quién es él?-preguntó Caroline.
-No es nadie, no vale la pena que lo conozca.-respondió Damen.
Un vampiro no puede matar a otro vampiro físicamente. Pero sí puede destruir su mente y su alma.
Los cuatro regresaron al castillo en el carruaje.
En el portón del domicilio lo estaba esperando el doctor Deux.
-¡Señor Jügerhof! ¡Encontré lo que necesitaba!-gritó el doctor cuando vio de lejos a Erik.
Él se acercó rápidamente. No quería que Damen ni John supieran que el doctor lo había ayudado.
-¡Por fin, me alegra verlo de nuevo! ¿Qué es lo que trajo?-preguntó Erik en voz baja.
-La historia del mismísimo Jean Schweitzer.
-¿De verdad? ¿Cómo la consiguió?
-Tuve que hacer muchas investigaciones, especialmente en un pequeño pueblo cerca de la ciudad que no conocía. Allí hay una biblioteca muy completa acerca de estos temas y todos los que necesite.-dijo el doctor  y le entregó un pergamino enrollado atado con una cinta roja.-Espero que le sirva de algo.
-¡Por supuesto que sí, doctor! Muchas gracias.-respondió Erik pero antes de que entrara al castillo, el doctor lo atajó aclarando su garganta con fuerza.
-Este trabajo no es gratis, señor Jügerhof.
-Está bien, ¿cuánto quiere?
-Unos treinta francos.
-¡¿Treinta?!
-Sí, señor. Esa investigación no fue para nada fácil.
-Espere aquí, voy a traérselos.
-Muchas gracias.
Erik entró al castillo y se dirigió a su habitación por el dinero. Involuntariamente vio sobre su mesa de noche el pequeño retrato de Alexander y recordó la noche en que se le había aparecido.
No quiero tener eso aquí, se lo daré a John.
Cuando volvió a bajar para darle el dinero al doctor Deux, notó que había desaparecido. No estaba afuera en el jardín ni en la sala principal, simplemente se había esfumado. Se le hizo extraño pero no le dio importancia al asunto. Entró a la biblioteca y se sentó en frente del escritorio. Desató el pergamino y lo leyó:
Historia de Jean Schweitzer.
(Es oficial pero no está muy completa)
Jean Schweitzer nació en Múnich, Alemania el 23 de Agosto de 1425. Vivió en medio de una familia de gran riqueza cuya fama no solo estaba extendida en Alemania sino también en otros países de Europa. Sus padres no compartían mucho tiempo con él puesto que siempre estuvo a cargo de una institutriz que le enseñó a leer y a escribir antes de que entrara a la escuela. Poco a poco fue adquiriendo una educación muy superior a la de los demás niños de su edad gracias a la institutriz, otros maestros en casa y las prestigiosas escuelas donde estudió.
Cuando había alcanzado ya su juventud, demostró un gran apego por las artes musicales, la literatura y filología por lo que entró a una academia de música donde aprendió a tocar varios instrumentos y también estudió gran cantidad de idiomas entre ellos el francés, el italiano y el sueco.
Por otro lado, cada vez que tenía tiempo para pasar con sus padres; lo usaba solamente para seguir hablando de sus estudios e inculcarle valores y la personalidad que había caracterizado generación tras generación a la familia Schweitzer. Sus padres eran muy serios y reservados puesto que Jean también aprendió a actuar y pensar de esa forma convirtiéndose así en un hombre frío e indiferente.
Cuando Jean tenía 15 años, su madre dio a luz a su hermana Katelynn quien recibió el mismo trato y educación que Jean. Pero a medida que su hermana crecía, él empezó a presenciar sucesos extraños y paranormales en su diario vivir, cosa que lo perturbó mucho y lo hizo alejarse cada vez más de su familia prefiriendo sumirse en sus propios pensamientos y las cosas extrañas.
Vivió varios meses con las incómodas sensaciones de que algo o alguien inspeccionaban su vida y de que algo fuera de lo común iba a sucederle. Aquellos pensamientos se hicieron realidad cuando una noche un hombre entró a su casa. Mató a su madre y, cuando su padre lo supo; se suicidó. El desconocido era un vampiro que esa misma noche convirtió a Jean enseñándole con el tiempo todo lo que abarcaba hacer parte de “las criaturas de la noche”.
Aún no se conoce la identidad del vampiro que lo convirtió ni cómo Jean se hizo cargo de su hermana menor, pero es claro que fue él mismo quien convirtió a Katelynn.
Finalmente, Jean Schweitzer fue convertido a sus 15 años el 10 de Septiembre de 1440. Debido a su vida que se ha calificado como sola y desalmada se ha convertido en uno de los vampiros más malvados que, según dicen; descarga toda su ira contenida durante su vida humana en el momento de sus ataques. No es claro a cual clan pertenece puesto que no se conoce nada acerca de la vida del vampiro que lo convirtió aunque se sospecha que es de Transilvania al igual que su clan. Por ahora, se dice que ha estado ocupando su tiempo en desconocidos planes.
Al terminar de leer, el corazón de Erik aún seguía palpitando de emoción. Pero se dio cuenta que, como los demás vampiros; había tenido una vida desolada. Con respecto al vampiro que lo convirtió, sospechó que fue el mismo que trató de convertir a Caroline y en lo concerniente a sus planes; no eran desconocidos, Erik sabía a la perfección de qué se trataban.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Día 17, Capítulo 10


Capítulo 10
Escape de la Realidad
M
ientras estaba en la biblioteca ojeando unos libros, la molesta sensación de que algo extraño iba a suceder ese día no dejaba de perseguirlo. En realidad no estaba prestando atención a lo que veía sino que recordaba lo que Lauren le había dicho la noche anterior. No podía dejar de pensar a qué felicidad se refería y ya no podía ver con certeza lo que le futuro le traía. Al principio había pensado en cumplir con su misión y regresar a Alemania, pero ahora ya ni podía salir de la ciudad. La voz de Caroline lo sobresaltó.
-Vine porque quería asegurarme de que se encontraba bien.-dijo ella acercándose.
-Sí, lo estoy. Gracias.-respondió Erik sin despegar la mirada del libro.
Caroline suspiró.
-Erik, no quiero que se aleje de mí. Quiero que sigamos juntos.
-Todo este tiempo me estuvo mintiendo…
-¡No le mentí!-lo interrumpió ella.-Solamente no puedo decir ni una sola palabra, lo único que puedo hacer es ayudarle en todo lo que necesite y estoy dispuesta a hacer lo que sea.
-No, usted en realidad quiere estar con Jean. Si es así, prefiero no meterme en su relación.
-¡¿Qué?! ¡Entre Jean y yo no hay nada! Yo lo amo a usted. ¿Cómo podría estar yo con una persona que lo quiere matar? Eso es imposible.
-Para mí es difícil aceptar… su cambio. Ustedes son totalmente diferentes a los humanos, somos enemigos por naturaleza.
-Puede que mi aspecto haya cambiado y hay muchas cosas que cambiaron en mí, pero mi amor por usted jamás podrá cambiar, jamás morirá.
-Caroline, yo estoy muy cerca de la muerte y usted va tener toda la eternidad para amar otras personas. No puede decir que su amor por mí permanecerá vivo para siempre.
-Erik, por favor entiéndame. Yo lo amo. Usted me necesita y aunque no lo crea, yo lo necesito.
Erik la miró fijamente a los ojos. Ciertamente eran iguales  a los de Jean pero la gran diferencia era que los ojos de Caroline emanaban un gran amor. Ella no mentía. No pudo evitar abrazarla con fuerza y hundió su cara en el cabello negro de Caroline. Ella se clavó en su pecho y para sus oídos escuchar los agitados latidos del corazón de Erik a causa del puro amor, fue la más hermosa música que la oscuridad le podía ofrecer.
-De ahora en adelante van a pasar cosas más drásticas. Tiene que abrir los ojos, Erik. Ábralos, ¡ábralos ahora!-dijo Caroline sin soltarse pero Erik despertó.
Abrió rápidamente sus ojos mientras salía de una tina blanca llena de agua fría donde estuvo sumergido un tiempo. Tomó aire con fuerza y quedó sentado dentro de la tina. Inspeccionó el lugar donde se encontraba. Estaba en una habitación amplia de paredes de madera gruesa toda de color café oscuro. En una pared había colgado un espejo ovalado y debajo, un lavamanos blanco. En la pared en frente de la tina había tres puertas cada una con su respectivo número. Todo el lugar estaba iluminado de velas negras ubicadas en el piso. Mientras Erik miró el lugar, se dio cuenta que el agua se había convertido en sangre y salió de la tina rápidamente. No había un par de zapatos o una camisa con que cubrirse. Lo único que tenía puesto era su pantalón negro totalmente mojado.
¿Dónde estoy?
Lo único que parecía mostrarle la salida eran aquellas tres puertas, así que se acercó a la puerta que tenía grabado en plata el número uno. Tomó el picaporte, lo giró y abrió suavemente la puerta. Lo transportó a un lugar que Erik jamás hubiera pensado. El cuadro de Versalles. Se encontraba exactamente en el mismo atardecer, con las mismas personas caminando en el mismo lugar; todo era justamente igual que el cuadro. Caminó descalzo por una de las calles más que sorprendido por tan gran exactitud. Pero de repente, vio que algo se sacudió entre los árboles. Era la sombra con sus ojos azules. Se lanzó al suelo y emprendió la carrera. Erik también corrió a toda velocidad entre las personas que parecían no darse cuenta de su existencia. Atravesaron la ciudad mientras el frío viento le congelaba los huesos y los músculos haciendo que de vez en cuando perdiera velocidad, pero sacó fuerzas desde su cabeza a sus pies. Miraba de vez en cuando hacia atrás, y la sombra que no corría sino que flotaba le enterraba su horrible mirada que hacía que Erik corriera aún más. Atravesaron algunos parques y callejones que no Erik no conocía, como en algunas otras oportunidades; volvía a andar sin rumbo escapando del miedo. En unos minutos ya habían salido de Versalles. Llegaron al bosque donde se habían encontrado anteriormente y perdió de vista a la sombra cuando ésta metió velozmente entre los árboles.
Caminó en el bosque escuchando de nuevo los extraños sonidos provenientes de árboles, animales y pájaros. No sabía a dónde iba pero estaba muy alerta ante cualquier movimiento extraño.  Lo distrajo una gran bandada de cuervos que pasaron volando en el cielo mientras graznaban. Hicieron una forma de V hacia adelante, mostrándole el camino. Erik continuó caminando hacia adelante, sin dar ninguna curva; hasta que vio la sombra entre los árboles y la niebla. Ella sintió su presencia y volvió a echar a correr y Erik la persiguió. En unos segundos llegaron a un alto acantilado y la sombra se lanzó dejándose llevar por la corriente del vigoroso río que había al fondo, pero Erik se detuvo súbitamente. Vio que la sombra se fue con el agua pero no sabía si lanzarse o no.
Todavía no debo morir, no me lanzaré.
Dio media vuelta y ahí estaba solo la puerta con el número uno. Sin pensarlo la abrió y entró y estuvo de nuevo en la habitación. Respiró profundo. Estaba más que confundido, no sabía si lo que estaba viviendo era solo un sueño o era la realidad. Quería irse de allí así que atravesó la puerta con el número dos con la esperanza de que lo llevaría de vuelta al castillo, pero se encontró en otro lugar.
Probablemente se encontraba de nuevo en Versalles, pero ya no estaba atardeciendo; sino que estaba en pleno invierno. El cielo estaba nublado, el suelo cubierto por espesa nieve blanca y los árboles totalmente secos.  Diagonal a él, había una amplia casa gótica parecida a la de John. Estaba hecha de madera de un tono morado oscuro, ventanales góticos y techos altos y triangulares. La casa estaba totalmente encerrada de gigantes árboles cafés. Erik estaba parado en frente de la puerta con la nieve congelándole los pies sorprendido porque se vio a sí mismo tocando el violín en un balcón de la casa.  
Subió las pequeñas escaleras y abrió la puerta. Por dentro la casa era muy elegante pero también oscura y lóbrega. Subió al segundo piso buscando el balcón entre habitaciones y pasillos; y al encontrarse con sí mismo se dio cuenta de que había alguien tras él. Jean estaba al acecho. El Erik que tocaba el violín estaba tan hipnotizado por su música que no se dio cuenta de la presencia de Jean, hasta que él le tapó la boca con fuerza haciendo que soltara el violín rompiéndose a la mitad. Lo bajó al primer piso casi arrastrándolo con fuerza haciendo que se voltearan unas pequeñas mesas de la sala y floreros de vidrio llenos de rosas que quedaron pisoteadas en el suelo; hasta que lo sacó de la casa. Erik solo podía mirar y seguirlos con el corazón loco de miedo, pero su voz había desaparecido.
Una vez afuera, el Erik clonado luchaba con todas sus fuerzas de deshacerse de las garras de Jean, pero en un abrir y cerrar de ojos él lo había mordido. El Erik verdadero cerró los ojos y agachó la cabeza. No podía soportar imaginarse y mucho menos ver como aquel vampiro se alimentaba de su sangre. Escuchó sus propios gritos de dolor con la esperanza de que alguien viniera a ayudarlo pero no fue así. Una fuerte ráfaga de viento frío chocó contra su cuerpo cuando Jean huyó a toda velocidad, y cuando el silencio reinó, abrió sus ojos y pudo ver a sus pies una pequeña línea roja. A medida que levantaba su mirada esa línea se hizo cada vez más ancha y el rojo más intenso. Esta línea era una mancha de su propia sangre que provenía de su cadáver tendido en la nieve con dos profundas marcas en su cuello. Se acercó a sí mismo, se arrodilló ante su cuerpo dejando escapar sendas lágrimas de sus ojos. Lloró en silencio, con amargura y rabia. A pesar de que el dolor lo quemaba por dentro tuvo que hacerse consciente de que eso era una prueba de que su muerte estaba cerca y no iba a poder hacer nada por evitarlo. Pronto, su cuerpo muerto de desvaneció en el aire y a su lado apareció una tumba de piedra gris donde había recargado un ángel con su cara hundida entre sus brazos y sus alas estaban heridas y desgastadas. La única inscripción que había en la tumba era “Erik Jügerhof, 1688-1715”.
¿No se supone que no debo morir? ¿Qué está pasando? ¿Por qué me tiene que suceder a mí?
Sus lágrimas seguían derramándose por su rostro cuando vio que la puerta reapareció para que regresara a la habitación. Entró y la cerró con fuerza.
Lauren tenía razón, en ese momento estaba confundido y aún no sabía si estaba despierto o si estaba soñando pero sea lo que sea quería salir de allí inmediatamente. Por ahora lo único que había visto era indicios de su muerte pero, ¿será que para Lauren esa era la felicidad, la muerte? No lo sabía. Lo único que podía hacer era esperar aunque ya estaba cansado de hacerlo. Se acercó al espejo. Deseaba ver al menos una cosa que era real: su aspecto, su existir. Pero al tratar de ver su reflejo, solo vio una imagen borrosa y disipada. Sintió rabia. Ni si quiera podía ver lo superficial e inexpresivo de su rostro y su piel. Toda la ira que estaba guardada en su corazón la descargó dándole un fuerte puño al espejo partiéndolo en mil pedazos que cayeron al lavamanos que, con cada trozo; empezó a sangrar como si lo hubiera herido. Abrió la llave para enjuagar la sangre pero en lugar de salir agua, salía más sangre. De repente, empezó a brotar por todas partes. Las paredes, el piso, la tina y cada rincón.
La sangre empezó a inundar la habitación hasta que sus pies se cubrieron. No quería hacer parte de otro mar de sangre y con todo su asombro atravesó la tercera puerta cerrándola con fuerza detrás de él. Entonces, se vio en Berlín, justo en frente de un grandioso castillo edificado en medio de un lago rodeado de una inmenso jardín lleno de árboles que se veía negro gracias al igual que el agua gracias al cielo nocturno. Para llegar al portón, había que atravesar un largo y ancho puente de fina madera. Cuando llegó, el portón se abrió solo y entró en la gigantesca y alta sala principal. Allí volvió a verse a sí mismo pero con Caroline, parecían hablar de algo importante pero Erik no pudo escucharlo. Después un hombre desconocido les llevó una joven mujer que lloraba desesperadamente. Erik y Caroline sonrieron y él mordió su cuello haciendo que la mujer cayera al suelo mientras seguía gritando. Caroline se unió a la matanza mordiendo una de las muñecas de la víctima y bebieron su sangre hasta que se saciaron sintiendo el mayor placer de sentir la sangre inocente corriendo por sus malvados cuerpos.
El Erik verdadero miraba con repulsión hacía sí mismo y se llegó a odiar por hacer eso.
¿Cómo es esto posible? ¿Seré uno de ellos?
Eso fue lo único que le mostró la tercera puerta. Él mismo siendo un vampiro junto con Caroline. ¿Sería esa la felicidad?
¡No, imposible! Jamás seré uno de ellos.
Salió del castillo y antes de que pudiera atravesar por completo el pequeño jardín, la puerta ya lo estaba esperando. Cuando estuvo en la habitación no quiso pensar en lo que acababa de ver, sino en la manera de salir de allí. Así que lo analizó: para entrar y salir de la habitación tuvo que usar las mismas puertas, entonces si llegó a ese lugar por medio de la tina; tendría que salir usándola. La sangre de la habitación ya había desaparecido pero la de la tina no. Sintió mucho asco y estupor al tener que meterse en la sangre pero no tenía más remedio. Se sentó dentro de ella, se sostuvo de los bordes, tomó una gran bocanada de aire y se sumergió. Estando unos segundos bajo la sangre sintió que se sumía en un profundo sueño mientras que caía en un gran vacío.
-¡Abra los ojos, Erik!-volvió a escuchar. Era Caroline que estaba a su lado.
Despertó abruptamente sintiéndose ahogado pero no podía moverse. Su cuerpo estaba petrificado, su piel muy pálida y su mirada clavada en el alto techo de la biblioteca.
-¿Qué fue lo que pasó?-preguntó con una voz muy débil tratando de incorporarse.
-Todo fueron pistas, Erik. Trate de no olvidarlas.-respondió Caroline.
Se sentó lenta y difícilmente en frente del escritorio, tomó una hoja en blanco, una pluma y tinta y escribió todo lo sucedido.
-¿Pero qué fue exactamente eso? ¿Va a pasar de seguido?-preguntó Erik mientras escribía.
-Sí, pero no es posible saber con exactitud en qué momento entrará en ese letargo que le va a mostrar cosas muy diferentes. Tiene que estar preparado tanto mental como físicamente puesto que el tiempo también se le va a desacomodar.
Erik no se había percatado de que la noche ya había caído.
-Sentí como si solo hubiera pasado unas tres o cuatro horas.
-Aquí la noche ya está muy profundizada. Esos sucesos lo puede llamar alucinaciones aunque yo preferiría llamarlo “escapes de la realidad”
-¿Es decir que lo que me pase no es real?
-No, pero son profecías y pistas que se podrían cumplir en cualquier momento. Por eso tiene que estar muy atento.
Erik guardó las hojas entre las del libro que estaba ojeando. Sin decir nada, Caroline salió de la biblioteca para buscar alimento con los demás, pero él se quedó allí; pensando, especialmente en lo que la última puerta le había mostrado.
Parece que tengo dos opciones: morir o convertirme en uno de ellos. No quiero hacerlo, pero es lo único que el destino tiene preparado para mí.
Sin saber por qué, tuvo la sensación de que había vivido su vida a base de mentiras pero que de ahora en adelante tendría la oportunidad de desvelar todas las verdades.
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