Capítulo 4
La Misión
D
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amen lo miró de arriba
abajo detenidamente mientras Erik caminaba hacia el sofá. Se puso nervioso pero
a pesar de que trataba de mostrarse tranquilo, Damen pudo sentir su miedo.
-¿Dónde estuvo hoy, señor Jügerhof?-preguntó
Damen.
-Salí a desayunar con la señorita Caroline,
caminamos un poco y luego me llevó con la pitonisa.
-¿Pitonisa? ¿Cree usted en la brujería?
-No. Pero visitarla me ayudó demasiado.
-¿A qué?
¿Debería decirlo?
-Me dijo quién fue el pintor del cuadro de
Versalles que tiene usted.
-Y… ¿Para qué necesitaba saberlo?
-Porque la sombra que me ha estado siguiendo
tiene exactamente los mismos ojos que están pintados en la obra.
Damen dibujó una leve sonrisa en sus labios.
-Bien, señor Jügerhof, bien. Veo que es una
persona muy astuta y es exactamente por eso que lo he llamado. Pero también
siento una energía diferente en usted. ¿Qué más hizo con Caroline?-preguntó
Damen enviándole una mirada pícara con su sonrisa labial.
-¡Claro que no! Es solo una buena
mujer.-respondió Erik.
Damen se quedó mirándolo como si dudara de su
respuesta confundiendo los sentimientos de Erik aunque solo estaba bromeando.
Entonces, lanzó una risotada.
-¡Sólo estoy jugando con usted!-Erik suspiró
como tratando de soportar el humor de Damen.- Muy bien, este va a ser su
trabajo. Últimamente los humanos se han estado dando cuenta de que nosotros
estamos atacando a sus familias, nos alimentamos de ellos y todas esas cosas
que usted ya conoce. Supongo que también ya notó que a mí y a mis vampiros nos
cae muy bien la sangre… extranjera.-Erik asintió. Obviamente ya lo sabía.-Por
lo tanto usted nos deberá traer personas de otras ciudades y hasta de otros
países para que nosotros decidamos si convertirlas o asesinarlas.
-Quisiera hacer algunas preguntas. Primero,
¿era necesario llamarme desde tan lejos para hacer esto? y segundo, ¿me está
diciendo que debo guiar a otros humanos a su propia muerte?
-El hecho de que lo llamara es que lo necesito a usted. Y no se preocupe por el destino de las personas. La vida
humana es solo un tiempo limitado y qué importa si se acelera el curso de su
muerte o si se extingue completamente. Usted solo haga su trabajo, le pagaré lo
que desee. ¿Cuánto quiere?
-Creo que para fijar un precio debo saber a
qué lugares tengo que ir, cuánto tardaré y el número de personas que tengo que
traer.-respondió Erik con poco entusiasmo.
Damen tomó una hoja escrita que estaba sobre
la pequeña pila de libros de la mesa de centro.
-Esta es la lista. Deberá traer máximo diez
personas por cada ciudad.
Erik la leyó.
Francia:
§ París
§ Marsella
§ Mont-Saint-Michel
Italia:
§ Roma
§ Milán
§ Florencia
Alemania:
§ Berlín
§ Múnich
Reino Unido
§ Londres
§ York
-¿Iré
solo?-preguntó Erik.
-No.
John y la señorita Caroline lo acompañarán. Ahora, ¿tiene pensado cuanto
quiere?
-Creo
que lo más justo serán… 40 francos.
-Está
bien. Cuando haya cumplido su trabajo, se los daré.
-¿Cuándo
partiremos?
-Ahora
mismo.
-¡¿Qué?!
-Así
como lo oye, Jügerhof. No hay tiempo que perder. En el jardín está el carruaje
donde viajará y uno adicional para las personas que va traer.
-¿Y
John y Caroline ya lo saben?
-Por
supuesto. John está listo para irse y la señorita Caroline viene en camino.-en
ese instante, ella entró.-Aquí está. ¿Está lista para irse?-preguntó Damen
dirigiéndose a ella.
-Sí,
señor. Pero sugiero que empecemos mañana en la noche, estoy muy cansada.
-Pero
yo estoy muy hambriento, señorita Boucher. En el viaje podrá dormir.
Caroline
suspiró.
-Iré
a empacar mis cosas.-dijo Erik y se dirigió a su habitación, extrañado de que
Caroline no le hubiera dicho nada.
En
el camino, en medio de las escaleras se encontró con Katelynn. Ella, al verlo;
le mandó una malvada sonrisa labial y una mirada fulminante. Antes de que él
llegara al pasillo, ella lo llamó.
-Señor
Jügerhof.-dijo ella.
Erik
se volvió y lo primero que vio fue sus llamativos ojos grises que adornaban muy
bien su bello rostro blanco con el cabello largo, ondulado y café oscuro que lo
bordeaba muy bien.
-Supe
que va trabajar para Damen.-continuó ella.
-Sí,
así es.
-¿Cree
usted que va poder lidiar con todo lo que se le va a presentar de ahora en
adelante?
-¿Cómo
qué?
-No
lo sé, pero siempre en todos los viajes hay contratiempos y le aseguro que
estos no van a ser muy comunes.
-No
entiendo con exactitud a qué se refiere, pero estoy dispuesto a hacer lo que
tenga que hacer para cumplir las órdenes de Damen.
Katelynn
sonrió.
-Ahora
entiendo por qué lo escogió. Usted es un hombre de honor y de mucha valentía. Creo
que Damen no tendrá motivos para arrepentirse de su elección.
-Eso
espero, señorita Schweitzer.
-Buena
suerte, señor Jügerhof. Y bienvenido al clan.-dijo Katelynn con una sonrisa y
siguió su camino.
Esas
últimas intranquilizaron a Erik. ¿Cómo iba a darle la bienvenida si ni siquiera
hacía parte de ella? ¿Cómo iba a ser bienvenido si ya todos sus miembros
intentaron matarlo?
Además, jamás seré
uno de ellos. Haré mi trabajo y me iré.
En
su habitación mientras guardaba un poco de ropa en su baúl, recordó lo que
había averiguado gracias a la ayuda de la pitonisa. La confusión lo atrapó
cuando pensó en que John, siendo humano en ese tiempo; pudo vivir tantos años
hasta hace unos pocos días. ¿Cómo lo había logrado? Además, ¿Cómo conocía a
Damen? También recordó su mandato: “pintar un cuadro que transmita la verdad a
los descendientes” ¿Qué verdad? ¿Cuáles descendientes? Evidentemente tenía que
buscar la manera de encontrar algo más sobre la vida de John.
-¿Está
listo para irnos?-preguntó John precisamente, entrando a la habitación como si
lo hubiera llamado con el pensamiento.
-No,
no estoy listo.-Erik suspiró.-Estoy confundido. En tan poco tiempo siento que
me han pasado muchas cosas.
-¿Por
qué lo dice?
-John,
quiero preguntarle algo. ¿Cómo es posible que usted haya podido vivir más de
cien años?
-Creo
que será mejor que eso lo sepa en…
-No,
respóndame de inmediato.-lo atajó Erik.
-Está
bien, pero para eso tiene que conocer primero a Jean Schweitzer, hermano de
Katelynn. Yo no debería haberle dicho esto pero usted es testarudo. Ese hombre
quiere hacerle algo y solo yo puedo ayudarlo. No adelante el curso de las
cosas, Jügerhof. En el libro todo está escrito muy claramente y no hay duda que
se va a cumplir.
-¿Qué
libro?
-Ya
se dará cuenta. El caso es que gracias a Jean, aun siendo humano yo; me dio la
inmortalidad a través de otro método que no tiene nada que ver con el
vampirismo. ¿Por qué? Porque yo tenía que esperar su venida, y todo lo que
usted vivió en su juventud, era necesario que lo viviera para que cuando usted
alcance el cambio de su vida, también pueda alcanzar la plena felicidad. Le
aconsejo que se prepare tanto mental como físicamente. Ahora apresúrese,
Caroline está esperando abajo.-y John salió de la habitación.
Increíble. Todo
estaba perfectamente planeado. Tengo que averiguar, entonces, cuál es el plan
que hay para mí.
Los
criados estaban guardando los baúles de los tres en un carruaje mientras que
Damen les hablaba en el jardín, listos para partir.
-Dentro
del carruaje encontrarán una bolsa que contiene cien francos. Supongo que es el
dinero suficiente para los viajes y los hospedajes. En caso de que les haga
falta, infórmenme por medio de una carta. Manténgame al tanto de todo y de los
planes que vayan a usar para traer a las personas. El resto del clan y yo
organizaremos todo lo necesario para que los planes sean exitosos. Buena
suerte.
Se
despidieron y se subieron al carruaje.
-¡Cochero,
a París!-gritó Damen desde afuera y emprendieron el viaje. Algunos de los demás
vampiros miraban desde la puerta y las ventanas, asombrados del nuevo hombre
que les daría alimento. Detrás del carruaje iba el otro que estaba atado al de
Erik, John y Caroline. Ambos eran coches negros, finos y amplios halados por
cuatro caballos.
Entre
los baúles no solo llevaban ropa sino también comida suficiente para aquel
viaje.
-Caroline,
¿no se siente extraña al saber que conduciremos personas a su propia
muerte?-preguntó Erik.
-No,
ya no. No es la primera vez que hago este tipo de trabajo. Hace unos años
sucedió algo similar y yo tuve que encargarme de los viajes. Tuve que hacerlo
sola y los lugares que visité fueron demasiados. Tardé casi dos o tres años en
completarlos todos. Además, la muerte es algo muy natural. Todos los humanos
debemos morir en algún momento, yo también moriré.
-Y,
¿sabe usted algo sobre Jean Schweitzer?
-Claro,
es hermano de Katelynn. ¿Cómo sabe de él?
-No
pudo esperar más.-intervino John.-Al menos ya sabe que persona es la que lo
está esperando.
-Erik,
si usted va a estar con nosotros en este viaje; tiene que aprender a ser
paciente y a tranquilizarse. Sino créame que va a enloquecer.-dijo Caroline
seriamente.
-Lo
intentaré. Pero será difícil, llegan muchas cosas de una sola vez en muy poco
tiempo y no encuentro el momento adecuado de pensarlas bien.
-Vaya
acostumbrándose, Jügerhof. De ahora en adelante va a ser peor.-dijo John.
Esperaban que el viaje transcurriera sin problemas y
que las únicas paradas que hicieran fueran para estirar las piernas y para que
los caballos comieran algo.
Unas cuantas horas más tarde, Erik recordó la pequeña
historia que había visto en la bola de cristal de Lauren.
-¿Qué significa la “verdad a los
descendientes”?-preguntó Erik súbitamente.
-Señor Jügerhof, ya se lo he dicho muchas veces pero
parece que usted no entiende. Espere un tiempo más, por favor le ruego que sea
paciente. Solamente relájese. Concéntrese en los paisajes. ¿Alguna vez había
viajado tan seguido por Europa?-respondió John asomando la cabeza por la
ventana.
Erik lo ignoró.
Relajarse iba a ser difícil. ¿Cómo iba a poder relajarse
con tantas preguntas en su cabeza? El viaje iba a ser largo y arduo.
Pasó un mes. En la noche del 12 de Febrero llegaron a
París, en el barrio Montmartre. Afortunadamente, el viaje transcurrió sin
problemas excepto por el continuo desconcierto de Erik por todas sus dudas y
aquellas noches en que la luna estaba completamente teñida de rojo, rojo
sangre.
-Sucede muy pocas veces, pero significa que los
vampiros están cazando y que se unirá algún nuevo vampiro al clan.-le explicó Caroline
una noche.
Durante el viaje tuvieron que detenerse para
alimentarse tanto los humanos como John, y los caballos también. Asimismo
idearon el plan: le dirían a las personas que un hombre muy rico ha llegado a
Versalles y ha comprado una nueva propiedad donde ha organizado una masiva
celebración queriendo así que todos los habitantes de Francia lo conozcan para
hacer realidad sus sueños, tener fama y riqueza. Simplemente tenían que buscar
personas que parecieran ser de la misma forma de aquel hombre ficticio: avaras
y ambiciosas. Por eso, habían decidido arribar en uno de los mejores barrios de
la ciudad.
Guardaron el carruaje y emprendieron la búsqueda, pero
el cochero también se les unió. No se habían dado cuenta de que era un humano
lo cual Erik extrañó al notarse tan tranquilo. Su nombre era Joan. Se
encontraban en la zona comercial del barrio y la noche era temprana, así que
las calles estaban llenas de gente y de carruajes que iban y venían.
-Bien. Tenemos que encontrar diez personas para que
recorran con nosotros las otras dos ciudades y para que estén completamente
convencidas de esa fiesta.-dijo Erik.
-Escribiré la carta a Damen informándoselo.-dijo
Caroline.-Mientras tanto creo que ustedes tres se pueden dividir para empezar a
llevar las personas.
Estuvieron de acuerdo y empezaron el trabajo. Caroline
se dirigió a una cafetería que tenía también sillas y mesas fuera del local. Había
sacado del carruaje papel y tinta y empezó a escribir la carta. De pronto, un
hombre que había llegado al mismo lugar le llamó la atención. Su belleza y la
finura de su rostro era incomparable, sus ojos eran grises, su cabello hasta la
altura de los hombros era liso, negro y brillante. Su altura, la anchura de sus
hombros y su forma de vestir lo hacían aún más atractivo. Indudablemente, le
pareció familiar ese hombre. Él entró a la cafetería habló con otro hombre que
Caroline no pudo distinguir muy bien, y minutos más tarde volvió a salir. Pasó
en frente de ella y le envió una mirada misteriosa, lenta y vil. En ese momento
lo reconoció e hizo que su corazón se acelerara; pero de miedo y asombro.
En la carta a Damen no solo nombró el plan sino
también aquel hombre:
Febrero 12 de 1715
Apreciado Señor Damen Bayeux.
Hemos llegado ya a París, exactamente a Montmartre. El
plan es el siguiente: diremos a todas las personas que ha llegado a Versalles
un hombre sumamente rico y conmemorando su llegada y sus logros se preparará
una fiesta en dicha ciudad. Estoy completamente segura de que funcionará. La
petición es que empiece a disponer los preparativos para la fiesta que se
estaría llevando a cabo cuando hayamos terminado los viajes en Francia.
Esperamos su comprensión y elaboración.
Atentamente
Caroline
Boucher.
P.D: Él
está aquí. Por favor, pido su completa supervisión en los viajes.
Caroline
quedó sorprendida. ¿Qué hacía ese hombre allí? Lo mejor sería avisárselo a John
también.
Entre
tanto, él se acercaba a un grupo de jovencitas después de haber invitado a un
hombre que con gusto recibió la propuesta. Las jóvenes lo habían estado mirando
detenidamente y hablaban entre ellas dejando escapar risitas ahogadas y
coquetas.
-Buenas
noches, señoritas.-dijo John entrando en el juego.
-Buenas
noches.-respondieron ellas en un coro desordenado.
-Les
tengo una propuesta. ¿Qué les parece si en unos días van a una fiesta que se
celebrará en Versalles?
Se
miraron. Por dentro deseaban con furor hacer cualquier cosa que él les dijera,
evidentemente habían quedado más que cautivadas pero había muchas razones por
las que no podían hacerlo.
-Nos
encantaría, pero no creemos que nuestros padres no nos dejen ir.-respondió una
de ellas, una joven rubia, bella y encantadora.
-No
se preocupen, ellos no tienen por qué darse cuenta.-respondió John con aire
seductor.
Con
esas palabras quedaron aún muchísimo más cautivadas de lo que estaban antes y
ella se sonrojó. Aunque dudaron por un momento, estuvieron de acuerdo.
Ciertamente todas eran señoritas muy educadas que jamás se atreverían a
desobedecer a sus padres, pero pensaron que quizá una experiencia a escondidas
no les haría mal.
-¿Cuándo
partiremos?-volvió a preguntar.
-Esta
misma noche. Pero no a Versalles, sino a Marsella. La fiesta va a ser por todo
lo alto así que tenemos que buscar invitados en las principales ciudades de
Francia.
Aquella
idea las emocionó más.
-Cuando
lleguemos allá, ¿Podemos ayudarlo?
-Por
supuesto que pueden.-todas las chichas se miraron y volvieron a soltar sus
risitas ahogadas.-No se alejen demasiado. En un momento vendré por
ustedes.-dijo John con una vanidosa sonrisa, giró en redondo y continuó su
camino.-Ingenuas.-masculló entre dientes.
En ese momento Caroline se le atravesó.
-John, ese hombre está aquí. Tenemos que proteger a Erik.
-¡Imposible!
-Estoy segura de que sí era él. Lo vi en la cafetería.
-Debemos avisarle a Damen y estar pendientes de Erik.
-Acabo de enviarle una carta y Erik no debe estar muy
lejos de aquí. Debe estar con Joan.
Emprendieron su búsqueda. Caminaron durante unos
minutos buscándolos entre hoteles, restaurantes, personas y callejones. Hasta
que los hallaron en una pequeña plazoleta que contenía una gigantesca iglesia.
Estaban invitando a un grupo de personas que acababa de apreciar a un hombre
que recitaba diversos poemas a cambio de dinero. Cuando hubieron terminado, se
acercaron a John y Caroline.
-Va haber un cambio de planes. Como creo que ya tenemos
los invitados, incluso más de diez; nos iremos ahora mismo a Versalles.-dijo
John precipitado.
-¿Por qué? Se supone que tenemos que dirigirnos a
Marsella.-respondió Erik.-Además, debemos regresar a Versalles con unos treinta
invitados, no once o doce.
-Usted tiene razón, pero será mejor irnos, hay algo que
no está bien. Y no se preocupe por los invitados, Damen se ha dado cuenta y
acaba de enviar más vampiros para la fiesta. Estaremos de vuelta en poco
tiempo.
Erik suspiró.
Esto va a tardar
muchísimo más tiempo de lo que pensé.
-Sugiero que en lugar de irnos a Versalles, deberíamos
irnos de inmediato a Alemania. Usted dice que Damen ya sabe lo que sucede,
entonces él debe entender por qué nos dirigimos a ese país.-dijo Erik.
-Creo que es una buena idea.-reiteró Caroline.
-Está bien, entonces traigan a sus invitados y nos
vamos a Berlín.
Todos se dirigieron al carruaje que Erik les había
indicado. Eran alrededor de unas veinte personas y todas se veían muy
emocionadas. Cupieron muy bien en el coche y sobraba todavía un poco de
espacio.
Luego, se subió al carruaje donde estaban John y
Caroline. Joan dio la señal a los caballos para emprender el viaje a Berlín con
el otro coche detrás de ellos.
-¿Y qué es lo que andaba mal?-preguntó Erik.
Caroline sabía que no le iba a gustar una respuesta
como “será mejor que no lo sepa” o “tiene que esperar”. Así que decidió
decírselo de una manera más indirecta.
-Había allí una persona que nos tenía acechados desde
hace un buen tiempo y al vernos, era probable que sus planes para matarnos
recayeran sobre nosotros.
-¿Y por qué querría hacerlo?
-Preferiría no contárselo.-con aquella frase, Caroline
cerró el tema y Erik resolvió no insistir. Se dio cuenta de que era otra
historia escondida que tendría que descubrir con el tiempo.
El viaje iba a ser largo y, aunque iba a llevar
personas a su muerte; Erik sentía cierto alivio al volver a su ciudad. Pero
sabía que no se iba a quedar allí por mucho tiempo y tampoco iba a estar tranquilo.
ef
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