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domingo, 6 de enero de 2013

Día 11, Capítulo 4


Capítulo 4
La Misión
D
amen lo miró de arriba abajo detenidamente mientras Erik caminaba hacia el sofá. Se puso nervioso pero a pesar de que trataba de mostrarse tranquilo, Damen pudo sentir su miedo.
-¿Dónde estuvo hoy, señor Jügerhof?-preguntó Damen.
-Salí a desayunar con la señorita Caroline, caminamos un poco y luego me llevó con la pitonisa.
-¿Pitonisa? ¿Cree usted en la brujería?
-No. Pero visitarla me ayudó demasiado.
-¿A qué?
¿Debería decirlo?
-Me dijo quién fue el pintor del cuadro de Versalles que tiene usted.
-Y… ¿Para qué necesitaba saberlo?
-Porque la sombra que me ha estado siguiendo tiene exactamente los mismos ojos que están pintados en la obra.
Damen dibujó una leve sonrisa en sus labios.
-Bien, señor Jügerhof, bien. Veo que es una persona muy astuta y es exactamente por eso que lo he llamado. Pero también siento una energía diferente en usted. ¿Qué más hizo con Caroline?-preguntó Damen enviándole una mirada pícara con su sonrisa labial.
-¡Claro que no! Es solo una buena mujer.-respondió Erik.
Damen se quedó mirándolo como si dudara de su respuesta confundiendo los sentimientos de Erik aunque solo estaba bromeando. Entonces, lanzó una risotada.
-¡Sólo estoy jugando con usted!-Erik suspiró como tratando de soportar el humor de Damen.- Muy bien, este va a ser su trabajo. Últimamente los humanos se han estado dando cuenta de que nosotros estamos atacando a sus familias, nos alimentamos de ellos y todas esas cosas que usted ya conoce. Supongo que también ya notó que a mí y a mis vampiros nos cae muy bien la sangre… extranjera.-Erik asintió. Obviamente ya lo sabía.-Por lo tanto usted nos deberá traer personas de otras ciudades y hasta de otros países para que nosotros decidamos si convertirlas o asesinarlas.
-Quisiera hacer algunas preguntas. Primero, ¿era necesario llamarme desde tan lejos para hacer esto? y segundo, ¿me está diciendo que debo guiar a otros humanos a su propia muerte?
-El hecho de que lo llamara es que lo necesito a usted. Y no se preocupe por el destino de las personas. La vida humana es solo un tiempo limitado y qué importa si se acelera el curso de su muerte o si se extingue completamente. Usted solo haga su trabajo, le pagaré lo que desee. ¿Cuánto quiere?
-Creo que para fijar un precio debo saber a qué lugares tengo que ir, cuánto tardaré y el número de personas que tengo que traer.-respondió Erik con poco entusiasmo.
Damen tomó una hoja escrita que estaba sobre la pequeña pila de libros de la mesa de centro.
-Esta es la lista. Deberá traer máximo diez personas por cada ciudad.
Erik la leyó.
Francia:
§    París
§    Marsella
§    Mont-Saint-Michel
Italia:
§    Roma
§    Milán
§    Florencia
Alemania:
§    Berlín
§    Múnich
Reino Unido
§    Londres
§    York
-¿Iré solo?-preguntó Erik.
-No. John y la señorita Caroline lo acompañarán. Ahora, ¿tiene pensado cuanto quiere?
-Creo que lo más justo serán… 40 francos.
-Está bien. Cuando haya cumplido su trabajo, se los daré.
-¿Cuándo partiremos?
-Ahora mismo.
-¡¿Qué?!
-Así como lo oye, Jügerhof. No hay tiempo que perder. En el jardín está el carruaje donde viajará y uno adicional para las personas que va traer.
-¿Y John y Caroline ya lo saben?
-Por supuesto. John está listo para irse y la señorita Caroline viene en camino.-en ese instante, ella entró.-Aquí está. ¿Está lista para irse?-preguntó Damen dirigiéndose a ella.
-Sí, señor. Pero sugiero que empecemos mañana en la noche, estoy muy cansada.
-Pero yo estoy muy hambriento, señorita Boucher. En el viaje podrá dormir.
Caroline suspiró.
-Iré a empacar mis cosas.-dijo Erik y se dirigió a su habitación, extrañado de que Caroline no le hubiera dicho nada.
En el camino, en medio de las escaleras se encontró con Katelynn. Ella, al verlo; le mandó una malvada sonrisa labial y una mirada fulminante. Antes de que él llegara al pasillo, ella lo llamó.
-Señor Jügerhof.-dijo ella.
Erik se volvió y lo primero que vio fue sus llamativos ojos grises que adornaban muy bien su bello rostro blanco con el cabello largo, ondulado y café oscuro que lo bordeaba muy bien.
-Supe que va trabajar para Damen.-continuó ella.
-Sí, así es.
-¿Cree usted que va poder lidiar con todo lo que se le va a presentar de ahora en adelante?
-¿Cómo qué?
-No lo sé, pero siempre en todos los viajes hay contratiempos y le aseguro que estos no van a ser muy comunes.
-No entiendo con exactitud a qué se refiere, pero estoy dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para cumplir las órdenes de Damen.
Katelynn sonrió.
-Ahora entiendo por qué lo escogió. Usted es un hombre de honor y de mucha valentía. Creo que Damen no tendrá motivos para arrepentirse de su elección.
-Eso espero, señorita Schweitzer.
-Buena suerte, señor Jügerhof. Y bienvenido al clan.-dijo Katelynn con una sonrisa y siguió su camino.
Esas últimas intranquilizaron a Erik. ¿Cómo iba a darle la bienvenida si ni siquiera hacía parte de ella? ¿Cómo iba a ser bienvenido si ya todos sus miembros intentaron matarlo?
Además, jamás seré uno de ellos. Haré mi trabajo y me iré.
En su habitación mientras guardaba un poco de ropa en su baúl, recordó lo que había averiguado gracias a la ayuda de la pitonisa. La confusión lo atrapó cuando pensó en que John, siendo humano en ese tiempo; pudo vivir tantos años hasta hace unos pocos días. ¿Cómo lo había logrado? Además, ¿Cómo conocía a Damen? También recordó su mandato: “pintar un cuadro que transmita la verdad a los descendientes” ¿Qué verdad? ¿Cuáles descendientes? Evidentemente tenía que buscar la manera de encontrar algo más sobre la vida de John.
-¿Está listo para irnos?-preguntó John precisamente, entrando a la habitación como si lo hubiera llamado con el pensamiento.
-No, no estoy listo.-Erik suspiró.-Estoy confundido. En tan poco tiempo siento que me han pasado muchas cosas.
-¿Por qué lo dice?
-John, quiero preguntarle algo. ¿Cómo es posible que usted haya podido vivir más de cien años?
-Creo que será mejor que eso lo sepa en…
-No, respóndame de inmediato.-lo atajó Erik.
-Está bien, pero para eso tiene que conocer primero a Jean Schweitzer, hermano de Katelynn. Yo no debería haberle dicho esto pero usted es testarudo. Ese hombre quiere hacerle algo y solo yo puedo ayudarlo. No adelante el curso de las cosas, Jügerhof. En el libro todo está escrito muy claramente y no hay duda que se va a cumplir.
-¿Qué libro?
-Ya se dará cuenta. El caso es que gracias a Jean, aun siendo humano yo; me dio la inmortalidad a través de otro método que no tiene nada que ver con el vampirismo. ¿Por qué? Porque yo tenía que esperar su venida, y todo lo que usted vivió en su juventud, era necesario que lo viviera para que cuando usted alcance el cambio de su vida, también pueda alcanzar la plena felicidad. Le aconsejo que se prepare tanto mental como físicamente. Ahora apresúrese, Caroline está esperando abajo.-y John salió de la habitación.
Increíble. Todo estaba perfectamente planeado. Tengo que averiguar, entonces, cuál es el plan que hay para mí.
Los criados estaban guardando los baúles de los tres en un carruaje mientras que Damen les hablaba en el jardín, listos para partir.
-Dentro del carruaje encontrarán una bolsa que contiene cien francos. Supongo que es el dinero suficiente para los viajes y los hospedajes. En caso de que les haga falta, infórmenme por medio de una carta. Manténgame al tanto de todo y de los planes que vayan a usar para traer a las personas. El resto del clan y yo organizaremos todo lo necesario para que los planes sean exitosos. Buena suerte.
Se despidieron y se subieron al carruaje.
-¡Cochero, a París!-gritó Damen desde afuera y emprendieron el viaje. Algunos de los demás vampiros miraban desde la puerta y las ventanas, asombrados del nuevo hombre que les daría alimento. Detrás del carruaje iba el otro que estaba atado al de Erik, John y Caroline. Ambos eran coches negros, finos y amplios halados por cuatro caballos.
Entre los baúles no solo llevaban ropa sino también comida suficiente para aquel viaje.
-Caroline, ¿no se siente extraña al saber que conduciremos personas a su propia muerte?-preguntó Erik.
-No, ya no. No es la primera vez que hago este tipo de trabajo. Hace unos años sucedió algo similar y yo tuve que encargarme de los viajes. Tuve que hacerlo sola y los lugares que visité fueron demasiados. Tardé casi dos o tres años en completarlos todos. Además, la muerte es algo muy natural. Todos los humanos debemos morir en algún momento, yo también moriré.
-Y, ¿sabe usted algo sobre Jean Schweitzer?
-Claro, es hermano de Katelynn. ¿Cómo sabe de él?
-No pudo esperar más.-intervino John.-Al menos ya sabe que persona es la que lo está esperando.
-Erik, si usted va a estar con nosotros en este viaje; tiene que aprender a ser paciente y a tranquilizarse. Sino créame que va a enloquecer.-dijo Caroline seriamente.
-Lo intentaré. Pero será difícil, llegan muchas cosas de una sola vez en muy poco tiempo y no encuentro el momento adecuado de pensarlas bien.
-Vaya acostumbrándose, Jügerhof. De ahora en adelante va a ser peor.-dijo John.
Esperaban que el viaje transcurriera sin problemas y que las únicas paradas que hicieran fueran para estirar las piernas y para que los caballos comieran algo.
Unas cuantas horas más tarde, Erik recordó la pequeña historia que había visto en la bola de cristal de Lauren.
-¿Qué significa la “verdad a los descendientes”?-preguntó Erik súbitamente.
-Señor Jügerhof, ya se lo he dicho muchas veces pero parece que usted no entiende. Espere un tiempo más, por favor le ruego que sea paciente. Solamente relájese. Concéntrese en los paisajes. ¿Alguna vez había viajado tan seguido por Europa?-respondió John asomando la cabeza por la ventana.
Erik lo ignoró.
Relajarse iba a ser difícil. ¿Cómo iba a poder relajarse con tantas preguntas en su cabeza? El viaje iba a ser largo y arduo. 
Pasó un mes. En la noche del 12 de Febrero llegaron a París, en el barrio Montmartre. Afortunadamente, el viaje transcurrió sin problemas excepto por el continuo desconcierto de Erik por todas sus dudas y aquellas noches en que la luna estaba completamente teñida de rojo, rojo sangre.
-Sucede muy pocas veces, pero significa que los vampiros están cazando y que se unirá algún nuevo vampiro al clan.-le explicó Caroline una noche.
Durante el viaje tuvieron que detenerse para alimentarse tanto los humanos como John, y los caballos también. Asimismo idearon el plan: le dirían a las personas que un hombre muy rico ha llegado a Versalles y ha comprado una nueva propiedad donde ha organizado una masiva celebración queriendo así que todos los habitantes de Francia lo conozcan para hacer realidad sus sueños, tener fama y riqueza. Simplemente tenían que buscar personas que parecieran ser de la misma forma de aquel hombre ficticio: avaras y ambiciosas. Por eso, habían decidido arribar en uno de los mejores barrios de la ciudad.
Guardaron el carruaje y emprendieron la búsqueda, pero el cochero también se les unió. No se habían dado cuenta de que era un humano lo cual Erik extrañó al notarse tan tranquilo. Su nombre era Joan. Se encontraban en la zona comercial del barrio y la noche era temprana, así que las calles estaban llenas de gente y de carruajes que iban y venían.
-Bien. Tenemos que encontrar diez personas para que recorran con nosotros las otras dos ciudades y para que estén completamente convencidas de esa fiesta.-dijo Erik.
-Escribiré la carta a Damen informándoselo.-dijo Caroline.-Mientras tanto creo que ustedes tres se pueden dividir para empezar a llevar las personas.
Estuvieron de acuerdo y empezaron el trabajo. Caroline se dirigió a una cafetería que tenía también sillas y mesas fuera del local. Había sacado del carruaje papel y tinta y empezó a escribir la carta. De pronto, un hombre que había llegado al mismo lugar le llamó la atención. Su belleza y la finura de su rostro era incomparable, sus ojos eran grises, su cabello hasta la altura de los hombros era liso, negro y brillante. Su altura, la anchura de sus hombros y su forma de vestir lo hacían aún más atractivo. Indudablemente, le pareció familiar ese hombre. Él entró a la cafetería habló con otro hombre que Caroline no pudo distinguir muy bien, y minutos más tarde volvió a salir. Pasó en frente de ella y le envió una mirada misteriosa, lenta y vil. En ese momento lo reconoció e hizo que su corazón se acelerara; pero de miedo y asombro.
En la carta a Damen no solo nombró el plan sino también aquel hombre:
Febrero 12 de 1715
Apreciado Señor Damen Bayeux.
Hemos llegado ya a París, exactamente a Montmartre. El plan es el siguiente: diremos a todas las personas que ha llegado a Versalles un hombre sumamente rico y conmemorando su llegada y sus logros se preparará una fiesta en dicha ciudad. Estoy completamente segura de que funcionará. La petición es que empiece a disponer los preparativos para la fiesta que se estaría llevando a cabo cuando hayamos terminado los viajes en Francia.
Esperamos su comprensión y elaboración.
Atentamente
Caroline Boucher.
P.D: Él está aquí. Por favor, pido su completa supervisión en los viajes.
Caroline quedó sorprendida. ¿Qué hacía ese hombre allí? Lo mejor sería avisárselo a John también.
Entre tanto, él se acercaba a un grupo de jovencitas después de haber invitado a un hombre que con gusto recibió la propuesta. Las jóvenes lo habían estado mirando detenidamente y hablaban entre ellas dejando escapar risitas ahogadas y coquetas.
-Buenas noches, señoritas.-dijo John entrando en el juego.
-Buenas noches.-respondieron ellas en un coro desordenado.
-Les tengo una propuesta. ¿Qué les parece si en unos días van a una fiesta que se celebrará en Versalles?
Se miraron. Por dentro deseaban con furor hacer cualquier cosa que él les dijera, evidentemente habían quedado más que cautivadas pero había muchas razones por las que no podían hacerlo.
-Nos encantaría, pero no creemos que nuestros padres no nos dejen ir.-respondió una de ellas, una joven rubia, bella y encantadora.
-No se preocupen, ellos no tienen por qué darse cuenta.-respondió John con aire seductor.
Con esas palabras quedaron aún muchísimo más cautivadas de lo que estaban antes y ella se sonrojó. Aunque dudaron por un momento, estuvieron de acuerdo. Ciertamente todas eran señoritas muy educadas que jamás se atreverían a desobedecer a sus padres, pero pensaron que quizá una experiencia a escondidas no les haría mal.
-¿Cuándo partiremos?-volvió a preguntar.
-Esta misma noche. Pero no a Versalles, sino a Marsella. La fiesta va a ser por todo lo alto así que tenemos que buscar invitados en las principales ciudades de Francia.
Aquella idea las emocionó más.
-Cuando lleguemos allá, ¿Podemos ayudarlo?
-Por supuesto que pueden.-todas las chichas se miraron y volvieron a soltar sus risitas ahogadas.-No se alejen demasiado. En un momento vendré por ustedes.-dijo John con una vanidosa sonrisa, giró en redondo y continuó su camino.-Ingenuas.-masculló entre dientes.
En ese momento Caroline se le atravesó.
-John, ese hombre está aquí. Tenemos que proteger a Erik.
-¡Imposible!
-Estoy segura de que sí era él. Lo vi en la cafetería.
-Debemos avisarle a Damen y estar pendientes de Erik.
-Acabo de enviarle una carta y Erik no debe estar muy lejos de aquí. Debe estar con Joan.
Emprendieron su búsqueda. Caminaron durante unos minutos buscándolos entre hoteles, restaurantes, personas y callejones. Hasta que los hallaron en una pequeña plazoleta que contenía una gigantesca iglesia. Estaban invitando a un grupo de personas que acababa de apreciar a un hombre que recitaba diversos poemas a cambio de dinero. Cuando hubieron terminado, se acercaron a John y Caroline.
-Va haber un cambio de planes. Como creo que ya tenemos los invitados, incluso más de diez; nos iremos ahora mismo a Versalles.-dijo John precipitado.
-¿Por qué? Se supone que tenemos que dirigirnos a Marsella.-respondió Erik.-Además, debemos regresar a Versalles con unos treinta invitados, no once o doce.
-Usted tiene razón, pero será mejor irnos, hay algo que no está bien. Y no se preocupe por los invitados, Damen se ha dado cuenta y acaba de enviar más vampiros para la fiesta. Estaremos de vuelta en poco tiempo.
Erik suspiró.
Esto va a tardar muchísimo más tiempo de lo que pensé.
-Sugiero que en lugar de irnos a Versalles, deberíamos irnos de inmediato a Alemania. Usted dice que Damen ya sabe lo que sucede, entonces él debe entender por qué nos dirigimos a ese país.-dijo Erik.
-Creo que es una buena idea.-reiteró Caroline.
-Está bien, entonces traigan a sus invitados y nos vamos a Berlín.
Todos se dirigieron al carruaje que Erik les había indicado. Eran alrededor de unas veinte personas y todas se veían muy emocionadas. Cupieron muy bien en el coche y sobraba todavía un poco de espacio.
Luego, se subió al carruaje donde estaban John y Caroline. Joan dio la señal a los caballos para emprender el viaje a Berlín con el otro coche detrás de ellos.
-¿Y qué es lo que andaba mal?-preguntó Erik.
Caroline sabía que no le iba a gustar una respuesta como “será mejor que no lo sepa” o “tiene que esperar”. Así que decidió decírselo de una manera más indirecta.
-Había allí una persona que nos tenía acechados desde hace un buen tiempo y al vernos, era probable que sus planes para matarnos recayeran sobre nosotros.
-¿Y por qué querría hacerlo?
-Preferiría no contárselo.-con aquella frase, Caroline cerró el tema y Erik resolvió no insistir. Se dio cuenta de que era otra historia escondida que tendría que descubrir con el tiempo.
El viaje iba a ser largo y, aunque iba a llevar personas a su muerte; Erik sentía cierto alivio al volver a su ciudad. Pero sabía que no se iba a quedar allí por mucho tiempo y tampoco iba a estar tranquilo.

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