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viernes, 19 de abril de 2013

Día 19, Capítulo 12


Capítulo 12
Cartas y Enigmas
L
eyó varias veces la enigmática historia de Jean. A pesar de que era corta sentía que había algo más escondido dentro de ella. De repente, volvió a su cabeza el pensamiento de que Damen parecía apoyar los planes de Jean y tuvo la sensación de que ellos dos ya se conocían desde hace tiempo atrás. Ahora, que Caroline había olvidado todo gracias a las malditas miradas de Jean, Erik sintió que también la conocía desde hace mucho tiempo. Aquel extraño sentimiento lo embargó cuando la veía a ella totalmente desorientada sin conocer a nadie, ni siquiera su propia vida.
¿Cómo puedo sentir eso? Jamás la había visto en mi vida.
En su habitación, vio el retrato de Alexander. Quería devolverlo a John de inmediato pero en ese momento debía estar dormido. Encerrado en aquel castillo, Erik era la única persona que estaba despierta, la única que podía ver la luz del día porque el sol no había vuelto a aparecer. Supo, entonces, que se había alejado del mundo por completo, que estaba metido en otro planeta donde él no pertenecía.
Por otro lado, cada estancia del castillo le recordaba más días de su vida. A pesar de que estaba lejos del mundo real, sentía al mismo tiempo que debía estar allí. La gran biblioteca, que era uno de sus lugares favoritos; le hizo recordar los días en que pasaba horas leyendo en la biblioteca de Berlín después de sus clases. En el castillo había un salón de música el cual Erik había descubierto en aquellos días de soledad donde lo único que podía hacer era recorrerlo. En una esquina había un piano negro de cola y un violín. También había una pequeña estantería con unos pocos libros de música, un gran ventanal dejaba que la luz nublada de los días entrara y había varios candelabros con velas rojas. Aunque tuvo la oportunidad de recibir unas cuantas clases de piano, jamás había aprendido a tocarlo. Solamente se sentó frente a él y oprimió teclas al azar. No se sabía ninguna melodía pero el solo hecho de escuchar cada sonido de las teclas y luego el intenso vibrar de las cuerdas, lo encerraba en un ambiente que no había vuelto a sentir desde que salió de su país. Era un ambiente de tranquilidad pero al mismo tiempo, de soledad. Ciertamente, Erik seguía sintiéndose solo pero el sosiego lo había abandonado hace mucho tiempo. Puede que ya no hubiera sombras que lo acechaban o que la sensación de que lo observaban hubiera desaparecido; pero la muerte aún lo seguía y era exactamente eso lo que no lo dejaba pensar en paz.
Salió de la sala y se dirigió al pasillo donde se encontraba su habitación, pero vio que la puerta de la habitación de John estaba vierta de par en par. Se asomó y él no estaba allí. Así que Erik entró a su habitación, tomó el retrato y lo dejó encima de la mesa de noche de John. Notó que aquel lugar estaba impregnado de la misma extraña energía que todos los demás vampiros desprendían. Se sintió en un ambiente tenso, muy diferente al que sentía cuando entraba a su habitación. Creyó estar dentro de un lecho de muerte en lugar de estar en el aposento de su “amigo”, como John mismo se hacía llamar.
Ciertamente la habitación era mucho más amplia que la de Erik. La cama era más grande y un poco más al lado derecho había un mueble de estantes llenos de libros. Se acercó a éstos. Trató de leer los lomos y tomó uno al azar. Lo sacó con fuerza puesto que los libros estaban muy apretados. Lo abrió y leyó unas pocas páginas, era tan solo una novela de un autor desconocido. Al dejarlo en su lugar, tuvo que presionarlo para que volviera a entrar entre los otros dos libros; pero al hacer fuerza el estante se dio la vuelta empujando a Erik a un túnel. Comprendió porqué Damen no le había dado esa habitación: tenía un pasadizo secreto.
El túnel estaba hecho de piedra clara pero estaba totalmente oscuro. La única luz que había era la de las antorchas fijas a la pared a lo largo de la construcción. Hacía frío y caminó lentamente por el pasadizo haciendo que cada uno de sus pasos retumbara en fuertes ecos por toda la estancia. Pronto llegó a unas pequeñas escaleras que conducían a una vieja puerta de madera llena de polvo y rodeada de telarañas. Subió las escaleras y abrió la puerta que chilló haciendo eco por todo lo largo del túnel.
La puerta daba a algo así como una amplia oficina cuyas paredes estaban tapizadas de terciopelo morado oscuro y el todo el piso estaba recubierto por una alfombra roja. En el centro había un viejo escritorio de madera donde descansaban una cantidad de papeles desorganizados y detrás de la mesa, había una silla también de madera vieja. Todo el lugar estaba lleno de más muebles llenos de libros que databan de fechas muy antiguas y estaba iluminado por muchas velas blancas y negras en sus respectivos candelabros.
Se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Ojeó los documentos y supo que todos ellos eran cartas, unas largas y otras cortas; demasiado viejas. Tomó una cualquiera y la leyó:
Noviembre 20 de 1713.
Versalles, Francia.
Señor Jean Schweitzer.
En vista de sus continuos viajes, le solicito que, como respuesta a esta carta; me avise cuándo va a llegar a Francia para así proceder con mi trabajo y enviar la carta a Berlín. Espero su pronta respuesta. Buena suerte.
Atentamente,
Damen Bayeux.
 Erik estaba atónito. ¿Damen esperó a que Jean llegara a Francia para que todo esto comenzara? Definitivamente Damen parecía ser un cómplice de los malvados planes de Jean. Dejó la carta donde estaba y leyó otra:
Enero 6 de 1715.
Versalles, Francia.
Señorita Caroline.
En pocos días el señor Erik Jügerhof estará presente en mi castillo. Le pido que, cuando yo le de mi aviso; esté muy pendiente de él y no lo deje escapar. No permita que el plan tome un curso diferente y haga todo lo que usted ya sabe que es necesario. Cuento con usted para esto.
Cordialmente,
Damen Bayeux.
Erik ya sabía que Caroline hacía parte del plan de Damen pero no obedeció lo que él le había pedido. Ella se había enamorado de Erik  y eso atrajo aún más la ira de Jean, a menos que eso también tuviera que pasar y el amor que Caroline sentía por él fuera falso o también fuera una parte del plan. Confirmó otra vez en su cabeza que siempre había vivido a base de mentiras. Dejó la carta sobre el escritorio y leyó otra pero era mucho más antigua que las demás y parecía no tener nada que ver con el plan de Damen:
Marzo 27 de 1442.
Versalles, Francia.
Estimado señor Damen Bayeux.
La presente carta es para informarle que ya he cumplido con el trabajo que me concedió. Jean Schweitzer ha sido convertido exactamente a sus 15 años de edad y en estos últimos dos años he estado haciendo todo lo posible por enseñarle cada uno de los temas que tienen que ver con el mundo vampírico. Espero que, a medida que Jean vaya creciendo; no se vaya a sentir decepcionado con él.
Por mi parte, me siento muy honrado de tener que servir a su merced y estaré dispuesto a contribuir con el crecimiento de su clan. Gracias por haberme brindado esta oportunidad.
Cordialmente,
Erik Jügerhof.
La sangre se le heló. No le cabía en su mente una gran cantidad de cosas como haber vivido desde hace tantos años y, lo peor de todo; que él era un vampiro pero, ¿cómo era eso posible? ¿En qué momento Erik fue un vampiro? Se sintió más confundido que nunca.
¿Qué es lo que ha pasado exactamente con mi vida, con mi alma? Damen debe saberlo todo pero no quiere decírmelo. Entonces, ¿quién soy yo en realidad? ¿Cómo pude haber vivido tantos años? Lo peor de todo es que no recuerdo nada. No, no. Debo estar soñando, todo esto es imposible; ¡nada de esto es cierto!
Se sintió desesperado, sintió que no estaba allí en ese momento, que él no era él mismo. Pero jamás se le había ocurrido pensar que quizás él tuvo una...vida pasada.
No quiso ni imaginar qué era lo que decían las demás cartas. Solamente guardó ésta última en un bolsillo de su pantalón, cogió con rapidez un gran  plano del castillo que estaba sobre el escritorio y salió del pasadizo velozmente. La noche había caído y no se acordó que el túnel provenía de la habitación de John y tampoco lo vio a él. Ahora, John se dio cuenta que no solo supo de la existencia del pasadizo, sino de muchas otras cosas más que Erik todavía no debía saber.
Se sentó en una de las sillas del gran comedor. Era una sala grandísima con una larga y amplia mesa de madera oscura y pesada, con numerosas sillas a cada lado de ésta, el techo era muy alto y lleno de bóvedas de crucería. Extendió el papel amarillento del plano sobre la mesa. Había una gran cantidad de habitaciones, salas y escaleras que todavía no conocía, pero también había dibujadas algunas otras habitaciones que estaban ubicadas en lugares incoherentes. Eran más pasadizos pero no estaba especificada la ruta para llegar a ellos. Solamente una persona que conociera  a la perfección el castillo sabría encontrarlos.
De repente, una pequeña gota de sangre empezó a brotar en el plano; justo en el lugar donde Erik se encontraba. La gota de sangre se movió por sí sola formando cierto camino en el plano y a pesar de que Erik levantó el papel; la sangre no se desvió. Entonces recordó las últimas palabras de Lauren: la sangre le iba a mostrar el camino que debía seguir.
Caminó por el domicilio conforme la gota de sangre se lo mostraba en el plano. Tuvo que recorrer algunas salas de estar y atravesar pasillos que no conocía pero el plano los mostraba muy claramente. Luego de unos minutos llegó a una parte del jardín que tampoco había visto cuando él creía que ya lo conocía por completo. Entre unos árboles estaba John quien lo esperaba al lado de un bello caballo negro de crin larga, blanca y lisa al igual que la cola.
-Buenas noches, Erik. Supongo que en este momento tiene una gran cantidad de preguntas en su cabeza. Pues bien, monte al caballo y continúe por el único camino donde llegue la luz de la luna más brillantemente porque se encontrará con muchos a lo largo del recorrido. Si lo logra, llegará a un pequeño pueblo donde encontrará alguna de las respuestas.-dijo John y tomó el plano de las manos de Erik.-Buena suerte, y recuerde lo que le dije. Si puedo, lo visitaré.
-¿Me quedaré allí mucho tiempo?-preguntó Erik con un hilo de voz.
-No lo sé. Eso depende de su progreso, pero iré a ayudarlo; ese es mi trabajo.
-Está bien. Y por favor, si tardo demasiado; cuide de Caroline.
-Lo haré.
Erik se subió al caballo y emprendió por el camino iluminado que serpenteaba entre el jardín. Iba con la continua esperanza de que, a pesar que se dirigía a un lugar desconocido; lograría orientar de nuevo su mente y su alma.
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